Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
domingo, 27 de abril de 2014
EL SIGLO...(PRIMERA ENTREGA)
E. HOBSBAWM ("Vista panorámica del Siglo XX")
La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos de finales del siglo XX.
En su mayor parte los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven.
El mundo que se desintegró a finales de los años ochenta era aquel que había cobrado forma bajo el impacto de la Revolución Rusa de 1917.
El mundo que ha sobrevivido una vez que han concluido los efectos de la Revolución de Octubre es un mundo cuyas instituciones y principios básicos cobran forma por obra de quienes se alinearon en el bando de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
Los elementos del bando perdedor o vinculados a ellos no sólo fueron silenciados, sino prácticamente borrados de la historia y de la vida intelectual, salvo en su papel de enemigo.
El siglo comienza con un ciclo de catástrofes: la primer y segunda guerra mundial. A ello siguió un período de 25 o 30 años de extraordinario crecimiento económico y transformación social, que probablemente transformó la sociedad humana más profundamente que cualquier otro período de duración similar.
La alianza entre capitalismo y comunismo -contra el fascismo- para salvar la democracia, es el momento decisivo del siglo.
En la segunda mitad del siglo, el capitalismo (que había sobrevivido a las guerras, la gran depresión económica y el fascismo) parecía tener que hacer frente todavía al "duende global" de la revolución, cuyas fuerzas podían agruparse en torno a la URSS, que había emergido de la segunda guerra mundial como una superpotencia.
Con la caída del régimen soviético, el mundo actual está dominado por una tecnología revolucionaria que avanza sin cesar. La consecuencia de mayor alcance de esos procesos ha sido, tal vez, la Revolución de los sistemas de transporte y las comunicaciones, que prácticamente han eliminado el tiempo y la distancia.
Se dan, entonces, tres grandes transformaciones: el mundo ya no es exclusivamente eurocéntrico; se produce un pasaje de economías nacionales a las transnacionales. Y, finalmente, la ruptura con el pasado: una desintegración del tejido social en búsqueda del beneficio personal.
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ALAIN BADIOU ("EL SIGLO")
El siglo, que se articula en torno a dos guerras mundiales -por un lado- y el origen, despliegue y posterior hundimiento de la llamada empresa comunista como empresa planetaria - por el otro- en un siglo maldito. Para pensarlo, los principales parámetros son los campos de concentración, las cámaras de gas, las masacres, la tortura, el crimen estatal organizado.
En definitiva, el siglo XX será el siglo del triunfo del capitalismo y del mercado mundial. Es el siglo en el cual la política se transforma en tragedia. Y es, también, el siglo en el que el hombre se obsesiona con crear al "hombre nuevo".
El problema del siglo es el problema entre vitalismo y voluntarismo. ¿Cómo se anudan en el siglo la cuestión de la vida y la del voluntarismo? También aquí Nietzsche es profético con su voluntad de poder.
Desde un punto de vista filosófico, la cuestión es -sin duda- la de la relación entre vida y voluntad, que está en el centro del pensamiento de Nietzsche.
El siglo estuvo obsesionado por su propio horror. Es un siglo que se sabe sangriento, sobre todo desde la Guerra de 1914, que fue un trauma inconcebible. Pero es igualmente cierto que el siglo se piensa a sí mismo -también- como comienzo de una nueva era, infancia de la verdadera humanidad, promesa...
sábado, 26 de abril de 2014
EXTREMIDADES NERVIOSAS...
"ADIÓS, PRECIOSA" Por Martín Kohan para Perfil
“La jeta hinchada de palabras soeces”, escribió Oliverio Girondo. “Para que los hombres les eyaculen palabras al oído”, escribió también. Ambas cosas en los años 20: registro palpable de que en el paisaje urbano ya entonces el piropo podía ser sentido como palabra sexualizada o como palabra grosera (o que toda palabra sexualizada es grosera por necesidad, lo cual sería peor).
Negarlo sería necio: los piropos alcanzan a menudo el grado alarmante de una violencia verbal explícita; no expresan un deseo o un parecer, ni siquiera un presuroso convite: son lisa y llanamente una amenaza, y a nadie le agrada recibir amenazas. Si el paso de una persona en la calle suscita en otra la fantasía o la urgencia de hacerle esto o aquello, en tal postura o en tal otra, con tal o con cual consecuencia, ¿por qué tiene que decírselo? ¿Por qué tiene el otro que escucharlo?
Los piropos, sin embargo, como género discursivo, no agotan sus posibilidades en la invectiva del calenturiento procaz o en el gangoseo ronco del baboso de ocasión. También pueden estar al servicio del arte de la seducción, que es una forma de relación social decisiva, o de los rituales del galanteo, que es un pilar de las cordialidades cívicas.
