Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
sábado, 11 de diciembre de 2010
VIVIR AFUERA...
Hay cosas que me ofenden como persona, como miembro de una sociedad.
Los incidentes ocurridos en villa soldati en estos últimos días no hacen otra cosa que poner de manifiesto algo que, por momentos, olvidamos: la terrible precariedad, la terrible falta de medios (materiales y simbólicos) con la que mucha gente convive en este país. Vemos, entonces, cómo se televisan fragmentos de vida de los que, sin rumbo, deambulan fueran de los límites de la ilusión del estado de bienestar.
Las condiciones de posibilidad históricas de este "macro-contexto sociocultural" se pueden rastrear perfectamente bien tanto en el pensamiento de la generación del 80, como en el videlismo y, más acá en el tiempo, en series brillantemente corrosivas como tumberos. Allí están, como siempre, el trazado de las líneas dominantes y la figura del otro, del ajeno, como una ruina, un desliz en el paisaje de la dicha.
Cuál es, entonces, el micro-contexto en el que se desarrollaron los hechos de violencia actual en el parque indoamericano?
Se producen, como señaló Cristina en su discurso en casa de gobierno, en el marco del tercer aniversario de su mandato al frente de la nación. No sólo eso; sucede de cara a las elecciones presidenciales del próximo año que ya empiezan a desvelar a más de uno. Más aún: se trata del primer conflicto social grave (con muertos y decenas de heridos) que debe manejar sin sostenerse en el hombro (conyugal y político) de Néstor.
Suceden en el marco de un ciudad (la de Buenos Aires), gestionada por un Macri que, una vez más, con su declaraciones, deja ver al monstruo represivo de pieles oscuras que anida en su corazón inmaculado. Y es que cuando Macri habla no se trata, como tanto remarca él, de "reestablecer la ley", sino, lisa y llanamente, de arremeter contra la gente que, orquestada o no, extranjera o no, busca apropiarse del espacio público.
Macri, al ver la magnitud del conflicto, entiende los peligros, los costos políticos de la represión de las fuerzas de seguridad. Aún así, puesto en la balanza, le da más peso a la no defraduación de la ideología de sus votantes (que no es otra que la propia), y si no emprende una embestida contra las hordas embravecidas no es por temor a que haya más muertos; es, justamente, porque su personal policial metropolitano no está capacitado (en cantidad y "calidad" ) para generarlos.
Le pasa, entonces, la posta a Cristina. La exhorta públicamente a recuperar el parque tomado. Pero Cristina, más inteligente y hábil que Mauricio (como era de suponer), se posiciona de otra forma: acusa recibo de la gravedad del conflicto, tardíamente hay que decirlo, sin morder el anzuelo represivo del jefe de gobierno porteño. Finalmente, luego de la reunión de las partes en conflicto, se decide que la Gendarmería Nacional sea enviada para sitiar el parque. Se hace presente el Estado, tardíamente hay que repetirlo, en la forma en que lo debe hacer: delimitando, imponiendo su figura sin borrar del mapa la figura de cientos de desangelados (orquestados o no).
La responsabilidad por los incidentes no es sólo del jefe de gobierno porteño. El gobierno nacional no puede -no debe- ser "convidado de piedra" en esta cuestión, independientemente de lo mal o bien ejecutado que se encuentre el presupuesto con el que la nación dota anualmente al gobierno de la ciudad para sus políticas sociales.
Lo que pasó en estos días, como cualquier conflicto social que se instala mediáticamente, divide y dividirá las aguas. De lo que se trata, entonces, es de articular algún pensamiento, algún modelo que revierta las líneas ideológicas de antaño.
Se trata en definitiva, y duele decirlo, y agota tan sólo decirlo, de la paciencia que implica la empresa reformuladora de la realidad.
La paciencia de la reconstrucción de los daños materiales del pasado y el presente.
Y al pensar en el futuro, en nuestro futuro como país, tal vez, sólo tal vez, tratar de sostener (si tal cosa es posible) aquella frase de Borges: "si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno."
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