domingo, 5 de enero de 2014

MAR ADENTRO...





Otra vez sopa? Sí, otra vez. Y va a haber más. Todas las que hagan falta (así que van a ser muchas, porque no se sabe para qué hace falta).  Porque sigue siendo uno de los pocos libros que, puesto al sol de enero, no se seca. Y sabemos que todo se seca. Hasta los chicos se secan (basta verlos, o tocarlos, a los pocos minutos de haber egresado de la pileta); algunos muertos no. Conservan la piel fresca y la boca salada. Y le mejor forma de recordar esa boca es retratarla con sus propios fluidos. Todos a los botes. Y el que no, que se quede flotando contra el cristal de la pecera entonces, soñando el ruido de rotos cristales imaginados.


DEL LIBRO "LOS LIBROS DE LA GUERRA"


"Es evidente que la más leve intoxicación, ya desde la primer pitada al nuevo cigarrillo, produce una vaga ensoñación, una ínfima obnubilación, que mitiga la lucidez intolerable provocada por las preguntas sin respuesta ¡Si supiesen fumar! Si tuviesen un cigarrillo, o alguna otra forma de certidumbre humana para llenar ese vacío de saber o ese vacío de hacer que se produce cuando uno, alucinado, siente saber, o cree saber... si para esos instantes de terror a la incertidumbre, o de regodeo soberbio con un par de certezas recién venidas, este inmenso arsenal de mercancías les ofreciera algo que los ayude a permanecer allí, hieráticos frente al terror gozoso de ignorar, o consternados bajo el goce terrible de saber, el destino  originario de la filosofía quedaría, en ellos, cumplido...pero no: incluso buenos fumadores, consumidores de hasta dos paquetes diarios de Marlboro Box, salen disparados del pozo del saber o de las cimas de la incertidumbre y caen sentados de culo justo en el centro del escenario del teatro de la política representativa burguesa.
Y tal vez el amor pueda ser buen sucedáneo del cigarrillo cuando se trata de detener el alma en el intervalo perpetuo del terror de la filosofía. Y a propósito del amor, pienso que el amor a la sabiduría, como el amor, debe adiestrarse en la falta de su objeto para no perderse en los ensueños de la convergencia con el sentido social tal como el otro se derrama en la palangana tibia de la institución del matrimonio."

"Si las cárceles y las instituciones jurídicas y penales de un país cuentan con personal armado, con balas y con precisas máquinas de matar, y si es tan eficaz la práctica del tiro al pecho, o del tiro a la nuca: ¿por qué dilapidar esfuerzos en el montaje de una antieconómica silla eléctrica? La respuesta es que cada civilización elige una forma de asesinar  (de "verduguear") que la representa, y que dice de ella algo más que su natural necesidad de eliminar la gente que le sobra. La silla eléctrica, que no es un buen negocio para el sistema penal, es un buen negocio para los valores de la cultura contemporánea; una sociedad tecnológica también te procura la muerte por medio de las fuerzas que se complace en dominar. En este caso, la electricidad que alimenta las sillas. La misma que alimenta, invisibles, a las picanas eléctricas. La amplificación electrónica del sonido se volvió casi obligatoria desde los Beatles. Preguntarle a un músico de rock si estaría dispuesto a abandonar los recursos que la electrónica puso en sus manos sería como preguntarle  a un especialista en información si estaría dispuesto a prescindir de la picana, que es para su profesión un complemento insustituible y un compañero tan inseparable como lo son el cable, la llave DIN y los Fenders para el músico joven que se empecina en emitir los sonidos que su joven público demanda."


"Soy uno de los pocos que piensa que la guerra sucia, esa matanza de ultras y proclives, es un proceso que comenzó  mucho antes de 1976 y que se extiende más allá de 1982. Mi análisis planteaba que "el movimiento" no podía desarrollar una política cultural porque carecía de una concepción de la cultura; demostraba que la política cultural del nuevo gobierno era resultado de las oportunidades que se le iban presentando; señalaba que mientras en la superficie del proyecto cultural alfonsinista se percibía la creencia de que la cultura es una parte del "tiempo libre", vinculada al negocio de los medios y del espectáculo y desarticulada de la vida real, en el fondo de la gestión cultural iniciada en Diciembre se detectaba la misma tendencia continuista que se podía reconocer en otras áreas de la gestión gubernamental: económica, energética, judicial, etc.
En general, la gente que con cierta plasticidad y rapidez puede cambiar de causas, trabaja con apariencias, y como sus palabras están destinadas a durar un par de días, o un mes, antes de acabar envolviendo los restos de la comida en el fondo de una bolsa de basura, no pueden ni pensar en el sentido final de los actos. ¿Para qué detenerse a evaluar los resultados de una política cultural, si cuando se puedan percibir, ya estará trabajando otro gobierno?
¿Cómo se zafa de esta herencia cultural? Creo que el mejor camino es pensar lo que ella y sus administradores decretaron como impensable, y pensarlo con los modelos intelectuales que exorcizaron como intolerables. Algo que tal vez los radicales no pueden pensar, ni tolerar, pero que deberían pensar y tolerar si quieren tener un política propia y, de esa manera, dejar de administrar las políticas del régimen anterior."

"La poesía no es un arma cargada de futuro que sirve a un fin social, sino una herramienta hecha de pasado que sólo sirve  a la literatura, ese sistema donde los fines emocionales, políticos y religiosos son meros recursos temáticos para anunciar un mensaje cuyo único referente no tiene tema, porque es la fuente de todos los temas."

"El escritor trabaja la lengua y la información sometiéndolas a reglas fijadas de antemano por él mismo. El valor de su obra depende de la originalidad de esas reglas y del rigor con que se haya cumplido su mandato desviante, delirante. El periodista, en cambio, realiza una actividad parecida a la del escritor, está ocupado en entretejer cuatro fuerzas que modelan sus textos: 1) lo que espera el público. 2) lo que esperan sus patrones. 3) lo que acepta el Estado, las leyes y los anunciantes del medio. 4) la información que -obligatoria y profesionalmente- debe transmitir. Por esto, el periodismo, que no es afín a la literatura, representa exactamente todo lo contrario de ella. Mientras el lector de prensa sabe que el redactor periodístico está sometido a un conjunto de condiciones, si el lector de literatura sospechase que la obra está condicionada por un factor externo a ella, todo el encanto literario se desvanecería."

"Lo peor de esta creciente dependencia que la expresión escrita en general y la narrativa en particular contraen con la industria informática es el pacto invisible que ésta impone con la electricidad. Llegará un momento en el que baste interrumpir el suministro de energía a las redes de distribución urbana para silenciar lenguas, naciones y generaciones enteras cuyas palabras pueden ser indispensables para el destino de la especie, aunque es verdad que no podemos saber qué puede ser indispensable para el destino de la especie. A instancias de la industria editorial, cada vez más autores se imaginan llamados a contar historias. Para ellos "contar" se manifiesta tanto como un deber hacia el género humano que eluden saberse llamados para crear, inventar, adulterar u ocultar historias. Desde su irrupción en la tierra, la especie, que supo recorrer sin electricidad el 99 % de su camino, no ha hecho otra cosa más que contarse historias. El resultado fue la Historia, colmada de infinitas historias que no cesan de brotar, sin necesidad de que alguien se profesionalice para repetirlas. La repetición profesional es una usurpación de la misión natural de los relatos y de su belleza. Los escritores de antes de la electricidad lo supieron, y por eso, los que hoy podemos recordar, hacían historia con el arte de contarla, no con los acontecimientos que se suponen necesarios para provocar "acontecimientos editoriales", esos monumentos edificados para el olvido."




























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