Me pregunto, porque no lo sé, si los que militan en contra de los piropos lo hacen para criticar sus variantes agresivas, o si lo hacen para rechazarlos como un todo y como tales. Si se trata de lo primero, no veo manera de no estar de acuerdo. Si se trata de lo segundo, en cambio, tal vez deberían sincerar su posición y esgrimir consignas así: “Si no me conocés, ni me hables”; o: “Si no me conocés, ni me mires”.
Es una posición tan respetable como cualquier otra. Pero debo decir que yo he conocido ciudades en las que la gente que no se conoce no se habla, ciudades en las que la gente que no se conoce no se mira. Y son lugares muy cargados de violencia y malestar.
jueves, 24 de abril de 2014
FORMA-DE-VIDA
ENTREVISTA A G. AGAMBEN
El gobierno Monti invoca la crisis y el estado de necesidad,
y parece ser la única salida tanto de la catástrofe financiera como de las
formas indecentes que el poder habia asumido en Italia. ¿ La convocatoria de
Monti era la única salida, o podria, al contrario, servir de pretexto para
imponer una seria limitación a las libertades democráticas?
“Crisis” y “economia” actualmente no son usadas como conceptos, sino como palabras de orden, que sirven para imponer y para hacer que se acepten medidas y restricciones que las personas no tienen ningún motivo para aceptar. ”Crisis” hoy en día significa simplemente “vos debés obedecer!”. Creo que sea evidente para todos que la llamada “crisis” ya dura decenios y nada más es sino el modo normal como funciona el capitalismo en nuestro tiempo. Y se trata de un funcionamiento que nada tiene de racional.
“Crisis” y “economia” actualmente no son usadas como conceptos, sino como palabras de orden, que sirven para imponer y para hacer que se acepten medidas y restricciones que las personas no tienen ningún motivo para aceptar. ”Crisis” hoy en día significa simplemente “vos debés obedecer!”. Creo que sea evidente para todos que la llamada “crisis” ya dura decenios y nada más es sino el modo normal como funciona el capitalismo en nuestro tiempo. Y se trata de un funcionamiento que nada tiene de racional.
Para entender lo que está pasando, es necesario tomar al pie
de la letra la idea de Walter Benjamin, según el cual el capitalismo es,
realmente, una religión, y la más feroz, implacable e irracional religión que
jamás existió, porque no conoce ni redención ni tregua. Ella celebra un culto
ininterrupto cuya liturgia es el trabajo y cuyo objeto es el dinero. Dios no
murió, se tornó Dinero. El Banco – con sus funcionarios grises y especialistas
– asumió el lugar de la Iglesia y de sus sacerdotes y, gobernando el crédito
(incluso el crédito de los Estados, que docilmente abdicaron de su soberania ),
manipula y administra la fe – la escasa, incierta confianza – que nuestro
tiempo todavía trae consigo. Además de eso, al hecho de que el capitalismo sea
hoy una religión, nada lo muestra mejor que el titulo de un gran diario
nacional (italiano) de hace algunos dias atrás: “salvar el euro a cualquier
precio”. Así es, “salvar” es un término religioso, pero ¿qué significa “a
cualquier precio”? ¿Hasta el precio de “sacrificar” vidas humanas? Sólo en una
perspectiva religiosa (o mejor, pseudo-religiosa) pueden ser hechas afirmaciones
tan evidentemente absurdas e inhumanas.
¿La crisis económica que amenaza llevarse consigo parte de
los Estados europeos puede ser vista como condición de crisis de toda la
modernidad?
La crisis atravesada por Europa no es apenas un problema
económico, como les gustaria que fuese vista, sino que es antes de más nada es
una crisis da relación con el pasado. El conocimiento del pasado es el único
camino de acceso al presente. Es buscando comprender al presente que los seres
humanos – por lo menos nosotros, europeos – son obligados a interrogar al
pasado. Yo dije “nosotros, europeos”, pués me parece que, si admitimos que la
palabra “Europa” tenga un sentido, él, como hoy aparece como evidente, no puede
ser ni político, ni religioso y menos todavía económico, sino tal vez consista
en eso, en el hecho de que el hombre europeo – a diferencia, por ejemplo, de
los asiáticos y de los estadounidenses, para quienes la historia y el pasado
tiene un significado completamente diferente – puede tener acceso a su verdad unicamente
a través de una confrontación con el pasado, unicamente haciendo las cuentas
con su historia.
El pasado no es, pués, apenas un patrimonio de bienes y de
tradiciones, de memorias y de saberes, sino también y sobre todo un componente
antropológico esencial del hombre europeo, que sólo puede tener acceso al
presente mirando, de cada vez, a lo que él fue. De ahí nace la relación
especial que los países europeps (Italia, o mejor, Sicilia, sobre
este punto de vista es ejemplar) tiene en relación a sus ciudades, a sus obras
de arte, a su paisaje: no se trata de conservar bienes más o menos preciosos,
mientras sean exteriores y disponibles; se trata, eso si, de la propia realidad
de Europa, de su indisponible supervivencia. En este sentido, al destruír, con
el cemento, con las autopistas y la Alta Velocidad, al paisaje italiano, los
especuladores no nos privam apenas de un bien, sino que destruyen nuestra
propia identidad. La propia expresión “bienes culturales” es engañadora, pués
sugiere que se trata de bienes entre otros bienes, que pueden ser disfrutados
económicamente y tal vez vendidos, como si fuese posible liquidar y poner en
venta a la propia identidad.
