sábado, 19 de junio de 2010

EL SER Y LA NADA...






"¿Te pasa algo?". La pregunta me la hace una compañera de curso. Estamos en el bar de la facultad de sociales, donde nos reunimos los integrantes del grupo de estudios de la materia Metodología de la Investigación Social. Mis compañeros hablan sobre el trabajo de investigación (acerca de la aceptación del matrimonio homosexual) que, a fin de mes -es decir ya- tenemos que entregar. Todos están preocupados: nuestro atrasado en la elaboración del trabajo es alarmante. "Estoy cansado", le respondo a mi compañera. Y es que la respuesta es incompleta. No es que no esté cansado (claro que lo estoy)); es que estoy en uno de esos días en los que, de la mañana a la noche, es decir full time, el mundo y sus habitantes me resultan absolutamente indiferentes. No me importa nada de nada. No pienso en nada, no se nada, no me preocupa ni la materia, ni ver con qué compañera tengo chance de acostarme al finalizar la cursada, ni la carrera, ni mis viejos, ni la humedad que hay en casa, ni el mundial, ni hablar con mis amigos, ni leer, ni ver una película, ni ver la pelea de clarín con los k por la construcción de lo realidad...soy la nada misma. En esos días, por suerte son muy pocos al mes, sólo puedo esperar llegar a la cama para que un sueño profundo y reparador me transporte a un no lugar. En ese "no lugar" encuentro la paz y encuentro, tal vez, algo que me activa, que me empuja otra vez a la realidad tal como es, tal como me interesa verla: como un cúmulo de materiales sobre los que, necesariamente, se debe intervenir.
Espero sepan disculpar mis interrupciones.

3 comentarios:

  1. será que por fin descubriste la mestruación masculina? digo, después de intercambiar opiniones con alguna que otra mujer, llegué a la conclusión que durante esa etapa, ciertas mujeres, no todas, se sienten más próximas a la nada que a algo.
    en fin, suerte encontrando alguna toallita en caso de que la sensación venga de la mano de alguna fluctuación hormonal que necesite fluir.
    abrazos.

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  2. Atún: cuando te leo pienso en las palabras, en lo que uno puede hacer con ellas. Repaso mis entradas en este blog y luego tus comentarios, y se me ocurre que hay, básicamente, dos operaciones del lenguaje: o usamos las palabras como una mano en la espalda que nos empuja hacia adelante, o bien usamos las palabras como un candado enorme, que cierra, con (aparente) seguridad, la puerta detrás de la cual estamos cómodamente escondidos (o no tanto).
    Prefiero el primer uso del lenguaje. El segundo, más allá de requerir un mínimo de creatividad, termina aburriendo largamente...

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  3. estimadísimo amigo (tiempo irreparable sin verte. hay que poner coto a esta distancia de alguna manera.): en cuanto a lo que decís... Puede ser, y puede no ser. el lenguaje no es sólo el motor de la persona, sino también un interruptor del asedio mundano. todo, y todos, se da y nos damos, a medias tintas. por lo tanto, y sin que esto suene vil, no hay tragedia tan grande de la que no podamos sacar un chiste, ni chiste tan gracioso que no pueda llegar a avergonzarnos con nuestra propia pequeñez. necesitamos del primer uso para reconocernos, y del segundo para desconocernos un poco, ya que si todo es lineal y si sólo podemos llegar a decir todo lo que hay, acudimos a la triste conclusión de que realmente no hay nada, y que los únicos que lo notamos somos los que prestamos algo de atención. o sea, tanto empujarse como detenerse, son hábitos naturales para matar el aburrimiento y la despersonalización.
    Lo que importa, a grandes rasgos y en este pobre decir, es rescatar lo útil de lo futil, lo consistente de lo vacío, y darse cuenta de que la realidad no contiene a ninguno de ambos... y que por lo tanto ni todo es por completo útil, ni todo es por completo inútil.
    aún así, me gusta lo que decís. allende, ello... nene, tenemos que juntarnos a compartir esa copa de vino o cerveza. y esto no es una petición, es una convocatoria.

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