sábado, 12 de noviembre de 2011

TODO ES POLÍTICA...
















¿Qué es el realismo? Un dispositivo óptico (mucho más que un método de representación). ¿En qué se reconoce el realismo? En una determinada actitud (una gestualidad) respecto de la realidad. En la presentación (no se trata de la representación) de determinadas unidades de discurso y determinadas relaciones entre esas unidades. Finalmente, el realismo es un plan de consistencia: vuelve consistente mediante un complejo artificio singularidades irreductibles, acausales y atemporales. O sea: no tanto una forma de pensamiento cuanto una instancia de inteligibilidad. El realismo es (será) siempre descriptivo. Sólo que subordina la descripción a una determinada distribución de las masas semánticas.
La mayoría de las veces, el realismo audiovisual termina siendo aburrido, precisamente por la necesidad de mantener como constantes las articulaciones principales de sus postulados de intelegibilidad. Una vez comprendido el sistema, el automatismo lleva al hastío. Salvo que...salvo que la descripción sea tan intensa que permita olvidar esas articulaciones y focalizar la atención en el detalle: Lukács pensaba que eso es la ruina del realismo, que eso es el naturalismo (cuyo ejemplo más famoso será siempre Flaubert).
Finalmente, la decisión de catálogo importa poco y aún la realidad más convencional puede presentarse bajo un dispositivo óptico más bien alucinatorio


Esta introducción, a cargo de Link, bien vale como marco teórico para dar cuenta de mi última experiencia cinematográfica: la película argentina "El estudiante". Y es que -en el film- la realidad queda condensada por la articulación de la política (aquello insoslayable para el "vivir social") y la sexualidad/afectividad (aquello insoslayable para el "vivir personal").
Lo real, entonces, es política y es deseo. Y es -obviamente- deseo de política.
Lo real es -también- deseo de conocimiento, porque el conocimiento (y el juicio de valor que todo conocimiento debería despertar en un espíritu crítico) es, en última instancia, el que habilita cualquier tipo de intervención política.
La ópera prima de Santiago Mitre pone de manifiesto la presencia de aquellos elementos "propios de la política" (alianzas, traiciones, negociaciones, triunfos y derrotas a medias, desilusiones diarias, convicciones que se sostienen y convicciones que se diluyen en las conciencias para no perderlo todo), dentro del marco de la renovación de cargos en la Universidad de Buenos Aires.
En ese contexto - es decir, en este contexto- la pregunta por los posicionamientos que uno debería adoptar en relación al "factor política" resultaría harto difícil de dilucidar. Y es que el contexto antes enunciado puede llegar a funcionar -y de hecho siempre lo hizo sobre mi cuerpo y el de mis amigos- como una eficaz máquina aplanadora de voluntades no del todo cristalizadas.
Sin embargo, hoy como ayer, resulta necesario (imprescindible?)no dejarse caer en la tentación del abandono absoluto de aquello que -en definitiva- viene a interrogar al presente sobre la única pregunta que merece ser contestada:cómo vivir juntos?

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