Hace muchos años, un filósofo que también era un alto
funcionario de la Europa naciente, Alexandre Kojève, afirmaba que el homo
sapiens habia llegado al fin de su historia y ya no tenía nada frente a si
a no ser dos posibilidades: el acceso a una animalidad pos-histórica (encarnado
por el american way of life) o el esnobismo (encarnado por los japoneses,
que continuaban celebrando sus ceremonias del te, vaciadas, sin embargo, de
cualquier significado historico). Entre una América del Norte
integralmente re-animalizada y un Japón que sólo se mantiene humano al
precio de renunciar a todo contenido histórico, Europa podria ofrecer la
alternativa de una cultura que continua siendo humana y vital, incluso después
del fin de la historia, porque es capaz de confrontarse con su propia historia
en su totalidad y capaz de alcanzar, a partir de esta confrontación, una nueva
vida.
Su obra más conocida, Homo Sacer, pregunta por la relación
entre poder político y vida desnuda, y hace evidentes las dificultades
presentes en los dos términos. ¿Cuál es el punto medio posible entre los dos
polos?
Mis investigaciones demostraron que el poder soberano se
fundamenta, desde su origen, en la separación entre vida desnuda (la vida
biológica, que, en Grecia, encontraba su lugar en la casa) y vida
politicamente calificada (que tenía su lugar en la ciudad). La vida desnuda fue
excluída de la política y, al mismo tiempo, fue incluída y capturada a través
de su exclusión. En este sentido, la vida desnuda es el fundamento negativo del
poder. Tal separación alcanza su forma extrema en la biopolítica moderna, en la
cual el cuidado y la decisión sobre la vida desnuda se torna aquello que está
en juego en la política. Lo que pasó en los estados totalitarios del siglo XX
reside en el hecho de que es el poder (también en la forma de ciencia) que
decide, en último análisis, sobre lo que es una vida humana y sobre lo que ella
no es. Contra eso, se trata de pensar en una política de las formas de vida, a
saber, de una vida que nunca sea separable de su forma, que jamás sea vida
desnuda.
El
malestar, para usar un eufemismo, con que el ser humano común se pone frente al
mundo de la política ¿tiene que ver especificamente con la condición italiana o
es de algún modo inevitable?
Creo que actualmente estamos frente a un fenómeno nuevo que va más allá del desencanto y de la desconfianza recíproca entre los ciudadanos y el poder y tiene que ver con el planeta entero. Lo que está pasando es una transformación radical de las categorias con que estábamos acostumbrados a pensar la política. El nuevo orden del poder mundial se funda sobre un modelo de gobernabilidad que se define como democrático, pero que nada tiene que ver con lo que este término significaba en Atenas. Y que este modelo sea, del punto de vista del poder, más económico y funcional está probado por el hecho de que fue adoptado también por aquellos regímenes que hasta hace pocos años atrás eran dictaduras. Es más simple manipular a la opinión de las personas a través de los medios y de la televisión que tener que imponer en cada oportunidad las propias decisiones con la violencia. Las formas de la política conocidas por nosotros– el Estado nacional, la soberania, la participación democrática, los partidos políticos, el derecho internacional – ya llegaron al fin de su historia. Ellas continúan vivas como formas vacías, pero la política tiene hoy la forma de una “economia”, a saber, de un gobierno de las cosas y de los seres humanos. La tarea que nos espera consiste, por lo tanto, en pensar integralmente, desde el principio al fin, aquello que hasta ahora habíamos definido con la expresión, ya poco clara en si misma, “vida política”.
Creo que actualmente estamos frente a un fenómeno nuevo que va más allá del desencanto y de la desconfianza recíproca entre los ciudadanos y el poder y tiene que ver con el planeta entero. Lo que está pasando es una transformación radical de las categorias con que estábamos acostumbrados a pensar la política. El nuevo orden del poder mundial se funda sobre un modelo de gobernabilidad que se define como democrático, pero que nada tiene que ver con lo que este término significaba en Atenas. Y que este modelo sea, del punto de vista del poder, más económico y funcional está probado por el hecho de que fue adoptado también por aquellos regímenes que hasta hace pocos años atrás eran dictaduras. Es más simple manipular a la opinión de las personas a través de los medios y de la televisión que tener que imponer en cada oportunidad las propias decisiones con la violencia. Las formas de la política conocidas por nosotros– el Estado nacional, la soberania, la participación democrática, los partidos políticos, el derecho internacional – ya llegaron al fin de su historia. Ellas continúan vivas como formas vacías, pero la política tiene hoy la forma de una “economia”, a saber, de un gobierno de las cosas y de los seres humanos. La tarea que nos espera consiste, por lo tanto, en pensar integralmente, desde el principio al fin, aquello que hasta ahora habíamos definido con la expresión, ya poco clara en si misma, “vida política”.
