lunes, 29 de agosto de 2011

Y JUSTICIA PARA TODOS...





Hoy, 29 de agosto, es el día del abogado.Esta mañana, al encontrame en la oficina con mis compañeros de trabajo del tribunal, muchos de ellos abogados, nos saludamos tibiamente.
Si hay un día de "algo" -como lo hay y cada vez parece que hay más "días de"- ese día debería servir, justamente, para generar reflexiones en todas aquellas personas que se encuentran (de una u otra forma) señaladas. Señaladas no solo por el calendario (que es una conjunción de disposiciones temporales absolutamente arbitrarias) sino por la propia voluntad.
La tibieza de todos nosotros hoy no deja de evidenciar algo que, desde hace tiempo, anda dando vueltas por mi cabeza; una verdad de perogrullo que algunos suelen pasar por alto: tener el título de abogado no nos hace abogados.
La tibieza en el saludo de hoy, entonces, tiene que ver con el hecho de tener un título por el que, por una u otra razón, no se tiene la vocación de ejercer la profesión para la que dicho título nos habilita.
Es, justamente, trabajando en el poder judicial (ya sea como empleado, funcionario o magistrado)en el ámbito donde uno cobra un sueldo y un "bloqueo de título", es decir, un plus por quedar inhabilitado de ejercer la profesión como el resto de los profesionales.
No creo en la "vocación" del abogado judicial. No creo en la vocación del empleado -abogado o no, universitario o no- de la administración pública. Sí creo en su necesidad de tener un trabajo estable de 6 hs con obra social, régimen generoso de licencias, posibilidades de ascenso, estabilidad en el cargo, y muchos más días de vacaciones que el común de los mortales. La vocación de una persona por lo que estudió nada tiene que ver con todos estos beneficios.
Existe, no obstante, casos puntuales en los que uno nota una pasión inusitada por la participación en el "proceso de administración de justicia". Son la minoría de los casos y son aquellos que, algunas veces, hacen que uno se sienta orgulloso de saber que determinada persona ocupa un cargo jerárquico en el Estado.
Qué pasa con el resto? En el caso de las mujeres, está claro la necesidad de tener un trabajo que contemple su maternidad. Pero no sólo eso. Hay también, y aunque la moral o la ética no tienen sexo creo que se encuentra más presente entre las empleadas, un alivio en el hecho despegarse del ejercicio de una profesión que se percibe socialmente sucia y bastardeada como lo es la abogacía.
En los hombres, en cambio, creo encontrar -solapadamente- no solo el espanto ante la falta de higiene con la que se manejan los abogados, sino también una terrible falta de confianza en sí mismos para llevar adelante una profesión que se encuentra colapsada. Hoy día se abren estudios jurídicos como kioscos en capital federal. Al tipo con poca vocación (pero con mucha necesidad de palpar un trabajo estable y sus innegables beneficios), esta situación lo hace correr despavorido hacia las oficinas del poder judicial, donde, para acceder a un cargo, deberá atravesar innumerables trámites que deberá sufrir para pasar a formar parte del engranaje burocrático que -seguramente- lo cobijará por los siglos de los siglos.
Pero...qué es ser abogado? Ser abogado es saber (e intentar mantener el conocimiento actualizado) en legislación, doctrina y jurisprudencia, en relación a -por lo menos- alguna de las ramas del derecho. Es, en base a este conocimiento, atender clientes, analizar sus casos, y hacer las correspondientes presentaciones en sede judicial. Se trata de participar de la administración de justicia en el marco de un estado y de una sociedad de derecho. Para eso nos preparan -o por lo menos tratan de hacerlo- en nuestro paso por la facultad, y no para sentarnos toda la mañana en un escritorio a despachar. "Despachar"...suena a cosa mecánica, a trabajo en serie, a falta de análisis crítico de lo que se está haciendo, no?
Cada uno se justificará su rol - si es que le interesa hacerlo- como buenamente pueda. Yo tengo mi propia justificación que me reconforta y, por ahora, me cierra.
Es por ello que también me cierra, claro, la tibieza generalizada de hoy...





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