Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
sábado, 12 de noviembre de 2011
JUVENTUD MILITANTE: TEORÍA Y PRAXIS
El debut de Santiago Mitre –guionista experimentado y codirector de El amor (primera parte)-fue, sin duda, uno de los puntos fuertes de la Competencia Internacional del BAFICI.
El estudiante es una película atípica en el panorama del cine independiente argentino: a partir de una narración sólida, se sumerge de lleno en el mundo de la militancia universitaria para hablar de política de frente, pero sin obviedades. En esta entrevista, el joven director nos cuenta sobre el nacimiento, desarrollo y futuro de este ambicioso proyecto.
El Ángel Exterminador: ¿Cómo surgió el proyecto?
Santiago Mitre: Yo tenía una primera idea en torno a la vocación; quería trabajar con eso, preguntándome qué es la vocación, y con la idea de un personaje perdido en la Universidad de Buenos Aires. Esas dos cosas fueron el vector original del relato: filmar la UBA y llevar a cabo una indagación en torno a la vocación, con un personaje que va saltando de una carrera a la otra; de algún modo, era una película más existencial, más episódica. Empecé a escribir sobre eso y surgió un episodio donde empecé a trabajar con que el protagonista comenzaba a militar, y me di cuenta de que había algo un poco más interesante en ese relato de la militancia en la universidad, y que a la vez se tocaba con ciertos intereses personales que vienen de mi familia, en la que todos se han dedicado a la política. Y encontré que en esas dos cosas se unía algo que me tocaba un poco más de cerca y que merecía ser narrado. Entonces empecé a trabajar en eso, en la vocación política en sí, y a intentar contar la política en la Universidad de Buenos Aires para poder reflexionar y narrar algo en torno a la política argentina; como si contando la política en la UBA se pudiese retratar la política en la Argentina en esta época.
La política me toca desde un lugar familiar: en mi familia todos se han dedicado a la política. Mi bisabuelo fue Ministro de Agricultura de Yrigoyen; mi abuelo fue funcionario durante el gobierno de Perón, mi viejo militó y trabajó para el Frente Grande. No estudié en la UBA pero siento que hay algo ahí, en torno a la política más que a la militancia universitaria, que me es cercano.
EAE: Uno de los puntos fuertes de la película es el guión. ¿Cómo fue el trabajo en esa etapa?
SM: Empecé a trabajar en torno a esa idea. Tuve reuniones semanales durante un año, aproximadamente, con Mariano Llinás; él leía el material y trabajábamos juntos en la construcción del relato. Hasta que llegué a una primera versión, y ahí empecé a trabajar con un amigo que tiene experiencia real en la militancia y conoce bien cómo funciona la política en la universidad. Y después investigué mucho; al tener formación como guionista estoy acostumbrado a trabajar así, a hacer un trabajo de campo fuerte. El guión me tomó más dos años de escritura; mientras escribía iba a la UBA a filmar asambleas, a hacer entrevistas a gente que militaba, a aprender un poco del universo iba a retratar. Y como el acercamiento del protagonista es un poco virgen con respecto a la política, en un punto el guión retrata un poco ese aprendizaje que fui haciendo mientras escribía.
Era muy importante el guión para mí, un poco porque yo soy guionista, y la verdad es que me daba seguridad antes de salir a filmar mi primera película en solitario saber que estaba pisando sobre terreno sólido; entonces me tomé todo el tiempo que hizo falta para sentir que estaba bien. Es una película hecha con tan pocos recursos y con tantas ambiciones narrativas que el guión era como mi refugio. Cada vez que estaba perdido volvía al guión, a leer, y a confiar en que esa primera sensación que tuve cuando llegué a la versión final era lo que tenía que seguir buscando.
EAE: ¿Cómo fue la experiencia de rodar en la universidad?
SM: Se empezó a filmar en agosto y se terminó de filmar en febrero. Durante cinco meses, filmamos a veces dos o tres jornadas por semana, a veces menos, incluso. Fueron sesenta jornadas de rodaje. Teníamos apoyo total de la Universidad, de la Facultad de Ciencias Sociales, que nos habilitó una autorización para entrar y filmar a las clases, filmar incluso de modo documental, y nos dio las aulas cuando necesitábamos montar una escena de ficción. Fuimos haciéndola con la colaboración de los actores y el equipo técnico, que entendieron que esa era la única manera de hacer una película así. Es una película muy independiente pero a la vez muy grande en su narración. Esa era la única posibilidad de hacer la película; ellos colaboraron y me ayudaron muchísimo, y gracias a ellos se pudo terminar.
EAE: ¿Cómo afectó el proceso de rodaje al resultado final? ¿Cómo se fue inmiscuyendo el avance de la política “real”, tan presente en ese contexto de la universidad, en el proyecto?
SM: Yo tenía por un lado las cosas específicas que tenía que relatar de la política específica de la UBA: las asambleas, las elecciones. Eso ya lo teníamos en el calendario, ya lo sabíamos, teníamos la colaboración de los chicos del centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales y nos iban avisando cuándo había actividades, marchas, etc., como para que pudiéramos ir a filmar. Sabíamos que las elecciones eran en octubre y que las teníamos que filmar, y estábamos atentos a eso.