El estado de excepción, que ud. vinculó al concepto de
soberania, hoy en día parece asumir el carácter de normalidad, pero los
ciudadanos quedaron perdidos frente a la incerteza en la cual viven
cotidianamente. ¿Es posoble atenuar esta sensación?
Vivimos hace decenios en un estado de excepción que se tornó
regla, exactamente así como sucede en la economia en que la crisis se tornó la
condición normal. El estado de excepción – que deberia siempre ser limitado en
el tiempo – es, al contrario, el modelo normal de gobierno, y eso precisamente
en los estados que se dicen democráticos. Pocos saben que las normas
introducidas, en materia de seguridad, después del 11 de setiembre (en
Italia ya habían empezado a partir de los años de plomo) son peores de lo que
aquellas que estaban vigentes bajo el facismo. Y los crímenes contra la
humanidad cometidos durante el nazismo fueron posibles exactamente por el hecho
de que Hitler, enseguida después que asumió el poder, proclamó un
estado de excepción que nunca fue revocado. Y con seguridad él no disponía de
las posibilidades de control (datos biométricos, videocámaras, celulares,
tarjetas de crédito) propias de los estados contemporáneos. Se podría afirmar
hoy que el Estado considera a todo ciudadano como un terrorista virtual. Eso no
puede sino empeorar y hacer imposible aquella participación en la política que
deberia definir la democracia. Una ciudad cuyas plazas y cuyas avenidas son
controladas por videocámaras no es más un lugar público: es una prisión.
La gran autoridad que muchos atribuyen a estudiosos que, como
ud., investigan la naturaleza del poder político ¿podrá traernos esperanzas de
que, diciéndolo de forma banal, el futuro será mejor que el presente?
Optimismo y pesimismo no son categorias útiles para pensar. Como escribía Marx en carta a Ruge: ”la situación desesperada de la época en que vivo me llena de esperanza”.
Optimismo y pesimismo no son categorias útiles para pensar. Como escribía Marx en carta a Ruge: ”la situación desesperada de la época en que vivo me llena de esperanza”.
¿Podemos hacerle una pregunta sobre la lectio que ud dió en
Scicli? Hubo quiem leyera la conclusión que se refiere a Piero Guccione como si
fuese un homenaje debido a una amistad enraizada en el tiempo, mientras que
otros vieron en ella una indicación de como salir del jaque mate en el cual el
arte contemporáneo está involucrado.
Se trata de un homenaje a Piero Guccione y a Scicli, pequeña ciudad en que viven algunos de los más importantes pintores vivos. La situación del arte hoy en día es tal vez el lugar ejemplar para comprender la crisis en la relación con el pasado, del que acabamos de hablar. El único lugar en que el pasado puede vivir es el presente, y si el presente no siente más al propio pasado como vivo, el museo y el arte, que de aquel pasado es la figura eminente, se tornan lugares problemáticos. En una sociedad que ya no sabe qué hacer de su pasado, el arte se encuentra apretado entre la Escila del museo y la Caribdis de la mercantilización. Y muchas veces, como pasa en los templos de lo absurdo que son los museos de arte contemporáneo, las dos cosas coinciden.
Se trata de un homenaje a Piero Guccione y a Scicli, pequeña ciudad en que viven algunos de los más importantes pintores vivos. La situación del arte hoy en día es tal vez el lugar ejemplar para comprender la crisis en la relación con el pasado, del que acabamos de hablar. El único lugar en que el pasado puede vivir es el presente, y si el presente no siente más al propio pasado como vivo, el museo y el arte, que de aquel pasado es la figura eminente, se tornan lugares problemáticos. En una sociedad que ya no sabe qué hacer de su pasado, el arte se encuentra apretado entre la Escila del museo y la Caribdis de la mercantilización. Y muchas veces, como pasa en los templos de lo absurdo que son los museos de arte contemporáneo, las dos cosas coinciden.
Duchamp tal vez haya sido el primero a darse cuenta del callejón sin salida en
que el arte se metió. ¿Qué hace Duchamp cuando inventa el ready-made?
Él toma un objeto de uso cualquiera, por ejemplo, un inodoro, e,
introduciéndolo en un museo, lo fuerza a presentarse como obra de arte.
