sábado, 21 de abril de 2012

LAS MALAS COMPAÑÍAS

"Formas de vida" Por Daniel Link para Perfil

A la noche tendré que dar una clase sobre temas que requieren una perspectiva de presente e, incluso, de futuro. Pero paso todo el lunes, desde la madrugada, inmerso en un pasado viscoso que me arrastra y me saca del sueño reparador que necesitaba y que naturalmente, tendrá como resultado que mis alumnos piensen que estoy loco o drogado (o las dos cosas a la vez). La que está loca es esa mujer desquiciada que grita y llora y cuyas destempladas recriminaciones me llegan por el pozo de ventilación al que da la ventana del dormitorio. Siempre muy temprano, ella o su hermana (las dos viven juntas con sus hijos, abandonadas por sus maridos que se hartaron con justa causa de soportar sus arrebatos psicóticos) se trenzan en discusiones que hacen temblar las paredes del edificio (cuando no es así, el fragor del alcohol las arrastra a cantar “Seminare” o “No te enamores nunca de aquel marinero bengalí” a altas horas de la madrugada). Esta vez una de ellas (la de voz más grave) se enfrenta con su hijo de siete años y le grita, y le grita, y le grita. “SOS UN IRRESPETUOSO TE VOY A ENCERRAR”. No lo hace, por fortuna, porque la vez que lo hizo, el niño pateo, con justa causa, la puerta hasta quedar extenuado y hasta que yo subí a amenazar a la madre con llamar al 102, Línea de Asistencia a la Infancia y la Adolescencia. Como los gritos no cesan, aspiro hondo y grito por la ventana: “CALLATE, LOCA”. Los gritos siguen, siguen, siguen: “ME TENÉS HARTA YA VAS A VER RESPETAME SOY TU MADRE”. Repito la aspiración y, esta vez: “HACETE VER, ENFERMA”. Y entonces otro vecino hace sonar la vuvuzela con la que supone que puede imponer tranquilidad. Para qué. Ella se pone a gritar(nos): “Y VOS? HACETE VER VOS QUE HACÉS SONAR ESA CORNETA”. La estupidez de mi vecino ha aniquilado mi veredicto, la loca de la casa cree que somos el mismo y todos quedamos envueltos en una viscosa película de demencia popular. “TOCAME TIMBRE SI QUERÉS... LLAMÁ A LA POLICÍA”. ¿Qué podría yo hacer con esas vidas infames? Mejor callar, aceptar como se pueda el violento retroceso temporal que nos arroja a un conventillo lunático de la década del cuarenta.

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