viernes, 21 de enero de 2011

TELÈFONOS QUE SUENAN EN HABITACIONES VACÌAS...





Es muy sencillo decir que uno se siente orgulloso de haber integrado esa banda. Lo que no necesariamente quiere decir mucho para el que lo lee. ¨Sentirse orgulloso¨. Nada. De hecho no siento las palabras que ahora digo. Uno no piensa todo el día frases como ésta; uno no se dice a sí mismo: "Yo integré Sumo". Creo que ni siquiera Paul McCartney o Ringo pensarían así. La vida es una suerte de cinta de Moebius, como un infinito que avanza por un lado y pega la vuelta y vuelve a retroceder cuando en verdad está moviéndose hacia adelante, y cuando en realidad-realidad sólo está dando vueltas en redondo, cosa que al mismo tiempo no hace.
¿Quieren saber qué se siente haber "estado ahí"? Es imposible de describir. ¿Por qué? Porque no tenés ganas de explicarlo o de darte un baño de oro y sentir que perteneciste a una gloria eterna.
Lo que sí puedo decir es que aquel estado melancólico que acompaña a todo artista -con o sin talento, con o sin esfuerzo diario- parece cobrar un sentido. Hay algo que permanece. Fue una experiencia, acaso una más de tantas que al ingresar a ese estatus llamado "estado público" parece cobrar una dimensión de la que es imposible apropiarse, que uno no puede guardar para sí. Sumo ahora es de todos, de todos aquellos que vivimos en una misma región. ¿Qué tendrían que pensar los Stones, los Beatles, el baterista de Hendrix? ¿Qué tal si mi máxima experiencia fue tener un nuevo hijo que ahora mismo, mientras escribo esto a las ocho de la mañana de un día cualquiera en una ciudad cualquiera, me sonríe y me descubre aún despierto? ¿Llamaría eso tu atención? ¿Te enseñaría algo que después podrías volcar en tu música o en tu arte? ¡Claro que no! Sin embargo...debería!
¿Cómo quedé? ¿Cómo me siento? Triste. ¿Cuánto ocupa esta tristeza en un largo día de 24 horas? No lo sé, y si no lo sé no tiene tiempo, no ocupa espacio; y si lo ocupara, pues bien, habría más espacio todavía. El ser humano no llena ningún espacio real salvo el que su mente le dicta, y los espacios mentales se reemplazan por otros. ¿Extraño a mis compañeros? Claro que sí. ¿A Luca? Claro que sí. ¿Reírme con Mollo o escuchar las geniales reflexiones de Arnedo en pocas palabras? Claro que sí. ¿Tocar con Germán y armar un disco de música experimental y compleja que no venda nada? Claro que sí, también...¿Y seguir el pensamiento de Superman hasta iluminarme? ¡Obvio!
Pero eso no está ni para ellos ni para mí. Está en algún lugar de nuestro corazón, aunque el corazón no sea más que otro músculo socialmente promocionado como el vector de la vida y la muerte.
¿Quiero tocar con alguien más que no sea mi familia Sumo? Claro que no. ¿Quisiera tocar con ellos por siempre? No lo sé. ¿Hablarnos por teléfono? Tal vez. ¿Es que no los quiero más? Por el contrario, los amo, pero lo digo aquí para que el fan que compró este libro me pueda entender, pero nunca más lo volvería a repetir. Todo es una experiencia y una entrega. De pronto, como si surgiera de una dimensión paralela, los artistas no entregamos nada a nadie, pero sí dejamos salir determinadas cosas, para que, como una nube de polvo o un relámpago de sémola, distraigan y sorprendan, para rápidamente desvanecerse. Sin sentido el arte viene. Sin sentido se va. Sin sentido la música surge. Sin sentido cambia por otra, y la otra y la que viene también se irán.
Pero sí hay algo que quisiera transmitir: el verdadero arte, por lo menos en la música, se basa en una relación humana, en un grupo de seres solitarios que se disuelven en otros aun más desprendidos y profundos. ¿Suena contradictorio decir "un grupo de seres solitarios"? Sólo en la música puede suceder. Porque por siempre será ELLA (y no nosotros)la dueña, la regente. Cuando la pintura llega se puede ir. Cuando la actuación llega puede desaparecer de un día para el otro...
Pero la música... ¡Dios! ¿Por qué aparece para todos pero, eligiendo a unos pocos, los cobija, los ama, los tortura y los cambia para siempre y hasta el último día los acompaña como un hada, como un gigantesco elfo que te hace decir "déjenme morir escuchándola"?
No lo sé.
Pero nos hizo llorar. Y me hace llorar. Y mañana...

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