Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
domingo, 5 de agosto de 2012
EL GRAN DEBATE...(SEGUNDA ENTREGA)
Christian Castillo: El kirchnerismo se construyó una imagen de sí mismo de que a la izquierda del kirchnerismo no había nada, y eso fue parte central del "relato" construido por núcleos fundamentales de la intelectualidad kirchnerista; crear esa imagen de que el kirchnerismo era lo más a la izquierda que se podía estar. Incluso se ha postulado en distintas ocasiones que las luchas que la izquierda ha protagonizado eran funcionales a la derecha.
Si uno ve la dinámica de estos años, cada vez que el movimiento de masas tendió a superar al kirchnerismo por izquierda -porque la tercerizaciones no las suprimió el kirchnerismo; se han mantenido como una conquista de la burguesía entre la dictadura y la década del 90, que no se ha alterado en la estructura capital-trabajo en nuestro país, o el 35 % del trabajo en negro-; cuando eso fue cuestionado por la lucha, el kirchnerismo estuvo en otro lado, y eso no lo podemos negar.
Cuando en Kraft se echó una comisión interna y se salió a luchar, y los compañeros dieron una lucha ejemplar, el kirchnerismo estuvo del otro lado; cuando en esta facultad (la de ciencias sociales) luchamos por fondos para que se construya este edificio, que se consiguió, cada centavo, con tomas y lucha, el kirchnerismo nos acusó de funcionales a la derecha. Entonces no es cierto que el kirchnerismo está contento con la conflictividad social.
El kirchnerismo ha tenido como característica la institucionalización, y en ese sentido, la política de la domesticación, contención y esterilización del conjunto de los movimientos populares existentes en Argentina. Es hijo de 2001, pero no en el sentido en que los kirchneristas lo expresan, lo es en el sentido de que en su lenguaje y acción política se tuvo que adaptar a una circunstancia de implosión del sistema político, de crisis completa del Estado burgués, y que para reconstruirlo tuvo que tener un lenguaje adecuado a esas nuevas circunstancias y relaciones de fuerza expresadas en la Argentina. El kirchnerismo, por su propia debilidad de origen, tuvo que tomar reclamos de los movimientos populares, para limitarlos, contenerlos y recurrir a mecanismos para "transformismo" y de lo que Gramsci llamaba corrupción-fraude para evitar que esos movimientos lo ataquen por izquierda. Y en eso ha tenido bastante éxito, apoyados en el mecanismo tradicional del peronismo, que se ha basado en el control de la burocracia sindical.
Entonces, si uno ve a qué ha recurrido en el kirchnerismo, es a un movimiento de cooptación generalizado de nuevos movimientos que salieron a la lucha en todo este período, y otros antiguos.
¿Por qué el Kirchnerismo no ha debatido con lo que está a su izquierda? En la tv pública, oficial, que se ha democratizado supuestamente con la Ley de Medios, ¿ustedes me vieron debatir a mí algún día, en algún programa de las 24 horas de transmisión ininterrumpida que tiene canal 7? ¿A Altamira, mi compañero de fórmula? ¿6,7,8 nos invitó a algún debate, aún en ese esquema 7 contra 1 con el que debatieron con Sarlo? No.
Que el kirchnerismo no discuta es un signo de debilidad ideológica, de debilidad de proyecto; de que no se pueden sostener ciertas ideas frente a contrincantes que le van a marcar los puntos de quiebre, y que esos puntos de quiebre no los quieren abordar ni siquiera intelectualmente. Hay una debilidad estructural.
Entonces el kirchnerismo tiene ese componente, el aparato del PJ tradicional, de punteros y gobernadores, un sector conservador si lo hay en Argentina, ideológicamente conservador, con elementos fascistizantes en su composición, entrelazado con la mafia de las policías locales, que defiende sus intereses en base a gatillo fácil y matonaje; son componentes centrales de este movimiento; la burocracia sindical es un componente, y también el sector progresista del kirchnerismo es un componente de este movimiento. Y este movimiento, desde mi punto de vista, está cada vez más atado con alambre; depende hasta de una persona...
Creo que multitud de personas que tienen ilusiones en el kirchnerismo, o porque lo consideran el mal menor, o porque les disgustan aquellos sectores de las corporaciones empresarias que se pelearon con el gobierno; son sectores que van a ser atraídos por una política clasista; no tengo ninguna duda, porque la aspiración a que puede lograrse la emancipación nacional de la mano de la burguesía nacional es una idea que no tiene correlato con la historia.
El kirchnerismo no expresa una tendencia a la liberación nacional; expresa una tendencia a tratar de reconstruir el Estado burgués haciendo ciertas concesiones a las masas, producto de las condiciones de 2001, en una situación excepcional de crecimiento en toda la región, que les permitió cierta concesión de recomposición del salario real.
Creo que hay que nacionalizar los recursos estratégicos de la economía, que hay que quitárselos al capital privado extranjero y a los monopolios en general; que hay que nacionalizar la banca, que hay que nacionalizar las tierras. Y que hay que construir una fuerza social y política con la capacidad de llevar eso adelante.
Eduardo Gruner: Es -o debería ser- tarea del pensamiento crítico la de precisamente poner en crisis los sentidos comunes sobre esa lógica de los límites actuales. Y señalar la tensión entre lo posible y lo que hoy pareciera ir más allá de él.
El gobierno, que en su momento pudo terciar entre las demandas de los sectores más oprimidos y las de las clases dominantes, hoy ha conseguido estabilizar el apoyo de las principales expresiones de poder económico con la comparativamente marginal excepción de los medios de comunicación más concentrados o de los sectores más reaccionarios en materia de derechos humanos. Esa es la razón por la cual me atreví a decir en otra parte que la llamada oposición es innecesaria.
Las batallas culturales de la hora actual se presentan bajo la forma de luchas binarias entre entidades más o menos homogéneas, que no parecieran tener fisuras internas: el Estado contra el mercado, el gobierno contra el monopolio de medios, la "cultura k" contra la derecha gorila, y así. De ninguna manera pretendo decir que eso no exista, que sea pura invención. Ninguna ideología puede aspirar a eficacia alguna si no contiene un momento de verdad. La cuestión es, por supuesto, la relación de ese momento con la totalidad, compleja y abierta, de lo que está en juego. La reducción de la batalla cultural a esos bloques de oposiciones no me resulta convincente. En primer lugar los opuestos tienen muchos canales de comunicación subterráneos: puesto que hasta nuevo aviso estamos en la sociedad capitalista, el Estado no es el opuesto al mercado, más allá de los ocasionales conflictos que puedan plantearse entre ellos. Y el gobierno no siempre estuvo por principio contra el monopolio mediático; y Dios sabe que hay una porción no desdeñable de derecha dentro del espacio del gobierno.
En segundo lugar, cada uno de esos bloques de oposiciones está atravesado transversalmente por los conflictos estructurales de la sociedad; para decirlo brutalmente, por la lucha de clases. Por supuesto, lo que se llama la lucha de clases no está siempre nítidamente expuesta y transparentada como se la describe en los manuales. A decir verdad, nadie vio una lucha de clases en estado puro. Ella se manifiesta por todo tipo de desvíos y transfiguraciones materiales y simbólicas, y a veces bien directas y violentas como lo vimos en el caso del asesinato de Mariano Ferreyra.
Es, entonces, cuando emerge el "exceso" que las cosas realmente vuelven a su lugar, y entonces se puede apreciar que los enemigos en la batalla cultural eran menos irreconciliables de lo que parecían, puesto que tironeaban respetando las coordenadas de la misma lógica política y que por lo tanto eran complementarios en la confrontación de la famosa hegemonía cultural.
Un frente de izquierda es un exceso, o puede serlo: depende lo que hagamos con él. Es un exceso al que debemos someter a crítica permanente, atendiendo a sus actuales o potenciales defectos.
Cuando se dice "las revoluciones han fracasado", más bien habría que poner el acento en si ese fracaso justifica la pérdida del deseo de volver a hacer el esfuerzo, puesto que si esas revoluciones fracasaron, entonces, todas por definición van a fracasar.
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Un artículo muy interesante sobre el aporte del psicoanálisis a la política -y que ayuda a pensar este debate- es el de Jorge Aleman, el jueves pasado en Página 12.
ResponderEliminarhttp://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/index.html
Hay muchas cosas que se pueden decir del troskismo: lo primero: que tienen una idea falsa del ser humano, que no tiene en cuenta el poder de los lazos amorosos, la presencia del goce singular de cada sujeto, la maldad y la autodestrucción como elemento de su estructura. Esto hace que cometan muchos errores, pues le hablan e interactúan con un sujeto ideal, que no existe.
Aclaro: no es el caso de Eduardo Gruner, un tipo muy advertido -lector de la dimensión subjetiva de la política- de que no se trata de actuar desde un ideal.
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