Naturalmente – a no ser el breve instante que dura el efecto del extrañamiento
y de la sorpresa – en realidad nada alcanza aqui la presencia: ni la obra, pués
se trata de un objeto de uso cualquiera, producido industrialmente, ni la
operación artística, porque no hay de ninguna forma una poiesis,
producción – y ni siquiera el artista, porque aquel que firma con un irónico
nombre falso el inodoro no actúa como artista, sino, como filósofo o crítico,
o, de acuerdo a como le gustaba decir a Duchamp, como “alguién que
respira”, un simple ser vivo.
En todo caso, en verdad él no queria producir una obra de
arte, sino desobstruir el caminar del arte, cerrado entre el museo y la
mercantilización. Ustedes saben: lo que de hecho pasó es que una colusión,
infelizmente todavía activa, de hábiles especuladores y de “vivos” transformó
el ready-mad en obra de arte. Y el llamado arte contemporáneo nada más
hace repetir el gesto de Duchamp, llenando con no-obras y performances a
museos, que son meros organismos del mercado, destinados a acelerar la
circulación de mercaderias, que, así como el dinero, ya alcanzaron el estado de
liquidez y quieren todavía valer como obras. Esta es la contradicción del arte
contemporaneo: abolir la obra y al mismo tiempo estipular su precio.
viernes, 18 de abril de 2014
LA MAGIA QUE SE VA...
Muchas bajas en la última semana: Alcón, Laclau, Eliseo Verón..y ahora el gran Gabo.
Gabriel García
Márquez fue uno de los escritores más importantes de la historia de la
literatura, no solo por haber ganado en 1982 el Premio Nobel, si no por ser el
principal exponente latinoamericano del "realismo mágico".
“Hay que jubilar
la ortografía, terror del ser humano desde la cuna”
"Los inventores de fábulas que todo lo
creemos, nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde
para emprender la creación de la utopía, donde las estirpes condenadas a cien
años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la
tierra." (Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura,
Estocolmo, 1982).
"Yo comencé a ser escritor de la misma forma
en que me subí a este estrado: a la fuerza". ("Yo no vengo a decir un
discurso", 2010).
"Escribo para que quieran más. Creo que es una
de las aspiraciones fundamentales del escritor" (Revista
"Siesta", España, 1977).
"Una vez que hago en mis novelas la última
lectura ya no me interesan, el libro es como un león muerto". (Diario 16,
Madrid, 1989).
"Si uno no crea, es cuando le llega la
muerte". "Cuando no escribo, me muero; y cuando lo hago,
también". (Entrevista con Efe, Sevilla, 1994). "El gran reto de la novela es
que te la creas línea por línea, pero lo que descubre uno es que ya en América
Latina, la literatura, la ficción, la novela, es más fácil de hacer creer que
la realidad" (La vida según...", TVE, 1995).
"La primera
condición del realismo mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho
rigurosamente cierto que, sin embargo, parece fantástico".
("Reforma", México, 2000).
"Como escritor me interesa el poder, porque
resume toda la grandeza y miseria del ser humano" (Magazine-La Vanguardia,
Barcelona, 2006).
ORTOGRAFÍA:
"Hay que jubilar la ortografía, terror del
ser humano desde la cuna". "Simplificar la gramática antes de que la
gramática termine por simplificarnos a nosotros". (Discurso de
inauguración del I Congreso Internacional de la Lengua Española, Zacatecas (México),
1997).
"Mis relaciones con el cine son las de un
matrimonio mal avenido, que no pueden vivir juntos ni separados". (El
País, Madrid, 1987)
-- "No cabe ninguna duda acerca de que ya
existe un cine latinoamericano, pero nosotros mismos no le hacemos caso.
Hacemos las películas, pero no tenemos ni la distribución ni la exhibición, que
son los dos elementos más importantes". ("El Tiempo", Colombia,
1991)
FIDEL CASTRO:
-- "Es el hombre más tierno que he conocido.
Y es también el crítico más duro de la revolución y un autocrítico implacable"
(Diario Pueblo, España, 1977)
-- "Todos saben de mi amistad personal con
Fidel Castro y que yo apoyo a la revolución cubana". (Entrevista de radio.
