sábado, 20 de noviembre de 2010

SALANDO LAS HERIDAS...





Por el Lic. Pepe Bunuel para "La conquista de lo inutil"

Viernes, 20 hs. Recibo un llamado de lo más indeseado a esa altura del día: me dicen que “se cayó” el micro que me llevaba a ver al Indio a Tandil. Digo “me” y no “nos” por que la muchachada kirchnerista ya había alquilado una combi en la cual, obviamente, entra mucho menos gente que en un micro, y en la cual, obviamente, algunos que subiríamos a ese micro, no teníamos lugar.

Acostumbrado a lidiar con la maquinaria burocrático-municipal, se que de nada sirve preguntar “por qué se cayó el micro” o “¿qué carajo pasó?” El micro peronista-gratuito no sale, y punto. Me quedo atónito. Insulto. Busco pasajes por Internet: nada.

Ya antes de las 21hs, llamo a un compañero de trabajo de Sapito que irá al recital en auto, rogando que haya un lugar. Ramiro, el tutor de 19 años fanático de los Redondos me dice: “Espera que haga una consulta y te llamo”. En menos de 10 minutos me llama para decirme que hay un lugar en el auto de un amigo suyo: iré con desconocidos, pero iré al fin.

A las 6:50hs es la hora de encuentro en Gerli. Dormí, con suerte, tres horas.

A pocos minutos de partir y empezando a despertarme, comienzo a tomar noción de donde estoy. En el Clio que nos lleva hacia la misa ricotera somos cinco personajes. Cuando veo que dos de los muchachos que me acompañan no paran de gritar sacando la cabeza por la ventanilla, no paran de putear a todo ser humano que pasa o está parado en la vereda, mientras los otros lo festejan, empiezo a sentirme incómodo.

Pienso que estos pibes, sin tener puta idea de quien era yo, no dudaron ni un minuto en hacerme un lugar para que pueda viajar: intento culposamente hacer a un lado mis pensamientos, pero a pesar del esfuerzo, no puedo dejar de sentirme en medio de una horda primitiva. Pienso si realmente tenía tantas ganas de ver al Indio... pienso en los pacientes de San Justo. En medio de la música, la ruta y anécdotas de lo más bizarras, pasa el viaje.

Ya en Tandil, luego de buscar sin éxito algún camping que nos aloje, vamos a una parrilla libre y comemos ininterrumpidamente durante… tres horas!! Notablemente afectado por las pocas horas de sueño, por el viaje, por mi pequeño cuerpo repleto de asado, vacío, achuras y vino, me encuentro sentado charlando con uno de los compañeros de viaje: este muchacho que no encontró ningún reparo en escupir comentarios, burlas e insultos a todo trapo, que describió el tamaño, forma y venas de su poronga sin que nadie le pregunte nada, me cuenta su deseo de que Roger Waters venga el año que viene y de la admiración que le despierta Pink Floyd... Enterado de mi profesión, mientras mastica con su boca abierta un pedazo de vacío y toma vino (sin parar de masticar!!), me habla de la psicología y las relaciones humanas con una notable lucidez y nitidez… Una vez más, este viaje y esta vida me da un cachetazo… pienso en las distancias, en los encuentros y desencuentros con los que nos rodean, en lo radicalmente extranjero hablando tu mismo idioma.

Pasada la parrillada, nos dirigimos hacia un espacio verde junto a una sierra. Pienso nuevamente en mis pacientes de San Justo, pienso en que se les cruzaría por la cabeza si, de repente, estuvieran acá. Siempre tuve cierta fascinación por la capacidad de desdoblarse que, en mayor o menor medida, todos tenemos. Me imagino con zapatos, camisa y lentes en compañía de estos cuatro muchachos… me imagino jugando a la pelota borracho y con una botella de plástico recortada llena de Fernet en mi mano, junto a alguno de mis pacientes…

Ya para las 17hs, cuando la muchachada se dispone a abrir una damajuana, recibo un llamado y parto al encuentro de una compañera de trabajo de Sapito que tiene mi entrada. Luego de andar unas cuadras, me encuentro con dos compañeras de trabajo, y algunos cuantos conocidos más que han llegado en combi. Curiosamente o no, tuve la extraña sensación de que me sentía más acompañado por los desconocidos bravucones que por ellos.

Luego de charlas y caminatas junto a la patria socialista-peronista, llegamos al hipódromo.

En un día de sensaciones de lo más raras, el Indio me regala (no pude más que sentirlo así) un show impresionante. Tuve oportunidad de verlo con los Redondos y como solista, y nunca lo vi así: bailando más que nunca, con mucho sentido del humor, con gran uso de la ironía, tirando consignas esperanzadoras de cara al futuro… El repertorio de temas no tiene el más mínimo desperdicio: a parte de los clásicos ricoteros, suenan Rock para el negro Atila, Yo Caníbal, Héroe del Whisky, TV Führer, El regreso de Mao, Vamos las Bandas y otras tantas impensadas.

Sin embargo, si Quilmes tiene “el sabor del encuentro”, la Schneider tibia que tomo a sorbos, tiene el rutilante sabor del desencuentro. En medio del recital y con un cada vez más pronunciado dolor de cabeza, me pregunto: “¿Qué carajo hago acá?”. Todos estos chicos lanusenses son copados, pero “¿Qué mierda hago acá?”. Doy unos pasos hacia atrás y camino rápidamente hacia los baños químicos.

Aliviadas mis necesidades fisiológicas, retorno al medio del meollo. Parado solo en medio de 100 mil personas, canto, agito el brazo, admiro las letras del Indio… Otra vez miro a mí alrededor: una masa humana anónima. Pienso en donde andarán los entrañables compañeros de viaje: ¿estarán cerca?¿estarán nadando en una zanja abrazados a la damajuana?... pienso en el kirchnerismo juvenil saltando de aquí para allá: ¿habrán notado que me esfumé?... pienso en donde andarán algunos conocidos que venían al ritual del Indio… pienso en que hace 10 años fui a ver a los Redondos con mis amigos del colegio: ¡10 años! ¿Qué son 10 años?... pienso en una amiga que iba a venir al recital, que luego no iba a venir, que luego no sabía si venir, que –finalmente– no vino, que podría estar allí… pienso en Caro, en que está en algún lugar, en que es una de las 100 mil personas que me rodean. La asociación libre ya no circula, se petrifica en una neurona y sigo pensando en Caro. No puedo entender como, estando quizás a unos pasos de distancia, está tan pero tan lejos…

Pienso en la repetición de encuentros y desencuentros que es la vida… en que estoy parado ahí por que así lo quise… en lo tremendamente hermoso y frustrante que es vivir junto a otros… en la frase que un amigo deja en su blog: “todo lo que un hombre hace, esconde un solo fin: la conquista del amor”... Suena “Fuegos de Oktubre”, y a esta altura de la noche ya me siento un niño perdido en la multitud. En medio de un tema que habla de ilusiones, desilusiones y revoluciones, vuelvo a mirar a mí alrededor; cuando llega el estribillo, escucho que el Indio entona “te deseo igual”… emocionado, hago lo único que puedo hacer en ese momento: empezar a llorar.


“Mi vida no anda más
Me fuí en un trip to gringolandia

A San la Mierda yo recé y rajé
Me fuí a llenar de frititos mi estorage

Y yo allí! Pensando en vos siempre...”



(To beef or not to beef, Indio Solari)

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