Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
lunes, 11 de julio de 2011
LEER, PENSAR Y ESCRIBIR...
Terminó el primer cuatrimestre en la facultad. Cuando las clases me aburren (algo habitual por desgracia), me desconecto de la especificidad del lenguaje literario que fluye a mi alrededor y pienso en la carrera que estoy llevando adelante.
Por momentos, el único sentido que le encuentro a la ubicación de letras en el espacio académico, es el de servir de refugio espiritual para personas que tienen una determinada inclinación a leer, pensar y escribir. Es decir, a personas con ciertos estados de inteligencia y sensibilidad, que su narcisismo impulsa a ponerlos a prueba en un ámbito legitimado por la comunidad intelectual: la universidad. Este mismo narcisismo, desde ya, es el que convierte a ese refugio en una potencial trinchera de guerra.
Esto es así, aún cuando la preparación formal de las diversas asignaturas apunta a producir docentes de literatura y no intelectuales elevados que compiten entre sí para ver quien tiene mayor consenso en su propia comunidad sin dejar de desear algún tipo de reconocimiento por parte de las masas iletradas.
Me indigna que, en esta carrera, haya docentes que -como si estuviéramos en el secundario- se tomen el trabajo de supervisar que los alumnos hagan una lectura de "todo el texto".
Lo importante es el cruzamiento de textos teóricos con textos literarios, y encontrar líneas de pensamiento que surjan de la articulación de los mismos.
Justamente, si la carrera lo que forma es -en principio- futuros docentes, lo que está haciendo no es otra cosa que formar "profesionales de la palabra"
A diferencia de un médico, un abogado, un contador, un psicólogo o un ingeniero (las profesiones tradicionales), el licenciado en letras -con su título en mano- sólo afecta a las personas -en tanto utiliza en la sociedad las herramientas adquiridas en la universidad- en forma simbólica.
En las carreras mencionadas anteriormente, una falla del profesional y la afectación es material y directa para el cuerpo o la mente que la sufre, ya sea que se trate de un escrito judicial presentado fuera de término, la prescripción de una dosis elevada de medicación de acuerdo al estado del paciente o una liquidación de impuestos mal practicada.
Dónde está la mala práxis en el mundo de las palabras, es decir, en el mundo de la semiosis infinita?
La mala praxis debe encontrarse objetivada.La objetivación de una carrera tan cercana al mundo del arte y tan alejada del mundo de las leyes del mercado en el que se compran y se venden cotidianamente todo tipo de bienes y servicios, la encuentro en la elección misma de los textos.
La mala praxis estaría, entonces, en el posicionamiento político que emprende una cátedra de literatura al seleccionar un determinado material bibliográfico y no otro.
Es, justamente, de la articulación entre el presente social y político en que se vive, y los textos elegidos por la cátedra, donde podría llegar a inferirse algún tipo de desprolijidad intelectual.
Es, justamente, entendida de un modo sartreano, la forma en que puede concebirse la necesidad de la existencia de la literatura como saber profesional.
Se trata, como siempre, de la ampliación del campo de batalla en el que se mueven nuestros sentidos.
La obra literaria está atada a -y será leída desde- otros campos del conocimiento, que siempre serán los conocimientos propios del resto de las ciencias sociales. Es decir, las series de sentido de un determinado texto literario serán encontradas (para el lector entrenado) en relación con las grandes corrientes de pensamiento que marcaron -cada una desde su área- el descubrimiento y análisis del hombre en su relación con el mundo. Se trata de la psicología, la filosofía, la sociología, la antropología, la historia y, por supuesto, la propia literatura.
En este contexto, la poesía es la que intenta, por todos los medios, romper con cualquier tipo de sentido "social" de la palabra. Escapar de las ciencias sociales y, aún, de la propia literatura.
La poesía es, entonces, lo más parecido a la música que se pueda hacer con palabras.
Tal vez, lo más parecido a la verdad que pueda pronunciar un hombre.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario