miércoles, 29 de agosto de 2012

DORMIR Y SOÑAR...





Si dormir es -de algún modo- morir un poco, mis tardes de las últimas semanas me indican, entonces,  que puedo ir preparando mi testamento (se puede hacer un testamento dejando sólo un puñado de locos deseos como legado?). Evidentemente no. Los deseos -como los sueños vespertinos- no tienen cuerpo.
Volver a la UNLZ (lugar sobre el que Fernando Vallejo no dudaría en despacharse con una brutalidad comparable con la que describe a su Colombia natal), es -a la vez- mi salvación inmediata y mi castigo letal: el producto mas nombre de mi neurosis. Sus aulas despiertan una ternura feroz difícil de asimilar.
"Las ciencias sociales buscan cambiar el mundo...de qué forma estudiar letras busca esto mismo?" preguntó un compañero (muy joven) a la profesora de literatura europea. Al escuchar este tipo de inquietudes, uno no sabe si abrazar al "inquieto" o apagarle un cigarrillo en la palma de la mano.
Estudiar letras sólo puede servir (independientemente del rol docente y el futuro muy incierto de escritor)- a quien se embarca en tal proyecto tan poco utilitario- como creación de una determinada "manera" de estar en el mundo: una manera que tienda a la crítica.
La literatura no es otra cosa que un sueño...y los sueños vienen a mi -generalmente en mis tardes de agotamiento milenario- impulsados por una corriente que debe más su fuerza a cuestiones ligadas a procesos fisiológicos que a una convocatoria formal.
Al sueño vuelvo entonces:  a soñar, que para dormir está  la facultad.

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