lunes, 11 de julio de 2011

EL VIEJO EN SU MAR...





Son agradables las horas dedicadas al proceso de escritura?

Mucho.

¿Puede decir algo sobre ese proceso? ¿Cuándo trabaja? ¿Sigue un plan estricto?

Cuando estoy trabajando en un libro o en un cuento escribo todas las mañanas desde que aparece la primera luz. Nadie lo molesta a uno y hace frío o fresco y uno empieza a trabajar y entra en calor a medida que escribe. Uno lee lo que ha escrito y como se detiene siempre cuando sabe lo que va a pasar después, arranca desde ahí. Uno escribe hasta llegar al lugar hasta donde tiene todavía jugo y sabe qué va a ocurrir después y entonces para y trata de vivir eso hasta el día siguiente donde le da de nuevo. Uno ha empezado a las seis de la mañana, digamos, y puede seguir hasta mediodía o terminar antes. Cuando para está tan vacío y al mismo tiempo nunca vacío sino lleno, como cuando se ha hecho el amor con alguien que uno quiere. Nada puede herirlo, nada puede suceder, nada significa nada hasta el día siguiente en que vuelve a hacerlo. Lo difícil es la espera hasta el día siguiente.

¿Puede descartar de su mente el proyecto en que está cuando deja la máquina de escribir?

Por supuesto. Pero se necesita disciplina para hacerlo y esta disciplina se adquiere. Hay que hacerlo.


¿Reescribe cuando lee lo que escribió el día ante¬rior? ¿O eso viene después, cuando está todo terminado?


Siempre reescribo cada día hasta donde dejé. Naturalmente cuando está todo terminado se revisa de nuevo. Hay otra oportunidad de corregir y reescribir cuando alguien lo pasa a máquina en limpio. La última oportuni¬dad son las pruebas de imprenta. Uno agradece estas distintas oportunidades.

¿Cuánta reescritura hace usted?

Depende. Reescribí el final de “Adiós a las armas”, la última página, treinta y nueve veces antes de quedar satisfecho.

¿Había algún problema técnico? ¿Qué era lo que lo desafiaba?

Encontrar las palabras justas.

¿Es la relectura lo que provoca el “jugo”?

Releer lo pone a uno en el punto donde hay que continuar, sabiendo que hasta ahí es tan bueno como se pudo. En cuanto se puede arrancar todo va bien. Siempre hay jugo en alguna parte.

¿Pero hay veces en que la inspiración no aparece?

Naturalmente. Pero si usted paró cuando sabía lo que iba a pasar después, puede seguir. Mientras pueda arrancar todo va bien. Ya vendrá el jugo.

¿Cuáles son algunos de los lugares donde le ha resultado más ventajoso trabajar? El hotel “Ambos Mun¬dos” debe de ser uno, a juzgar por la cantidad de libros que hizo allí. ¿O tienen poca importancia los alrededores para el trabajo?

El hotel “Ambos Mundos” de la Habana era muy buen lugar para trabajar. Esta finca es un lugar espléndido, o era. Pero he trabajado bien en cualquier parte. Quiero decir, he podido trabajar tan bien como puedo bajo circunstancias muy diversas. El teléfono y las visitas son los destructores del trabajo.


¿Es necesaria la estabilidad emocional para escribir bien? Usted una vez me dijo que sólo podía escribir bien cuando estaba enamorado. ¿Puede explayarse un poco sobre eso?


¡Qué pregunta! Pero bien por hacerla. Se puede escribir en todo momento en que la gente lo deje a uno solo y no lo interrumpa. O bien se puede si uno es lo bastante despiadado para hacerlo. Pero lo que mejor se escribe es cuando se está enamorado. Si para usted es lo mismo prefiero no explayarme.

¿Y qué pasa con la seguridad financiera? ¿Puede ir en detrimento de la buena literatura?

Si empezó temprano y usted ama la vida tanto como su trabajo será necesario mucho carácter para resistir la tentación. Una vez que la escritura se ha convenido en su mayor vicio y su placer más grande, sólo la muerte puede pararlo. La seguridad financiera es entonces una gran ayuda porque le evita preocuparse. Las preocupaciones destrozan la habilidad de escribir. Las enfermedades son malas en la medida que producen preocupación que ataca el subconciente y destruye las reservas.

¿Puede recordar el momento exacto en que decidió ser un escritor?

No. Siempre quise ser un escritor.

