sábado, 5 de junio de 2010

LA CELEBRACIÒN...




Pensando que, muy probablemente, entre el hombre murciélago y su servil Alfred siempre hubo algo más que desayunos continentales y sábanas limpias, voy al cumpleaños de mi primo. Es el hijo del hermano de mi vieja. Mi tío, con su inefable bigote, es el macri que habita, con mayores o menores cuentas bancarias, en toda familia de clase media. Bueno, debo corregirme: él ya no pertenece a la clase media. Sus últimos usos, costumbres y adquisiciones (departamento con gps para que los invitados se orienten, focus okm, novia que lo llama "Henry", cenas en puerto madero, viajes a europa y estados unidos, ropa de marca, y siguen las firmas), lo terminan de consolidar, frente a su hermana y sus sobrinos, como un ex-integrante de la familia. De "medio" ya no tiene nada. El es completo. Ya despegó. Se desprendió, o mejor dicho, nos desprendió de la familia. La eyección no es formal, claro. De lo contrario, el autor de este blog "y su familia" no hubieran estado invitados a la fiesta de su primo, y, en consecuencia, ahora estaría publicando otra entrada para este espacio. Claro que estamos invitados; estamos invitados a ver todo lo que tiene. Claro que estamos desinvitados: estamos desinvitados a su más mínimo interés. La eyección es siempre, siempre, simbólica. Vamos a los hechos; estábamos, en plena celebración, mi hermano, mi cuñada y yo, tomando algo y comiendo unas empanaditas. Entonces "Henry" se acerca, saco sport y copa de champán en mano, y le pregunta a Pablo y a Regina (hacía tres años que los veía): "Què tal la vuelta de España, se están adaptando?". Mi hermano se mira con su mujer y al mismo tiempo que empieza a esbozar una respuesta, mi tío rico ya les está dando el perfil, para darle la cara a uno de sus amigos (más ricachòn que él todavía) y ofrecerle algo de comer. Mi hermano se llama a silencio. Henry hace un ademán al que interpretamos como "enseguida estoy con ustedes". Como una empanada. Cada vez que tengo alguna "Henry `s party" aprovecho para comer y tomar. Y es que casi no hablo con nadie.
Su poder y su poder de disfrute son, aparentemente, completos, circulares.
Vamos a decirlo: Henry es un pelotudo, un pobre rico tipo que vuela en primera clase pero que arrastra sus penas por el piso, que implota cánceres bajo los escombros del amor filial (un gps ahí, por favor). Es un caso perdido. No me interesa. Me interesan sus hijos, mis primos adolescentes. Me interesa escucharlos, ver que pasa con ellos, ver su lógica debilidad actual para pensar en algo diferente, escucharlos y soñar con que puedan llegar a tener la fortaleza y la inteligencia de querer algo distinto. Y hacer mi aporte en ese sentido.
Me siento muy identificado con Fernando, el cumpleañero. Sus 17 y mis 17: baja autoestima, futuro incierto, temor paralizante ante lo desconocido, ante el sexo, ante la manifestación de sentimientos. Encapsulado por el padre, al que abraza, levemente, al soplar las velitas. Pienso en el lugar desde el que se vincula socialmente, desde el que practica voley, estudia o trata de acercarse a una chica: el lugar del tarado, del que no puede. (Grande Henry!). Nos separa un refugio contra esa imposibilidad: mi primo se refugia en internet; yo me refugiaba durmiendo todo el tiempo que fuera posible.
No me sorprende. No me sorprende, entonces, que un chico de 17 años prefiera, un sábado a la noche, salir de su departamento equipado "fortianamente" para ir a la casa de su tía (mi santa madre), que ni siquiera tiene cable, a cenar y quedarse a dormir. Sí: quedarse a dormir, en la misma habitación con su tía sesentona, que no tiene plasma pero que, al parecer, tiene algún que otro bien para ofrecer a su sobrino.
Hoy salí a dar una vuelta y le compré un libro. El Rey de la Milonga, de Fontanarrosa.
Espero que le guste.

1 comentario:

  1. Dany querido! impecable! genial! creo que ese es tu desafío...con los chicos..ayudarles a salir de cualquier determinismo absorbente y fantasmal...gracias Deny!!!

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