lunes, 22 de agosto de 2011

EL MUNDO SE DERRUMBA Y NOSOTROS NOS ENAMORAMOS...





El hecho -afortunado para mí- de no encontrarme abonado a ningún sistema de televisión por cable, hace que mis rondas de zapping terminen en fracción de segundos, lo que me lleva a apagar la caja boba definitivamente, y por el resto del día, en un tiempo impensado en otras épocas.
Sin embargo, y siguiendo la regla de que dice -que me digo- que todos y cada uno de los años hay, al menos, un programa decente para ver. Hay, siempre, una ficción decente por año (es lo menos que se puede esperar entre las cientos y cientos de páginas de guiones que se escriben cada temporada) e, incluso, algún que otro plus que no tiene que ver con el mundo de las representaciones de lo real, sino, con lo real mismo.
Es el caso del programa "El debate", conducido en la tv pública por Adrián Paenza. Leí en Página 12 dos de ellos (sobre la legalización del consumo de drogas y la eutanasia) y anoche seguí, atento, a través de la pantalla, el que tenía como consigna la responsabilidad del accionar humano en el cambio climático.
No fue el tema del ciclo que despertó mi mayor interés. Claramente se trata de un tema en el que la opinión de los expertos deja reducido a cenizas cualquier esbozo de discurso desde el llano. El cambio climático no es, como el aborto o la despenalización del consumo de cocaína, algo que afecte la interioridad del sujeto social, se trata de debatir cuáles son las condiciones de sanidad de nuestro envoltorio existencial, que -desde ya- hace a nuestra existencia, pero lo hace en "exterioridad". No solo en exterioridad, sino en una exterioridad sobre la cual, para poder decidir el rumbo a elegir, el hombre de a pie soló puede estar atento a las reglamentaciones gubernamentales y los gobiernos, en estos casos, están, en primer lugar, subordinados a la verdad científica sobre qué y cómo se contamina el planeta y qué o cómo se podría hacer para descontaminar y evolucionar hacia un mundo más verde (y pobre?)
El hecho de que piense el debate sobre el estado climático en estos términos hace que no haga foco en los argumentos que se vierten en el programa, sino en la forma en que cada participante del ciclo articula sus ideas. En la forma en que se dice lo que se dice, en el silencio frente a la palabra del otro, en la no agresión.
No recuerdo haber visto, ni en la televisión ni fuera de ella, un debate tan prolijo y tan respetuoso en el que los que debaten -pero fundamentalmente los que escuchan el debate- puedan quedarse al finalizar el mismo, en forma clara, con los argumentos que cada participante quiso exponer como ilustrativos de su punto de vista.
Este tipo de cosas, este tipo de hallazgos, son las que salvan a mi t.v de una caida libre por el balcón.
El mundo se derrumba sobre su propia imbecilidad y nosotros nos enamoramos...que no es poco.

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