martes, 21 de mayo de 2013

LA DAMA DE HIERRO...(QUE HABLA HASTA QUE -LLEGADO UN PUNTO- SE DETIENE)




DEL LIBRO "LA AUDACIA Y EL CÁLCULO" (KIRCHNER 2003-2010)

Si el presente argentino comparte rasgos con otras situaciones latinoamericanas, esto no es un pase libre a un comparatismo que, como las cosas serían de este modo en todas partes, vuelve aceptable lo inaceptable. Saber que no somos originales no le quita dramatismo a la experiencia. Sólo implica saber que otros pueblos conocen desgracias o fortunas similares.

Los kirchneristas "promedio" no encuentran obstáculos ni pasan penurias materiales que les impidan mirar su programa hiperkirchnerista, armar su página en facebook, navegar en la web buscando blogs amigos y sitios para linkear. Sus condiciones de vida hacen posible un cierto ocio, que es indispensable para la política; no hay ofertas que puedan interpelarlos de modo más eficaz; son los desilusionados de la Alianza; son los engañados de siempre por los mil rostros del peronismo transformista; no han olvidado cierta épica de diciembre de 2001 y de las asambleas barriales donde hicieron una fantasmal experiencia de autonomía; tienen poca memoria para los detalles finos de los años noventa donde no ubican bien a Kirchner ni saben qué hizo en Santa Cruz, y lo que diga de esos años viene de fuentes de las que desconfían, cuando no denuncian; se informan, pero, como se sabe, la prensa tradicional ha dejado de parecerles confiable. Han salido del pozo que los amenazaba en la vuelta del siglo, pero no se secó un impulso hacia los más pobres y creen que esos más pobres podrán ser salvados por la continuación del gobierno.

El líder populista que fue Kirchner pudo jugar en el campo de las incompatibilidades, descartando algunas, y subrayando la equivalencia de las distinciones potencialmente compatibles. La suma de diferencias, vueltas equivalentes por esta operación política, podría desembocar en un nuevo choque de incompatibilidades, si el líder no logra reproducir permanentemente la conversión de diferencias en equivalencias y trazar, cada día de nuevo, la frontera. De volverse institucionalista, ese líder estaría perdido.

Kircher volvió a colocar al peronismo en un punto imaginario donde se separan las aguas de la "verdadera" inzquierda nacional, un laberinto recorrido por peronistas y marxistas en los años sesenta y setenta. Kirchner reactualizó un debate que parecía liquidado, porque el peronismo no tenía interés en abrirlo después de limar todo arresto ideológico durante la década de obediencia neoliberal menemista y pactos con la derecha; luego, porque el FREPASO, que había querido ocupar un espacio de centro-izquierda, no fue, primero, capaz de crearlo; luego, dentro de la Alianza, no fue capaz de gestionar y, por fin, algunos de sus dirigentes, como Chacho Álvarez, terminaron proponiendo a Domingo Cavallo como ministro de economía de un gobierno que ya estaba cayendo. Néstor, entonces, llegaba para disputar un lugar en la historia de las ideas políticas y para marcar la frontera de quién es de izquierda y quién no es de izquierda en la Argentina.

Una vez electo, el Presidente débil daba su primer paso con cautela, sabiendo que no podía ejercer una dirección vertical ni sobre el partido justicialista, cuyo gran aparato dominaba Duhalde en la provincia de Buenos Aires y cada caudillo en la suya, ni sobre el país. Comprendía perfectamente que la ampliación de su base de consensos era, por lo menos, el primer capítulo de la construcción de una autoridad presidencial. La construcción "transversal" había sido la solución encontrada por un hombre que no controlaba el partido al que pertenecía. Esa construcción "transversal" incluyó a muchos, pero tuvo algunos protagonistas ideológicos con respetable poder de movilización: los dirigentes de las organizaciones sociales, por una parte; las organizaciones de derechos humanos, por la otra. Kircher debió salir a buscar esos apoyos.

Se dio cuenta, además, que, carente de estructuras territoriales partidarias, los medios de comunicación debían convertirse en su red territorial. En estos sigue la tradición histórica del peronismo. A diferencia de los radicales, los peronistas "se meten" con los medios, los favorecen, los acosan o los cortejan, fundan medios y los financian. Antes de cualquier teoría académica sobre las comunicaciones, han sido expertos en estado práctico.

Registró que el fracaso de la Alianza se debió a la ausencia de un líder capaz de conducir los elementos que confluían en ella; no había una única voluntad política. Si existe algo que Kirchner desplegó hasta la exageración es el ejercicio de esa voluntad unificadora. La política encontró un cuerpo.

Se restituyó la densidad a un política que, durante los años noventa, se había propuesto como administración de las cosas según las leyes del mercado. Frente al realismo (catastrófico) de los noventa, la pregnancia simbólica del kirchnerismo puede ser discutida en sus formas y en su tópica, pero no en la importancia que tomó como dinámica repolitizadora. Tener una hipótesis de tiempo implica ordenar de nuevo los personajes y las acciones de una drama.

Si Kirchner deviene en mito es porque tuvo una incomparable potencia imaginaria. Pero un mito no se reemplaza ni tiene sucesores. Un mito es, como la muerte o como el carisma, ingobernable. Por lo tanto, la continuidad del kirchnerismo depende, paradójicamente, de que el parcial olvido ponga a Kirchner en la serie de los políticos "normales", como él se presentó al llegar en 2003 a la escena nacional.

Para ganar una batalla es tan necesaria la audacia como el cálculo. Las dos palabras describen a Kirchner. Entendió mucho de política. Sus tácticas fueron irritantes y, muchas veces, equivocadas incluso para sus propios objetivos e intereses. Pero los errores nunca mostraron a alguien que no sabía dónde estaba parado, cuál era el suelo que pisaba. Despótico, decidido, autoritario, valiente, rápido, ambicioso, sectario, inteligente, hipócrita, los adjetivos pueden apilarse sobre este hombre. No hago un balance como si se tratara de decir simplemente: permitió la corrupción pero amplió los planes sociales; ahogó el federalismo pero hizo obra pública; renovó la Corte Suprema pero ignoró la institucionalidad republicana; aprovechó el crecimiento y permitió los negociados de sus amigos y subordinados; o, a la inversa, aunque sus amigos y él hicieron grandes negocios, lo importante ha sido el crecimiento o los planes sociales. Todo eso es cierto y cada uno hace las cuentas en un debate que ya lleva varios años. Tampoco pienso que el kirchnerismo es el único progresismo posible en la Argentina real.

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