lunes, 10 de enero de 2022

UN GRAN REMEDIO PARA UN GRAN MAL...




 A dos años del inicio de la pandemia y un año del inicio de la vacunación en el país, todos seguimos teniendo algún caso cercano ( un amigo, un familiar, un vecino, un compañero de trabajo) que "no cree" en la vacuna.

El hecho que lo expresen de esa forma ( "no creo"), los vuelve impermeables a todo argumento racional y a toda evidencia empírica. Se puede creer o no creer en Dios, justamente porque se trata de una entidad metafísica, es decir, algo que trasciende el plano de nuestra realidad, pero no creer en una cuestión de carácter médico/ científico puede resultar peligroso.
Lo que da la pauta de ese alcance "metafísico" del "no creer" es que lo siguen manteniendo al día de hoy, cuando hay cosas que son irrefutables. A saber: 1) que la vacunación alcanzó a un porcentaje importante de la población. 2) que, ante esta nueva ola, los casos de internación/ muerte de pacientes son muy bajos en proporción con el altísimo número de infectados.
Pero constatar tal circunstancia parece que no conmueve la postura de los que "no creen" . El debate actual, entonces, es qué hacer a nivel legal ante esa postura tan firme. El caso de Djokovic es emblemático en ese sentido.
Como siempre, aparece en primer plano la palabra "libertad". La pregunta, en todo caso, es cuál es el alcance de la libertad individual frente a una situación tan excepcional como la que atraviesa la humanidad.
Y , para empezar a pensar la situación de colisión de derechos ante la que estamos inmersos ( libertad individual vs. salud pública), lo primero es partir de un diagnóstico común.
En lo personal, para iniciar el debate, me parece importante tener bien en claro eso: se trata de una situación totalmente excepcional, que atraviesa a la humanidad entera en su conjunto y que involucra la salud de una sociedad. La pregunta es, también, si los que no "creen" en la vacuna parten del mismo diagnóstico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario