Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
domingo, 5 de diciembre de 2010
LO CLARO EN LO OSCURO...
Qué tienen en común la película Submarino del danés Thomas Vinterberg en el Teatro San Martín, el recital del grupo alemán Rammstein en el estadio de racing y la obra de teatro Viaje de un largo día hacia la noche en el Teatro Regio de Colegiales?
O, lo que es lo mismo, qué tienen en común Jakob Cedergren, Till Lindemann y Daniel Fanego?
En los tres hay composiciones, (puestas en escena de lo que único que reclamo: intensidad en el trabajo) y en los tres -en las tres experiencias- hay mediaciones, obviamente, entre mis sentidos y el hecho artístico. De Cedergren me separa el tiempo y el espacio (dinarmaca en el san martín), la violencia física, la barba y el físico intimidante, la imposibilidad de acceder a la paternidad. Me acercan los déficits para articular oratorias que, muchas veces, arruinaron mis días y mis noches en grata compañía.
Till Lindemann, cantante de Rammstein, es, literalmente, una bola de fuego diseñada para dejar reducido a cenizas todo lo que se tope con su voz. El grupo alemán viene a nuestro país a ofrecer un show musical/militar ("Ich Will", "Du Hast"). Prefiguración de una nueva guerra mundial recién comenzado el siglo XXI. La última guerra. La de la rebelión de las máquinas. Leo, colgadas en internet, algunas entrevistas que le hicieron a su frontman y pienso que, tal vez, su fuego esté en otro lado, y que, por ese lado, vendría nuestra empatía.
Y después está Fanego. Las cosas que hace sobre el escenario. La obra, tramada por el alcohol como vehículo condensador de dramas silenciados, muestra las miserias de una familia americana de clase media de principios del siglo XX.
Salgo del teatro y, mientras camino a la boca del último subte de la noche, pienso en la relación entre comicidad y sexualidad (puras exteriorizaciones), del mismo modo que pienso en la relación entre pensamiento y enamoramiento (puras interiorizaciones).
Ya en el subte, considero ridículo armar semejantes parejas, casar determinadas proposiciones, por lo que sólo me queda depurar la mente de clasificaciones huecas, ir a la avenida que nunca duerme, entrar a algún bar en paseo la Plaza y sentarme leer hasta que le medianoche me indique que, como siempre, debo regresar a casa.
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