¿Cuál consideraría usted que es el mejor aprendizaje intelectual para el futuro escritor?

Digamos que debería ir y ahorcarse porque descubre que escribir bien es una dificultad intolerable. Entonces habría que cortarle la soga sin piedad y obligarlo por las propias a escribir lo mejor que pueda por el resto de su vida. Por lo menos tendría la historia del ahorcado para comenzar.


¿Qué pasa con la gente que ha hecho una carrera académica? ¿Cree que gran cantidad de escritores que ocupan cargos en la enseñanza han comprometido su carrera literaria?


Depende de lo que usted llame compromiso. ¿Lo dice en el sentido de una mujer que se ha comprometido? ¿O es el compromiso del estadista? ¿O el compromiso con su almacenero o con su sastre de que les va a pagar un poquito más pero en cuotas? Un escritor que puede escribir y enseñar tendría que hacer las dos cosas. Muchos escritores competentes han probado que podía hacerse. Yo no podría, lo sé, y admiro a los que pueden hacerlo. Me inclino a pensar, sin embargo, que la vida académica pondría punto a la experiencia exterior lo que limitaría posiblemente el conocimiento del mundo. El conocimiento, no obstante, demanda más responsabilidad de un escritor y hace más difícil la escritura. Tratar de escribir algo de valor permanente es una tarea que toma todo el tiempo aunque sólo se usen unas pocas horas en escribir realmente. Un escritor puede compararse a un pozo. Hay muchas clases de pozos como hay de escritores. Lo importante es tener agua buena en el pozo y es mejor sacar una cantidad regular que dejar el pozo seco y esperar que se vuelva a llenar.

¿Aconsejaría al joven escritor que trabaje en un diario? ¿Cómo le ayudó el aprendizaje que hizo usted en el “Kansas City Star”?

En el “Star” uno estaba obligado a aprender a escribir una frase declarativa simple. Eso es útil para cualquiera. El trabajo en un diario no dañará al joven escritor y puede ayudarlo si abandona a tiempo. Este es uno de los más polvorientos clichés que existen y me disculpo por él. Pero cuando a alguien se le hacen las mismas viejas preguntas se corre el riesgo de recibir las mismas viejas respuestas.

Usted escribió una vez en “Transatlantic Review” que la única razón para escribir periodismo era que estaba bien pagado. Dijo: “Y cuando se destruyen las cosas valiosas que uno tiene, escribiendo sobre ellas, uno quiere conseguir el gran dinero”. ¿Piensa en la escritura como un tipo de autodestrucción?

No recuerdo haber escrito eso. Pero suena lo bastante tonto y violento como para que yo lo haya dicho para evitar tener que morderme las uñas y decir algo sensato. No creo que escribir sea una especie de autodestrucción aunque el periodismo después que se ha llegado a un cierto punto puede ser una cotidiana autodestrucción para un escritor creativo serio.

¿Cree que el estímulo intelectual de la compañía de otros escritores tiene algún valor para el autor?

Por cierto.

¿En París en el año 20 tenía un “sentimiento de grupo” con los otros escritores y artistas?


No. No había sentimiento de grupo. Teníamos respeto por los otros. Yo respetaba a un montón de pintores, algunos de mi edad, otros mayores -Gris, Picasso, Braque, Monet que todavía vivía entonces- y unos pocos escritores: Joyce, Ezra, la buena de la Stein…

Cuándo escribe ¿se encuentra alguna vez influenciado por lo que está leyendo en ese momento?

No, desde los días en que Joyce estaba escribiendo “Ulyses”. La suya no fue una influencia directa. Pero en esos días en que las palabras que conocíamos nos estaban vedadas y teníamos que luchar por cada una de las palabras, la influencia de su obra fue lo que cambió todo e hizo posible que nosotros nos escapáramos de las prohibiciones.

¿Se puede aprender de los escritores algo sobre literatura? Joyce, por ejemplo, no toleraba hablar sobre literatura.

Con la gente del mismo oficio se habla en general de los libros de otros escritores. Cuanto mejor son los escritores, menos hablarán de lo que ellos mismos han escrito. Joyce era un muy gran escritor y solamente le explicaba lo que hacia a los mediocres. Se suponía que los otros escritores que él respetaba iban a poder saber lo que hacía con leerlo.

Parece que usted evita la compañía de escritores en estos últimos años. ¿Por qué?

