miércoles, 20 de noviembre de 2013

PARADOJAS UNIVERSITARIAS...




Termino el cuatrimestre en la facultad. Después de varios años perdidos en la Universidad de Lomas (en donde la "intención" de formar docentes de nivel medio termina haciéndose tan evidente y grosera, que vacía las expectativas de cualquier estudiante al que no le interesa que se preocupen por su "futuro laboral" y sí le interesa encontrar otras cosas),  volver a la UBA fue una decisión tan acertada como tardía.
Intenté volver con dos materias y fue mucho; así que terminé cursando únicamente Literatura Norteamericana. En marzo seguramente rinda el final.
Pero no es sobre literatura negra o india en el país del norte que quiero hablar, sino sobre las relaciones sociales entre las personas que se sientan a leer ese tipo de pavadas. Y digo pavadas desde el imaginario de aquellos para los que, están convencidos, los límites de su mundo tienen que ver mucho con los límites de su billetera y poco -poquísimo- con los límites de su lenguaje. Allá ellos. (Y ellos son muchos, muchos de verdad).
Si a esto le sumamos que la palabra, desde hace tiempo ya, no sólo pierde por goleada frente al billete sino también frente a la tiranía de lo audiovisual, nos damos cuenta que estudiar pavadas es una de las pocas formas posibles de articular una resistencia al presente que nos rodea.
Pequeña paradoja si hablamos de lo que "nos rodea". Una de las razones por las que volví a  estudiar letras en la uba es, claro, conocer chicas. No solo para ser el David Viñas del barrio.
La ley de Dolina es más constitucional que la Ley de Medios. No hace falta que se expida la corte al respecto: todo lo que hace un hombre en esta vida es para conquistar a una mujer (tomen nota los psicoanalistas lagartianos que leen este blog).
Decía de mi paradoja y es la siguiente: las chicas que estudian letras son fuleras. Ya lo había advertido el sensei Fogwill: "me puse a estudiar letras y cuando vi que estaba lleno de bagayos, salí despavorido".
La paradoja, evidente, es que mientras que en los años en la facultad de derecho mis ojos funcionaban como la bolita de un flipper y mi cabeza no toleraba mas de cinco minutos la interacción con mis compañeras; ahora, en letras, mi cabeza escucha más atentamente, pero los ojos se me han vuelto dos huevos duros.
Hay una autonomía en la atracción  de dos (o más)cuerpos que se encuentran y que no tiene nada que ver con las palabras, la gracia, la cultura, los valores o la inteligencia de una persona. Todo eso puede ayudar, desde ya -y generalmente así pasa- pero se encuentra siempre acompañando a una ley innata sobre la que no se puede intervenir, que no se puede sublimar.
Las que parecen tener sublimada su sexualidad (porque su energía está puesta en los textos y no en los glúteos) son mis compañeras de clase. A veces siento que se borran las diferencias de género y que no hay hombres y mujeres; sino pseudo-intelectuales y punto.
Otra analogía: tuve compañeras en la facultad de derecho a las que siempre deseaba encontrarme en la playa; a mis compañeras actuales, si me las cruzo en la playa, mejor que sea en un fogón a la noche)
 Lo cierto es que me encuentro rodeado de mujeres. Todas más chicas (entre 20 y 25). Es lógico: letras es una carrera que permite hablar y a las mujeres les encanta. A mi me gusta más escuchar que hablar (por eso leo más de lo que hablo o escribo), y hace rato que estoy esperando encontrar mujeres a las que realmente me interese escuchar. Escuchar con un interés real, no simulado, no haciendo cálculos por debajo de la mesa para ver cuánto tiempo va a pasar hasta que me de lo mejor de sí.
Una sola de  la clase llamó mi atención. Está cursando sus primeras materias. La divisé rápido en el malón y me acerqué. Se parecía increíblemente a una compañera que tuve en mis primeros años en la facultad de derecho. También de Belgrano, también 21 años (como teníamos aquella compañera y yo). Pero esta chica es una versión más dejada de la otra.  Y, mientras que la otra mostró un interés evidente en mí desde un principio; ésta, a lo largo del cuatrimestre, sólo mostró "buena onda"
El lunes pasado, cuando nos íbamos de la facultad después de cursar la última materia, me preguntó en qué me iba a anotar en próximo cuatrimestre. Le dije que no sabía, pero que seguramente haría dos materias; alguna literatura y alguna de las materias "densas" (lingüística, por ejemplo). Me dijo "bueno, arreglamos" y enseguida agregó "arreglamos con las chicas".
¿Por qué? ¿Por qué meter más gente en el medio si así estamos bien?
Pero se ve que mi compañera pescó que mi buena onda incluye algo más que pasarnos resúmenes y conversar de bueyes perdidos en los pasillos de la facultad, así que -rápida de reflejos- me invitó a seguir siendo "compañeros" junto con más gente.
Gracias, pero paso. A los 20 hubiera comprado, con la esperanza de un giro futuro de las cosas. Ya no.
Con mis libros y mis papeles a otro lado.
Y, en el peor de los casos, volveré al hospital a donar sangre.






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