sábado, 7 de abril de 2012

YA NO SOMOS DOS...





Si las rupturas amorosas nos dan una posibilidad (o la ilusión de una posibilidad), esta es la de ver el fenómeno del que acabamos de salir como algo totalmente externo a nuestro ser. La posibilidad de ver no ya en calidad de protagonista, sino como testigo privilegiado (¿testigo privilegiado?), un ella, un yo y un nosotros malogrados en una determinada conjugación temporal.Los restos del amor aparecen, entonces, como charcos de agua después de la tormenta.
Algo que nunca tuve en cuenta en mis relaciones: amar es amar a una persona; no a su deseo. Esa distinción, muchas veces oscurecida por la potencia cegadora que nos inyecta el sentirnos objeto de deseo, es vital para entender las razones por las cuales "ya no somos dos". No somos dos porque nunca lo fuimos. Siempre fui yo y tu deseo. Vos nunca participaste como una persona. Y una persona es su deseo y su voluntad no sólo para con el objeto amado sino para todo el resto. Y esto, traducido en la vida cotidiana, implica un conjunto de posicionamientos frente a las cosas de este mundo. De eso también hay que enamorarse.
Una imagen reciente que, definitivamente, cierra el ciclo: participamos, hace unos días,de una manifestación. Dudé sobre ir o no, porque la manifestación implicaba un corte de la autopista, práctica que no comparto a la hora de reclamar por derechos. Mientras estábamos en el lugar, escuchando los cánticos y los bombos, mientras arrancaban un cartel del gobernador para prenderlo fuego junto con las gomas que ardían bajo una nube de humo negro, sin que ella se diera cuenta, la observé detenidamente unos segundos. Lo hice sin que ella se diera cuenta, animada como estaba hablando con otra compañera de trabajo. En ese momento, mientras la observaba, sentí una claridad absoluta en la mirada, como si a medida que recorría su figura con mis ojos, en lugar de ver una determinada composición física, estuviera viendo una radiografía completa de su cuerpo y de su alma.
Fue entonces cuando a la sensación de arrepentimiento original (por participar de algo con lo que no estoy de acuerdo)se me sumó una extraña sensación de estar viendo por primera vez una persona -y una relación- tal como es, y es una persona de la cual nunca, jamás, me podría llegar a enamorar.
Lo que vino después -lo que ocurre hoy y, tal vez, seguirá mañana- es una sensación de plena libertad que sólo aparece en esos estadíos de sinceridad absoluta que se nos presentan, muchas veces, casi sin buscarlos en demasía.
Ya no somos dos.

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