Eso es más complicado. Cuanto más uno se adentra en la escritura, más solo está. La mayoría de sus mejores y más viejos amigos muere. Otros se van. Uno no los ve más que en ocasiones, pero uno escribe y tiene el mismo contacto con ellos como cuando estábamos juntos en el café en los viejos días. Uno se manda cartas irresponsables, obscenas, alegres, a veces cómicas, y es casi tan bueno como conversar. Pero uno está más solo porque debe trabajar y el tiempo para trabajar es cada vez más corto y si uno lo desperdicia siente como si hubiera cometido un pecado para el cual no hay perdón.

¿Cuáles diría que han sido sus antecesores literarios, los que más le han enseñado?

Mark Twain, Flaubert, Stendhal, Bach, Turgueniev, Tolstoi, Dostoiewski, Chejov, Andrew Marvell, John Donne, Maupassant, el buen Kipling, Thoreau, el Capitán Marryat, Shakespeare, Mozart, Quevedo, Dante, Virgilio, Tintoretto, Hieronymus Bosch, Breughel, Patinier, Goya, Giotto, Cézanne, Van Gogh, Gauguin, San Juan de la Cruz, Góngora, nos llevaría un día recordarlos a todos. Y además sonaría como si reclamara una erudición que no poseo en vez de tratar de recordar toda la gente que ha tenido influencia en mi vida y en mi obra. Esta no es una vieja pregunta estúpida. Es una pregunta muy buena pero solemne y requiere un examen de conciencia.

¿Relee a los autores de su lista, a Twain, por ejemplo?

Hay que esperar dos o tres años con Twain. Se lo recuerda demasiado bien. Leí algún Shakespeare este año, siempre “Lear”. Alegra leerlo.

Leer, entonces, es una ocupación constante y un placer.

Siempre estoy leyendo libros, tantos como existen. Me los raciono para tener siempre provisión.

¿Admite que hay simbolismo en sus novelas?

Supongo que hay símbolos ya que los críticos se la pasan encontrándolos. Si no le molesta, no me gusta hablar de ellos ni que me pregunten por ellos. Ya es bastante duro escribir libros y cuentos como para que además uno tenga que explicarlos. También, deja a los explicadores sin trabajo. Si cinco o seis o más buenos explicadores pueden continuar, ¿por qué los interferiría? Lea cualquiera de las cosas que escribo por el placer de leerlas. Cualquier otra cosa que encuentre estará en la medida que usted la haya aportado a la lectura.

¿Hasta qué punto está completo en su pensamiento la concepción de un cuento? ¿Mientras lo va escribiendo cambia el tema, el argumento o algún personaje?

A veces uno sabe el cuento. A veces lo va haciendo y no tiene la menor idea de cómo terminará. Todo cambia a medida que se mueve. Eso es lo que hace que el movimiento haga el cuento. A veces el movimiento es tan lento que no parece que se estuviera moviendo. Pero siempre hay cambio y siempre movimiento.

¿Le resulta fácil saltar de un proyecto literario a otro, o continúa hasta terminar lo que comienza?

El hecho de que esté interrumpiendo trabajo serio para contestar estas preguntas prueba que soy tan estúpido que debería ser castigado severamente. Lo seré. No se preocupe.

¿Se piensa en competencia con otros escritores?

Nunca. Solía tratar de escribir mejor que ciertos escritores muertos de cuyo valor estaba seguro. Desde hace un largo tiempo he tratado de escribir lo mejor que puedo. A veces tengo buena suerte y escribo mejor de lo que puedo.


¿Los personajes de sus obras, están tomados sin excepción de la vida real?


Por supuesto que no. Algunos provienen de la vida real. Mayormente se inventa a la gente a partir de un conocimiento y comprensión y experiencia de la gente.

¿Puede usted decir algo sobre el proceso de convertir un personaje de la vida real en uno de ficción?

Si explicara cómo a veces se hace esto se convertiría en un manual para los abogados que se ocupan de injurias.

¿Hace usted una distinción -como la hace E.M. Forster- entre personajes “chatos” y “redondeados”?

Si se describe a alguien, es chato, como son las fotografías y desde mi punto de vista, un fracaso. Si se lo compone con lo que uno sabe, aparecerán todas las dimensiones.

¿Cómo le pone nombre a sus personajes?

Lo mejor que puedo.

¿Le vienen los títulos mientras está en el proceso de hacer el cuento?

No, hago una lista de títulos después de haber terminado el cuento o el libro, a veces hasta de cien títulos. Luego comienzo a eliminarlos, a veces todos.

