miércoles, 6 de octubre de 2010

PRESO EN MI CIUDAD



El ciclo de cine del ensamble nos ofrece "Aguirre, la ira de Dios". Klaus Kinski es, tal vez, el Urdapilleta europeo.
Pero no quiero hablar de cine. Quiero hablar de estados: de lo húmedo del tiempo y de la fragilidad con la que, últimamente, camina mi cordura (esa máscara siempre a punto de caer). No sé qué quiero decir. No puedo limpiar la cabeza.
Hoy estuve a punto de estallar en el trabajo...
Me tengo que ir (nico, leeme. Nico, nos tenemos que ir, te llevo, llévame).
Necesito que me piensen (carlos, dónde estás?), no puedo solo.
Necesito dormir con X ( o con V?). Necesito ver mi casa terminada. Necesito...
Todo sigue siendo una gran palabra, y todo, tanto en el trabajo que me asfixia y del que me aterra quedar pegado, como con las mujeres que sueño y los amigos que me apuntalan, todas las palabras, la única palabra, desembocan en la consigna insoslayable. Y es que de lo que se trata, siempre, hoy como ayer, es de pensar aquello que hace caer la máscara: cómo vivir juntos?
Miro por arriba lo que acabo de escribir. Es caótico y no entiendo bien lo que quiero decir. Me siento muy cansado, viene mi cumpleaños y todo lo que deseo es un buen reviente, un buen sueño compartido, una explosión de la conciencia.
Y, luego de la explosión, al otro día, reconstruir el presente con los fragmentos duros, con el núcleo permanente, depurado de...de qué?
Y sentirme bien otra vez. Y escribir bien.
Ayer lei una entrevista a Roger Waters: "hay algo que siempre me dio terror, y es que la gente se diera cuenta que yo era alguien que no quería ser"

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