Hungría, 1992)
POLÍTICA:
"Ningún dirigente político, ningún jefe de
Estado oye absolutamente a nadie. De manera que tener influencia en un jefe de
Estado es lo más difícil que hay en este mundo, y finalmente ellos terminan
teniendo mucha influencia sobre uno". ("Juventud Rebelde", Cuba,
1988)
"El siglo XX se ha perdido por dos dogmas
contrapuestos e igualmente extremos: el socialismo y el capitalismo. El dogma
de la propiedad estatal contra el de la libre empresa". ("La Repubblica",
Italia, 1992)
"El problema
del narcotráfico es el problema de las drogas y que este problema se le está
escapando, no solo a Colombia. Se le está escapando al mundo de las
manos". (Declaraciones tras mantener una reunión con el entonces
presidente de EE.UU., Bll Clinton, en la Casa Blanca en 1997)
"Para mí, lo fundamental es el ideal de Bolívar:
la unidad de América Latina. Es la única causa por la que estaría dispuesto a
morir". (Semanario "Newsweek", EEUU, 1996)
"Llevo conspirando por la paz en Colombia
casi desde que nací" ("El País", La Habana, 2005)-- "¿Por
qué pensar que la justicia social que los europeos de avanzada tratan de
imponer en sus países no puede ser también un objetivo latinoamericano con
métodos distintos en condiciones diferentes?". ("Yo no vengo a decir
un discurso", 2010)
FAMILIA:
-- Sobre su esposa afirmó: "Yo pude escribir
todas mis obras gracias a que Mercedes se hizo cargo de los asuntos de la vida
diaria como mantener la casa y pagar las cuentas cuando no teníamos con qué
hacerlo, y también cuando tuvimos mucho. Cuando me meto a algunos de esos
asuntos ella me dice: "No fastidies; lo único que tú sabes y debes hacer
es escribir." (Diario "Haaretz", Israel, 1996)
-- "La paz es como la felicidad. Se dispone
solamente a plazos y se sabe lo que se tenía después de que se ha
perdido". (Diario "Die Welt", Alemania, 1988).
sábado, 12 de abril de 2014
FINAL DE PARTIDA...
Recuerdo que hace varios años, mientras promediaba la carrera de abogacía, un profesor (de la materia Sociología del Derecho), al terminar su clase, nos sorprendió a todos con la siguiente pregunta: "¿les gusta el teatro?". Todos nos miramos sin entender a qué venía el asunto. Nadie dijo nada. Ridículo! ¿Cómo nos iba a gustar el teatro a estudiantes de derecho de 22 años?
Sabiendo que estábamos hechos pura y exclusivamente del material que se desprende de las pantallas de cine y televisión, el gesto de este tipo parecía venido de otro mundo: nos pasó una hoja y nos pidió que nos anotáramos los que teníamos ganas de ir al Teatro San Martín. "Hay una obra de Alfredo Alcón en cartel" nos dijo.
De una comisión de unos 50 alumnos, 10 nos anotamos para ir. En esa primer obra -Enrique IV- me sentí muy extraño viendo la función. Me costaba concentrarme, seguir los diálogos, componer la obra. Creo haber salido sin nada claro en la cabeza. "Ah, pero estoy viendo a gente de verdad...se mueven: ¡esto está vivo!
Esa frase, esa revelación (esto está vivo), fue lo que cobró nitidez a medida que pensaba la experiencia que acababa de vivir. Si perdí el hilo de la obra fue -justamente- por que me detuve en el vitalismo que implica una puesta en escena.
De pronto empezaba a pensar que los materiales que habían nutrido mi existencia, que las pantallas mediadoras que me habían acompañado de toda la vida, de pronto se me presentaban como un material increíblemente pobre y gris.
No es que no volví a ver cine ni televisión, claro. Pero lo cierto es que el cine y la televisión me sirvieron no ya como fines en sí mismos, sino como puentes hacia el teatro.
Empecé a pensar en qué actores me habían gustado en series, unitarios y películas, y dije "a estos tipos los quiero ver en un escenario". Mi caso paradigmático fue Urdapilleta, claro. Pero también lo pude ver en los casos de Julio Chávez, Luis Machín, Carlos Beloso, Darío Grandinetti, Jorge Marrale, Rodrigo de la Serna, Daniel Fanego, Lito Cruz, Carlos Portaluppi, Lorenzo Quinteros, Pompeyo Audivert, Norma Aleandro, Mercedes Morán, Cristina Banegas, Cecilia Roth...
Me enteré ayer por la mañana, mientras escuchaba la radio, de la muerte de Alfredo Alcón. Y lo primero que pensé fue que ver su actuación en el San Martín, hace muchos años, me sirvió como experiencia inaugural en mi relación con el teatro.
Lo volví a ver a el año pasado. En el teatro pero no sobre el escenario, no interpretando la que fue su última obra (ya había visto esa obra de Beckett interpretada por Lorenzo Quinteros), sino que, mientras yo estaba tomando un café a la espera de que se hiciera la hora para entrar al seminario de literatura al que me había anotado, me lo topé en el bar del hall del teatro. Lo miré y él me miró por un segundo. Yo abrí los ojos sorprendido y el me sonrió y me dijo "hola, qué tal? Me puse muy nervioso por tenerlo al lado y atiné a responder con un torpe "bien, bien", mientras bajaba la cabeza sobre mi café y guardaba un libro en la mochila.
"Eso" vive. El teatro vive. Y si "eso vive" es por tipos como éste, que ahora mismo nos viene a decir que la función terminó. Que el final de partida está aquí, entre nosotros, pero que también que todo final implica -necesariamente- un nuevo comienzo.
sábado, 5 de abril de 2014
MATANDO ENANOS A GARROTAZOS...