Cuando no está escribiendo, ¿sigue siendo constantemente el observador, buscando algo que pueda serle útil?

Seguramente. Si un escritor deja de observar está acabado. Pero no tiene que observar candentemente ni pensar cómo le será útil. Quizás eso sirva al principio. Pero después todo lo que ve va a la gran reserva de cosas que sabe o ha visto. En la literatura se está limitando por lo que ya ha sido hecho satisfactoriamente. Así que he tratado de aprender a hacer algo distinto. Primero he tratado de eliminar todo lo que es innecesario para comunicar experiencia al lector, de modo que después de leer algo, él o ella lo conviertan en parte de su experiencia y les parezca que realmente ha ocurrido. Esto es muy difícil de hacer y he trabajado duramente en esto.

¿Ha descripto alguna vez algún tipo de situación de la que no tenga conocimiento personal?

Es una pregunta rara. Por conocimiento personal ¿entiende usted conocimiento carnal? En ese caso la respuesta es positiva. El escritor, si es bueno, no describe. Inventa o crea a partir de su conocimiento personal e impersonal y a veces parece tener conocimientos inexplicados que pueden venirle de una experiencia olvidada familiar o racial.

¿En qué grado se debe estar separado de una experiencia antes de poder escribirla en términos de ficción?

Depende de la experiencia. Una parte de uno la ve con completa independencia desde el principio. Otra parte queda muy implicada. Creo que no hay reglas sobre el tiempo que debe transcurrir antes que uno pueda escribir. Dependerá en cómo se adapte el individuo, de cómo sean los poderes de recuperación de él o ella. Aprende varias cosas importantes muy rápidamente. Si le van a ser útiles o no, está condicionado a la supervivencia. Sobrevivir, con honor, esa palabra tan pasada de moda y tan omnimportante es tan difícil y tan importante como siempre para un escritor. Los que no duran son siempre los más amados ya que nadie tiene que verlos en sus largas, opacas e inexorables luchas, sin dar ni recibir un centavo por hacer algo como creen que debe hacerse antes de morir. Los que mueren o se van pronto y fácil y con buenas razones son preferidos porque son comprensibles y humanos. El fracaso y la cobardía bien disfrazada son más humanos y más amados.

¿Puedo preguntarle hasta qué punto cree usted que el escritor debe preocuparse por los problemas sociopolíticos de su época?

Cada uno tiene su propia conciencia y no deberían existir reglas sobre cómo debe funcionar una conciencia. De una cosa puede estar seguro y es que si la obra de un escritor preocupado por la política debe durar tendrá que saltear lo político cuando lo lea. Muchos de los llamados escritores enrolados políticamente cambian frecuentemente su política. Esto los alegra mucho a ellos y a sus revistas político-literarias. A veces tienen que escribir de apuro sus nuevos puntos de vista… Quizás esto pueda ser respetado como una forma de la búsqueda de la felicidad.

¿Diría alguna vez que hay una intención didáctica en su obra?

Didáctica es una palabra que ha sido mal usada y arruinada. “Muerte en la tarde” es un libro instructivo.

Se ha dicho que un escritor trata una o dos ideas a través de toda su obra. ¿Diría usted que su obra refleja una o dos ideas?

¿Quién dijo eso? Suena muy tonto. El hombre que lo dijo posiblemente no tenía más que una o dos ideas.

Usted ha dicho, creo, que la gran literatura nace de un sentimiento de la injusticia. ¿Considera importante que un novelista sea así dominado, por un sentimiento tan compulsivo?

Un escritor sin sentido de la justicia y la injusticia haría mejor en preparar un libro de lectura para una escuela de chicos infradotados que en escribir novelas. El don más esencial para un buen escritor es el de poseer un detector de mierda, innato y a prueba de choques. Ese es el radar del escritor y todos los grandes escritores lo tienen.

Finalmente, como escritor creativo ¿cuál cree que es la función de su arte? ¿Por qué una representación de los hechos en vez de los hechos mismos?

¿Por qué asombrarse de eso? De las cosas que han ocurrido y de las cosas tal como existen y de todas las cosas que uno conoce y de todas las que uno no puede conocer, se hace algo por medio de la invención que no es una representación sino una cosa nueva y completa más verdadera que cualquier otra cosa viva y verdadera, y se la hace viva, y si se la hace lo bastante bien, se le da inmortalidad. Por eso se escribe y por ninguna otra razón que se conozca.

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