Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
domingo, 19 de diciembre de 2010
MAGIA, DESEOS Y NAVIDAD...
Uno nunca sabe, cuando termina un año, qué es exactamente lo que se está terminando (si es que, efectivamente, se termina algo). Entre semejante estado de inocencia y el festejo hay un solo paso. Empiezo a pensar que festejamos lo que entendemos, pero con más intensidad aún lo que no entendemos. Embarcados entonces en esa suerte de alegría programada, digitada desde siempre, desde la que se nos menea desde nuestro entorno social para estas fechas ("despedidas" laborales y despedidas con amigos, dejando las días clave del festejo social organizado para la familia, claro), vamos, con mis compañeros de trabajo, a comer a un restaurante. El lugar, una casa vieja en la periferia de las lomitas (ese conglomerado arquitectónico catastrófico que alberga, entre su comunidad estable, ilusiones furtivas de tapas de revista gente)nos es reservado a los miembros de la especie judicial. Al finalizar el almuerzo, por el que desfilaron platos varios de carnes y pastas, aparece, como no podía ser de otra manera, el inefable show: se trata de un mago que, al compás de sus trucos, no para de lanzar chistes cortos y efectivos ( cortos,tontos y efectivos como no podía ser de otra manera). Mientras lo observo y me río, a menor escala que el promedio de los comensales presentes, empiezo a pensar en que todo pasa, y cuando digo todo digo casi todo como siempre, por un estado de la imaginación en el que uno se construye y se posiciona como objeto de deseo de aquel al que está interpelando. La sapiencia y la sutilidad pero también la firmeza y el trabajo en esta constitución, revelan las claves del éxito independientemente de la calidad de lo hecho. En esto consiste, justamente, la magia. En esto y no en hacer aparecer un objeto donde antes sólo había aire.
De lo que se trata en estas fechas, si es que hay algo que realmente se termina para que algo diferente realmente empiece, es de practicar algún tipo de mensura (del presente en relación inmediata con el futuro) acerca de la magia (del deseo y sus posibilidaddes) que se encuentra a nuestro alcance.
Terminado el show (del que, gratamente, no participé), luego del postre y el café de estilo, lentamente comenzamos a abandonar el lugar.
Se termina el año, mis queridos, y el futuro, tal vez, sea nuestro.
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