lunes, 31 de enero de 2011

BAILANDO POR UN SUEÑO...





El Cisne Negro, última película de Darren Aronofsky (el director de la impresionante Réquiem para un sueño), es, desde el comienzo, un film denso y claustrofóbico. La sensación enferma y perturbadora de encierro que se transmite desde la pantalla solo es comparable a los efectos logrados por algunas de las obras de David Lynch (especialmente en esa joya surrealista que es "Imperio")o de Lars Von Trier ( pienso, desde ya, en su brutal "Anticristo").
La densidad de la película, el olor a pesadilla que desprende con el correr de los minutos, se sostiene a través de las escenas por las que desfila (baila, mejor dicho) una Natalie Portman que, con su belleza ofensiva y su destreza como intérprete, sueña con el papel principal en la clásica obra "El lago de los cisnes".
Aronofsky (como también Lynch, Von Trier y también Gus Van Sant), entiende los mecanismos cinematográficos para articular, con intensidad, los sueños y las pesadillas que anidan en las mente del que se sabe (o cree saberse) protagonista de una ilusión (la propia, ¿tal vez?).

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