Pienso, angustiado como todos, en los linchamientos de delincuentes que tuvieron lugar en los últimos días. Pienso, entonces, en el tema que puso a pensar incluso a gente que no suele pensar en nada (y que, como nunca suele pensar en nada, demuestra lo que puede producir cuando "las circunstancias" los empujan a hacer eso, es decir a pensar, algo que "en condiciones normales" nunca hacen).
En principio hay algo que, creo, no merece discusión. Una realidad que, en mayor o menor medida, afecta a la población: se vive con inseguridad, esa inseguridad responde a múltiples factores (políticos, históricos, culturales) y el Estado no da las respuestas que debería al respecto. Los medios repiten todo el día la misma noticia, eso es verdad, alimentando la idea de que -para estar prevenido- uno tiene que salir a al calle con una granada, pero si su discurso (y fundamentalmente ciertas imágenes desgarradoras) hacen mella en la gente, es porque son cosas que se pueden comprobar - al igual que la inflación- sin prestar atención a un solo medio; basta ir al supermercado o hablar un rato con un grupo de personas para comprobar la existencia de ambos fenómenos. Los medios se montan sobre esa realidad, la hiperbolizan, la potencian. Pero la realidad está ahí, dando vueltas...
Planteo el tema en el trabajo. Los argumentos se repiten. Que no está bien, que no es lo "ideal", pero que si el Estado mira para otro lado...
Pragmatismo puro y duro frente a lo "real". El problema es que a lo "real" también hay que imaginárselo...
El hecho de que la delincuencia sea algo de todos los días y que la justicia deje en libertad a las pocas horas a los delincuentes (algo que mucha gente da por sentado que ocurre en el 100 % de los casos) justificaría la golpiza que, si no pone fin a la vida delictiva del ladrón (o a su vida en sí misma), al menos lo mantendrá "inoperativo" por un buen tiempo.
Esa justificación pretende funcionar a nivel "objetivo". Porque pone de relieve un manifiesto acerca de como son las cosas en al realidad que nos toca vivir. Y merece discutirse con buenos argumentos.
La justificación que me preocupa más es la que funciona en el plano subjetivo. "A vos esto te parece una barbaridad porque en tu vida te robaron muy pocas veces, pero tenés que ponerte en lugar de la gente que la pasó realmente mal con el tema de la inseguridad" me dice una compañera de trabajo.
Es verdad que la inseguridad, a nivel personal, me tocó muy pocas veces en mi vida, y -gracias a dios- nunca en una forma que implicara un gran menoscabo ni en mis bienes ni en mi psiquis. También es verdad que los pensamientos que se forman en una cabeza no son totalmente independientes de la vida que le toca vivir al cuerpo que los produce. De acuerdo. Pero el punto no es ese; el punto es si una conciencia atormentada y dolida por lo que le tocó vivir tiene la conciencia mejor preparada para pensar una problemática social de semejante envergadura. No es que no merece ser escuchada su palabra (basta recordar el caso Blumberg); pero así como debe ser escuchado lo que tiene para decir, no es menos cierto que esa carga de dolor insoportable no le puede dar un plus de privilegio a la hora de diseñar políticas de Estado.
No sólo a la hora de diseñar políticas de Estado, sino a la hora de justificar - o no- los linchamientos de los últimos días.
Y es que, en la justificación de los linchamientos, opera en forma paradójica un tipo argumentación frente a un hecho aberrante.
Del mismo modo que no se puede justificar -y con justificar quiero decir absolver de culpa y cargo- al delincuente (más allá del delito que cometió) por las condiciones sociales en las que vive, tampoco se puede absolver a la gente que lo mata a patadas por las condiciones sociales en las que vive (es decir sufriendo la inseguridad frente a un estado ciego, sordo y mudo). O hay estado para todos o no hay estado para nadie...lo peligroso -hoy como ayer- es que el Estado funcione para unos pocos (algo que vio Marx mejor que nadie)
En el mejor de los casos, un juez podría considerar un atenuante las condiciones sociales en las que vive un delincuente a la hora de cometer un delito, pero nunca declararlo inimputable. Del mismo modo -y en el mejor de los casos- se podría atenuar la pena de un ciudadano de clase media que participa en la golpiza que da muerte a un ladrón, teniendo en cuenta las condiciones sociales que vive este ciudadano de clase media -es decir, asediado por la inseguridad- pero nunca NUNCA absolverlo de culpa y cargo. (¿O acaso tendríamos que pensar que el delito es delito según quien lo comete?)
Me vino a la mente la imagen de un tipo pisándole la cabeza al ladrón desmayado y tratando de justificar su accionar no ya con los argumentos que mencioné anteriormente, sino con uno más patético: "yo pago mis impuestos". Me aterra pensar que esa situación pueda llegar a existir fuera de mi imaginación.
