domingo, 9 de diciembre de 2012

UN ARTE MUY PARTICULAR...

 
 
La noche del viernes me encuentra, para mi sorpresa, en la fiesta de despedida del año organizada por el colegio de abogados de lomas. Me enteré del evento el mismo día por la mañana a través de un conocido de tribunales. Al mediodía recibo un llamado de uno de mis compañeros de fútbol para preguntarme si me sumaba al evento. "Conseguimos entradas a mitad de precio" me dijo. "Una entrada barata a un evento glamoroso" pensé. Me reía mientras lo escuchaba a mi interlocutor. Me imaginé riendo en la fiesta, así que confirmé mi presencia en el acto.
El evento fue una especie de Martín Fierro pero sin actores (¿sin actores?). Uno de los abogados en nuestra mesa -también parte del grupo que juega a la pelota los viernes a la tarde- nos deleitó con un curso muy particular que está haciendo.
"Me cambió la vida" dijo. Y toda la atención de la mesa fue suya. El muchacho en cuestión (un  treintañero de buena posición económica separado a comienzos de este año) nos pasó a relatar su experiencia renovadora: se trata de una "institución" especializada en la preparación del hombre para la seducción de la mujer.  "Después de haber estado en pareja muchos años, había perdido el entrenamiento en encarar mujeres" nos cuenta a modo de introducción, cual caso de "pare de sufrir"
Parece ser que con el curso, nuestro amigo pasó de ser un ave de rapiña (lo que somos la mayoría de los hombres seamos abogados o no) a una entidad mitológica viva a la que las mujeres le piden por favor sus servicios sexuales.
Si escuchar esto fue divertido -especialmente escuchar la convicción con la que nos comentaba su experiencia- verlo en la pista de baile fue lo más parecido que vi en mi vida al personaje de capusoto.
"Bueno, yo te digo que tenés que decir, cómo te tenés que parar, cómo tenés que mirar...y atacás a ese grupo". Me causó gracia. En un boliche no sé que decirle a una y este tipo esperaba que le hable a varias a la vez. Le dije al profe que necesitaba algunas clases teóricas primero. Me palmeó el hombro en clave comprensiva y me perdonó la vida.
Más allá de las risas, algo de su convicción prendió en la mesa (donde hay varios que estamos solteros y con ganas de masticar carne fresca), por lo que quedamos en que -próximamente- tendremos una clase práctica.
Este blog  -lo prometo- dará cuenta de los logros conseguidos



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