domingo, 24 de junio de 2012

LA MADRE...



Definida por la propia directora como un "thriller doméstico", Por tu culpa es una película tensa, en la que uno espera que en cualquier momento pase lo peor. Anahí Berneri se apoya en la estructura genérica de los thrillers con un falso culpable para generar suspense a partir de una situación cotidiana. Presentada y elogiada en el Festival de Berlín, la película confirma el talento de la directora y ofrece un gran trabajo actoral de Erica Rivas.

¿Cómo surgió la idea de la película?

La imagen disparadora surge en un asado entre amigos. Una madre contó que uno de sus hijos se había lastimado en un accidente doméstico, y cuando fue a una clínica le empezaron a hacer preguntas, sospechando de ella. Fue un disparador que me sirvió para reflexionar acerca de la culpa, la maternidad, y la mirada social sobre la maternidad hoy en día. Tenemos ideas o preconceptos que no se ajustan a la realidad de muchas mujeres, sobre todo de mujeres profesionales que salen a trabajar. El vínculo con la maternidad ya no es tan instintivo o cercano como era en otros momentos, y eso genera culpa, falta de límites, roles que no están claros.

¿Julieta es un reflejo de las madres de tu generación?

Sí, para mí Julieta es muchas madres. Esta película me resulta muy cercana. Yo tengo dos hijos chicos, y uno muchas veces, más que culpable, se siente víctima, haciendo lo mejor que puede con los hijos. Julieta hace lo que cree que está bien para ellos, pero la situación que vive la desborda.

¿Por qué decidiste condensar la acción en una sola noche?

Para evitar los subrayados. La película habla de temas muy ideológicos que, al condensarse en una sola noche, dejan ver la punta de un iceberg. El resto lo completa el espectador, porque al ser una película que muestra un personaje cercano, identificable para una generación, no genera ese alejamiento de 'a mí esto nunca me puede pasar, yo no soy así'. La gente sale con ganas de hablar de su familia, de lo difícil que es, con la sensación de que no hay una respuesta. Estamos haciendo camino al andar, y en muchos aspectos nos equivocamos.

La película está narrada desde el punto de vista de Julieta, y a medida que avanza se cierra cada vez más sobre ella. ¿Por qué?

Para transmitir identificación. La idea no es juzgarla, sino transitar un camino con ella. La mirada social se transforma en un murmullo, lo que dicen los demás, lo que piensan los demás de ella, pero eso queda fuera de lo que ella realmente es. De hecho, la vara con que la miden no es la de las madres de hoy. Va a la comisaría y le preguntan '¿Usted trabaja?, ¿Cuántas horas lo deja solos?, o el médico le pregunta '¿Usted los estaba mirando?' Ese concepto de la madre omnipresente, que está al cuidado de los chicos, poniéndole el cuerpo constantemente, no es el tipo de maternidad que vive Julieta, ni muchas otras mujeres. Pero en nuestras cabezas sigue existiendo esa madre como ideal y como fantasía, tanto para hombres como para mujeres. Y para las instituciones también, es la propaganda del polvo para lavar la ropa.

¿Cómo fue el trabajo con los actores?

Trabajamos muchísimo con Erica Rivas y con Rubén Viani (que interpreta al padre de los chicos) para construir el vínculo con los nenes, porque hay uno de nueve años y otro de dos. Ellos son realmente hermanos, así que ahí ya había un vínculo creado, y una violencia inherente a ese vínculo, pero había que construirlo con los padres, sobre todo la cercanía física, porque la película es muy física. Trabajamos con María Laura Berch, que es una coach de niños, pero no fue el trabajo clásico: estudiar la escena o que sepan la letra, sino jugar y crear un vínculo físico y afectivo para que eso se transmitiera en la pantalla. Improvisamos mucho, pero para llegar siempre a la escena que estaba escrita.

Por tu culpa es tu tercera película. ¿Cómo la ves en relación a las anteriores?

Siento que es una película más cercana, pero a la vez sigo hablando de lo mismo: de la mirada social. Tanto el personaje de Encarnación, que era una ex vedette, como el de Un año sin amor, un HIV positivo, gay, sadomasoquista en los '90, eran personajes marginales. Como había una fuerte identificación y personajes excluyentes, al transitar con ellos la película, uno iba rompiendo la cáscara del monstruo, conociéndolos. Acá me parece que pasa lo contrario: uno se identifica rápidamente con el personaje, y cada vez lo ve más extraño, descubre su parte monstruosa dentro de cierta normalidad.

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