De lo que se trata, me parece, es de reconocer las condiciones objetivas que nos toca vivir, y de hacer el esfuerzo -muy grande a veces- de ponerse por encima de esas condiciones, no por debajo.
No es sólo que la justicia por mano propia no sea justicia; es también, como dijo Borges, que con un caníbal se pueden hacer muchas cosas, salvo...
miércoles, 2 de abril de 2014
BAJO EL SIGNO DE SATURNO...
¿Cómo pasan estas cosas?
No hacía falta. No era necesario acordarme de ella en ese momento. Esas operaciones de la mente me dejan boquiabierto. Sucedió así: mientras hundía las manos en la carne picada para mezclar las cebollas rayadas (así es, la cocina me tomó por asalto), me acordé de una compañera de la facultad en mis épocas -jóvenes- de estudiante de derecho. Pasaron diez años. Más de cinco que no tengo noticias de ella (de hecho perdimos comunicación cuando aún no estábamos recibidos). La última vez que la vi, seguramente, fue en su fiesta de graduación. Ella misma, para mi sorpresa, me llamó al celular para invitarme al evento. Recuerdo haber recibido su invitación como un bocado agridulce. Hacía ya un tiempo que no hablábamos. Yo ya me había recibido y no sabía que había sido de su vida universitaria. Y me llamó para avisarme que ella también lo había hecho y que -muy por el contrario de mi propia experiencia- el título le reportaba una alegría que mercería ser festejada con sus compañeros de viaje.
Ella, tal vez, fue el primer amor perdido de mi vida. Era hermosa, estaba encantada conmigo y la dejé ir. No la pude mantener a mi lado. En ese momento tenía tanto terror a estar en una relación como a no estarlo: combo letal. Cuando la quise ir a buscar, estaba con otro, obvio. Ese otro que, no lo dudo, era el mismo que la miraba enamorado en su fiesta.
Ahora sé cómo pasan estas cosas. Ahí está: el año pasado, en mi renovada -pero ya no tan joven- nueva época de estudiante, en una nueva facultad y en una nueva -y más interesante- carrera, me encuentro con una duplicación de esa chica. Ahí volvió la imagen de la original, y de allí que, por mera cadena asociativa, al pensar esa tarde (antes de ponerme a cocinar) en los textos que tengo que preparar para la facultad, todo desembocó en la chica original, la que -en algún momento- estuvo a mi pies; no en la duplicación, que esquivó sutilmente mi intención de reescribir el pasado.
Y si pienso en los textos, pienso en Benjamin, y pienso en la melancolía (ese canto de sirena que me interpela).
Leo en el texto de Sontag acerca de Benjamin: "la lentitud es una característica del temperamento melancólico. El desatino es otra, por observar demasiadas posibilidades, por no notar la propia falta de sentido práctico. Y la terquedad, por el anhelo de ser superior, en los términos de uno"
Y dice Benjamin de sí mismo: "mi hábito de parecer más lento, más torpe, más estúpido de lo que soy, tiene el peligro concomitante de hacerme creer que soy más rápido, más diestro y más astuto de lo que en realidad soy." Un me gusta de Facebook ahí.
La melancolía, entonces, como capas de pensamiento que nos protegen para no ver lo que en realidad se es. Interesante.
Vuelvo a Sontag: "el disimulo y el secreto parecen ser una necesidad para el melancólico. Este tiene unas relaciones complejas, a menudo veladas, con los demás. Los sentimientos de superioridad, de incapacidad, de frustración, no de ser capaz de obtener lo que se quiere, ante uno mismo, pueden ser, se siente que deben ser, ocultados por la amabilidad o por la más escrupulosa manipulación."
El espíritu melancólico, por su propia característica, necesita de una dosis extra de vitalismo para llegar a ser productivo. Lo que asusta, a los que nos sospechamos portadores de moléculas de tal gen, es ver el resultado de aquellos que pusieron su esencia al servicio de la producción artística.
En una operación irrisoria, uno a Benjamin (lectura ineludible en la facultad) con Kurt Cobain (personaje ineludible por estos días en los medios por cumplirse 20 años de la muerte de la última leyenda de la cultura rock): ambos se suicidaron, en condiciones absolutamente diferentes, claro; pero el final de la película es el mismo: tristísimo. Bellísimo lo que dejaron, pero tristísimo su final.
Si componer -libros, o discos- es manifestarse, entonces el terror cae de maduro: ¿cómo enfrentarse después a la propia manifestación desnuda?
Un doble vitalismo es el que se requiere, tanto para sostener un arte como una mujer. El que requiero. Para componer, primero; para acabar con el juicio de Dios, después.
En este tipo de dilemas estaré pensando cuando llegue mi amigo de España. Tal vez, mientras damos vuelta por las noches de Adrogué (siempre fumando porque, aunque no somos fumadores, sabemos que fumar ayuda a pensar), podamos llegar a dilucidar algo. O no.
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