martes, 20 de diciembre de 2011

2001-2011...JUGUETES PERDIDOS





"El tesoro que no ves...
la inocencia que no ves...
los milagros que van a estar de tu lado...
cuando comiences a leer..."

10 años de aquel 20 de Diciembre. Hace diez años yo tenía diecinueve, recién salía del secundario (que es como salir del vientre materno) y, mientras el matrimonio de mis padres se desmoronaba, veía aterrado por televisión los saqueos en los comercios y las sangrientas manifestaciones en Congreso y Plaza de Mayo. Tuve miedo, de verdad, de lo que podía llegar a pasar. Nunca sentí tan en carne propia aquella frase sobre lo sólido que se desvanece en el aire. Nunca entendí que mi mamá -como tantos otros- siguiera trabajando como de costumbre. En ese momento de angustia y confusión, alcancé a ver -por primera vez- algo con claridad: un sociedad que no funciona no se puede arreglar como un lavarropas que no funciona; no se la puede desenchufar para arreglar su desperfecto y luego ponerla a funcionar otra vez. No puede parar. La única opción posible es tratar de tomar decisiones en medio del caos y adoptar la política del buen guerrero: esperar lo mejor; prepararse para lo peor. En ese momento no esperaba nada (nada que surgiera de mí), no me preparaba para nada.
Siempre me pensé hijo de la democracia...ahora, diez años después, me doy cuenta que no puedo explicar lo que significa esa relación, lo que implica, lo que comprende. La diferencia, creo, está en que ahora -tardíamente como llego a todo- sí estoy haciendo un esfuerzo mayor por tratar de prepararme para pensar y para actuar en el presente.
El 2001, probablemente, haya sido el año de mis juguetes perdidos. Los busqué algunos años más, los busqué incluso mientras cursaba mis primeros años en la facultad. Ya no. No más.
Me pregunto qué buscamos, colectivamente, diez años después. Me preguntó qué es lo que realmente murió y qué es lo que -bajo otras formas- pervive de aquello que dio lugar a las condiciones de posibilidad del estallido. No lo sé.
Sí sé que -diez años después- puedo decir que (aún con crisis periódicas) me encuentro fortalecido. Y también siento que -diez años después- el país se encuentra fortalecido.
También sé que estas palabras no son -para mí- lo suficientemente vigorosas como para apoyarse en mi espalda y empujarme de una vez hacia la calle, entonces recurro a esas otras palabras que sí, que son el empujón que me saca de esta silla y que me termina de apuntalar y de poner no ya de frente a un ventana, sino de frente a una persona, a muchas: "esperar lo mejor, pero prepararse para lo peor"

No hay comentarios:

Publicar un comentario