En un punto, la militancia universitaria me servía para plantear el contexto. Entonces al principio era importante ser rigurosos y ser “reales” en las especificidades de la política estudiantil, pero después la película se vuelve un poco más general. Me esforcé mucho durante el guión para que no refiriera a ninguna situación política coyuntural. Se entiende que la historia transcurre durante el kirchnerismo pero no se habla del kirchnerismo, y se entiende que es durante el rectorado de Hallú, pero no se habla de Hallú, nunca, y quería que fuese así, que apuntase como a una cierta unidad política, sin entrar en detalles.
El rodaje fue tan largo que paso algo interesante, que me gusta mucho, y que disfruto mucho de ver en la película, que es cómo se fueron metiendo los sucesos políticos, a pesar de que no los estábamos siguiendo. Porque la universidad es como un reflejo total de lo que pasa en la política del país y del mundo, incluso. Empezamos a filmar en paralelo al conflicto que hubo en los secundarios, y aprovechamos eso y fuimos a filmar las marchas. Después de que terminó el conflicto de los secundarios hubo una toma de 31 días, y dijimos: “Vamos y filmemos las asambleas ahora que hay discusión política en serio”. Después vino el asesinato de Mariano Ferreyra. Entonces se va viendo que en las paredes está; no se habla de Mariano Ferreyra, no se habla del problema sindical en la argentina, pero están los afiches, está de fondo, y al encuadrar al protagonista caminando aparecé la cara de Mariano Ferreyra. Y después murió Kirchner, y otra vez: se dio todo esa especie de resurgimiento del peronismo en la facultad de Sociales; antes de eso no se hablaba, y de golpe las agrupaciones kirchneristas empezaron a ganar una popularidad que no tenían. Entonces, a pesar de que no había un esfuerzo por retratar la época, la situación concreta del kirchnerismo, hay algo que se filtró. Era complejo, porque en un punto mientras filmábamos tuvimos la tentación de ir a filmar el funeral de Kirchner, porque podía servir para ae película. Pero como la narración era tan compleja la narración, preferí no hacerlo, no salir a perseguir los sucesos políticos que, por cierto, son tan variables que nunca hubiera podido terminar la película si me ponía a seguirlos. La discusión política se va corriendo de eje todo el tiempo, y yo preferí centrarme en la praxis política como tema y no tanto en una situación coyuntural.
EAE: Volviendo al trabajo de guión, ¿cómo definirías la función del narrador en la estructura de la película? ¿A qué obedece la decisión de incluirlo en el relato?
SM: En un momento, cuando encontré esto de la política como tema, me pareció que había que trabajarlo casi como una unidad independiente, y el narrador me daba la posibilidad de eso: de incluir información directa que refiriese a la historia argentina, a veces, o a determinada situación de los personajes, porque por un lado se relata la historia de la iniciación política de un personaje, y por el otro se cuentan cosas de la historia argentina. Yo tenia ganas de que una película contase eso del traslado de la capital a Viedma, tenía ganas de contar lo de Lisandro de la Torre... A veces se hace en las escenas, en los diálogos; por ejemplo, el discurso de Perón echando a los Montoneros. Quería que la película pudiera trabajar en esas dos líneas: que estuviera, por un lado, el relato central, y que por el otro lado refiriera a situaciones históricas argentinas que son centrales para la política y para la película, que fuese una película de tema. Y el narrador era eso: por un lado está el relato de esta personaje, y por el otro el análisis de la historia política argentina.
EAE: ¿Cómo sigue el recorrido de la película después del BAFICI?
SM: Incierto. Hicimos la película para presentarla en el BAFICI; teníamos muchas ganas de presentarla en el Festival porque es el espacio donde se esperan las novedades del cine argentino, y donde se discute sobre cine argentino, sobre producción y sobre estética, así que nos parecía que era el mejor lugar para presentar una película así. Por otro lado, siento que es muy para un público argentino. Entonces, con respecto a nuestras expectativas, a partir de ahora lo que venga será bien recibido, pero lo importante era que se proyectara acá y que recibiera atención acá: en este festival en particular, en Buenos Aires, y en la Argentina. Y después vamos a intentar estrenarla; cuanto antes, mejor.
Yo tenía una primera idea en torno a la vocación; quería trabajar con eso, preguntándome qué es la vocación, y con la idea de un personaje perdido en la Universidad de Buenos Aires. Esas dos cosas fueron el vector original del relato: filmar la UBA y llevar a cabo una indagación en torno a la vocación, con un personaje que va saltando de una carrera a la otra; de algún modo, era una película más existencial, más episódica. Empecé a escribir sobre eso y surgió un episodio donde empecé a trabajar con que el protagonista comenzaba a militar, y me di cuenta de que había algo un poco más interesante en ese relato de la militancia en la universidad, y que a la vez se tocaba con ciertos intereses personales que vienen de mi familia, en la que todos se han dedicado a la política. Y encontré que en esas dos cosas se unía algo que me tocaba un poco más de cerca y que merecía ser narrado. Entonces empecé a trabajar en eso, en la vocación política en sí, y a intentar contar la política en la Universidad de Buenos Aires para poder reflexionar y narrar algo en torno a la política argentina; como si contando la política en la UBA se pudiese retratar la política en la Argentina en esta época.
La política me toca desde un lugar familiar: en mi familia todos se han dedicado a la política. Mi bisabuelo fue Ministro de Agricultura de Yrigoyen; mi abuelo fue funcionario durante el gobierno de Perón, mi viejo militó y trabajó para el Frente Grande. No estudié en la UBA pero siento que hay algo ahí, en torno a la política más que a la militancia universitaria
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