Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
viernes, 31 de diciembre de 2010
FORMAS DE BRINDAR...
Creo que tiene razón Diana. Las distancias las crean las personas a través de sus acciones u omisiones. Sobre todo ante acciones u omisiones en hechos cruciales en la vida de alguien. Entiendo, entonces, que no quiera ver a ninguno de los Azara por no haber acompañado su dolor ante la muerte de Jorge.
Pero lo cierto es que cada uno debería (o no) repasar su concepto de "familia", ver nuestra historia como tal, y tratar de ver cuales son los límites que se establecieron históricamente en el marco de los vínculos de sangre que nos unen.
Pienso en la muerte de Jorge y de Roberto y estaba clarísimo, por lo menos para mí, que mi viejo no iba a llorar su pérdida ni mucho menos. Para él no eran hermanos. Su familia no existe más allá de Banfield. En mi caso, lo sentí como la pérdida de dos tíos que no llegué a conocer.
Si hay algo que en algún momento quise evitar, y esto fue a partir de la internación de Andrea, fue el hecho de continuar las relaciones familiares que venían heredadas de nuestros viejos: no quería resignarme a tener vínculos de papel con ustedes. Mejorar nuestras relaciones. Por eso tuve la iniciativa para que nos juntáramos y empezáramos a conocernos un poco. Hasta ese momento siempre me había resultado incómodo vernos sólo para las fiestas o para pascuas en la casa de la abuela Julia y no tener ni idea de qué hablar con cada uno. Y era una sensación extraña, porque, a pesar del desconocimiento casi total de la vida del otro, sentía una complicidad, una correspondencia, que me hacía pasarla siempre bien.
Ese "pasarla bien" pareció cobrar una potencia mayor cuando nos empezamos a ver más seguido y nuestras cadenas de mails en el medio eran interminables. Lo cierto es que, por diferentes motivos, el año pasado se empezó a disolver esa "euforia primística". Todo, de algún modo, volvió a la "normalidad". Y la normalidad ya sabemos todos cual es: esta familia incluye varias familias y los integrantes de cada una de estas familias no tienen una conexión fuerte con los integrantes de las otras. Un tipo de familia... "leve" es la palabra?. A nivel personal pude comprobar que no puede iniciar nuevos vínculos individuales, más allá de que me divertí mucho y mas allá de la profunda afinidad que sentí, por diferentes aspectos, con más de uno/a.
Se termina dando una paradoja. Sucede, estando las cosas a nivel familiar en su estado de "normalidad histórica", un hecho dramático (como siempre lo es una muerte) y la paradoja es que, con el corazón roto, se termina reclamando un "querer fuerte", un estado de familia fuerte, donde probablemente nunca lo hubo. La ilusión de la pérdida como factor transformador de la calidad e intensidad de los vínculos. Queda claro que la muerte, por lo general, no intensifica la levedad (o la nulidad) de los vínculos generados en vida. Y se terminan rompiendo relaciones (que siempre fueron leves y no nos gusta reconocer) por no ser fuertes al momento crucial de la muerte.
Sin embargo, volviendo a mis primeras palabras, y cerrando la paradoja, entiendo ese dolor. Entiendo que uno espera la activación del otro, de las 'fuerzas familiares dormidas". La palabra familia, como la palabra padre o hijo, tienen un peso social enorme...enorme. Y uno espera (cómo tener la frialdad para no hacerlo?), sentir ese peso en situaciones clave de la vida. Es absolutamente entendible, más allá de la levedad de nuestra historia familiar, el dolor y la frustración por despedir a un padre en soledad.
En mi caso...no tuve claro qué me pasó con la muerte de Jorge. Me enteré varios días después. Me lamenté por Diana pero nunca atiné a levantar el teléfono para llamar. Sé que no estuvo bien. Debería haberlo hecho y no lo hice. No lo sé. Tal vez me aparté por no poder manejar el hecho de que, una vez más, luego de superada la crisis familiar desatada, todo seguiría su curso habitual.
Creo que las familias, como las personas, son todas muy complejas y, si aprendí una cosa, es que, para preservarnos, hay que entender cuáles son los límites de los vínculos de los que formamos parte.
De lo que se trata, entonces, es de mejorar esos vínculos (de hacer el intento) sin dejar de tener presente los condicionamientos a los que están sujetos.
Esto último es lo que deseo para mí y para ustedes en este 2011.
Abrazo
Daniel
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