lunes, 22 de agosto de 2011

EL INTERIOR...



Luego de la grata experiencia que resultó "Contra el cambio", empiezo a leer "El Interior", de Martín Caparrós.
Como nunca viajo (por cuestiones más neuróticas que económicas), tomo este libro como una guía literaria del país y de sus posibilidades tanto paisajísticas como culturales.
Y alquilo "Familia Rodante", la única película que me faltaba ver de Pablo Trapero.
Si hay algo que me gusta en el cine de trapero -como en el de Gus Van Sant- es su capacidad para narrar de forma tal que queda invisibilizada la figura del director.
Se trata de un cine que apunta, por sobre todo, a crear un efecto de realidad que -bien logrado- tiene una eficacia sorprendente.
La protagonista de la película -típico en el cine de este director- es una protagonista "disfuncioanal" en la mayoría de las películas que podemos ver hoy día: es una vieja, y ni siquiera es actriz; es la abuela del propio Trapero que, ante el pedido de su nieto, accede a ponerse en la piel de una anciana que debe recorrer con su familia buena parte del país en una casa rodante para llegar a un casamiento de su sobrina en la calurosa provincia de Misiones.
Imposible lograr mayor efecto de realidad entonces.
Trapero, como Lucrecia Martel, evita caer en todos los lugares comunes en los que cae la industria del séptimo arte a la hora de producir películas.
El algún momento Paul Auster señalo: "necesitamos desesperadamente que nos cuenten historias. Tanto como comer y dormir, porque nos ayudan a organizar la realidad e iluminan el caos de nuestras vidas. Y nuestras vidas realmente no nos pertenecen, pertenecen al mundo, y a pesar de nuestros esfuerzos por darle un sentido a éste, el mundo es un lugar que va más allá de nuestro entendimiento."
Dijo Paul Auster.
Y quien escribe, mientras lee el Interior y mientras devuelve "Familia Rodante", asiente silenciosamente.


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