sábado, 23 de junio de 2012

VIVIR SIN FACEBOOK...




"Tenés que hacerte uno" me dice un amigo, mientras cenábamos hace unos días. Su pedido se suma al de  otros amigos que no veo con regularidad (los de Mar del Plata, por ejemplo), compañeros de trabajo (que sí veo con regularidad, pero "sólo" físicamente), y el de mi prima Martita, a la que veo sólo en fechas especiales del calendario.
No tengo facebook. No sólo no tengo sino que soy la única persona que conozco que no tenga. Debe haber otros, seguramente, pero no tengo el gusto.  Me interesaría mucho conocer personas que no tengan facebook. Si me dicen "conozco alguien que no tiene facebook", aceptaría una cita a ciegas con esa persona, sin saber nada más, sin haber visto una sola foto.
No tengo facebook y resulta divertido, cuando me lo piden y les comento esa ausencia en mi vida, ver la expresión de algunas personas: se quedan mirando como esperando algún tipo de explicación, de excusa medianamente comprensible; tal vez alguna disculpa, o la exhibición de una prescripción médica acorde a mi enfermedad.
Lo cierto es que -por el momento- no encuentro nada particularmente seductor en sumarme al mundo virtual que propone el programa. No se trata de rebeldía por la rebeldía misma, sino -simplemente- de ausencia de un interés real mas allá de la mera curiosidad accidental que me genera el paradero de ciertas personas.
Más allá de cada persona le puede dar el uso que le venga en gana (y seguramente no todo el mundo administra su participación en el mismo es iguales términos), no me gusta la lógica que pretende imprimir el programa en las subjetividades de los usuarios.
Por un lado, como señala mi amigo (un usuario que no es usado), el facebook promueve el hecho de poner nuestra vida a consideración de los demás. Se trata de una reformulación del concepto de intimidad, que -hasta no hace muchos años- era un campo más que significativo en la esfera psíquica de una persona. El facebook y el twitter -su primo bobo- se inscriben en la lógica de las "identidades dinámicas": el sujeto es constituido mayormente en exterioridad a través de imágenes y discursos (fragmentos de discursos debido a la extensión posible para escribir, que no alcanzan a completar un pensamiento sobre un hecho determinado), que fluyen sin parar.
Se borra el distanciamiento con el otro, algo fundamental para definir la propia identidad. Todo debe ser puesto a consideración de los demás: la fiesta a la que fuimos, la bronca o simpatía que genera el gobierno, lo lindo que es el perrito que compramos, el mal día que tuvimos en el trabajo, etc, etc, etc, etc, etc...
¿Cómo queda posicionada la relación con nuestra propia intimidad?
Se reformula, también, el concepto de amigo: el facebook permite que uno se acerque al sueño de Roberto Carlos. A diferencia de la vida real, en la vida virtual uno puede tener 100, 300, 1000 o más amigos.
Amigos del mundo, también aparece la lógica que comenzó con los ricos y famosos: el hecho de que, a los demás, realmente les importe cualquier cosa que se nos ocurra contar o mostrar de nuestra vida. Y, me parece, el otro no está demasiado interesado en el mundo que decidimos exponer, tal vez no por falta de curiosidad, sino porque -justamente- el también es un usuario del facebook, por lo que está más ocupado en ver qué es lo que muestra él...
Ahí otra paradoja: la urgencia por poner a disposición de la mayor gente posible la mayor cantidad de información posible, información que -por imposibilidad lógica pero también por desinterés- no puede llegar a ser recepcionada por los supuestos destinatarios.
Los ricos y famosos, a través de las revistas, exponían -y aún lo hace en la era de la virtualidad- su vida a gente que no conocen ni les interesa conocer; el facebook toma esa premisa y la traslada a la gente común y corriente: la posibilidad de ser "famoso" (pero no rico, claro) teniendo una vida perfectamente común y silvestre.
Se trata -entonces- de una ventana virtual al mundo que, en su paso voraz hacia el futuro, deja reducido al mail a una pieza de museo. Mis primos, que están por terminar el secundario, no saben lo que es llamar a un teléfono de línea; tal vez crean que eran prácticas propias de la Revolución de Mayo.
Y si hablamos de ventanas, por el momento no hay nada que me resulte más seductor que mirar al mundo a través de la ventana de un bar.



4 comentarios:

  1. Yo tampoco tengo facebook! Aunque mis responsabilidades parentales presionan para que renuncie a tal rareza. En tal caso, sería utilizado como modo de vigilar el facebook de mi hija. Me resisto porque sospecho que es mas fácil no tener facebook, que tenerlo y no sufrir las consecuencias infinitas de rechazar cada invitación, el silencio ante cada subida al muro de mis amigos, las preguntas acerca de la ausencia de mis fotos.

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  2. yo tuve facebook y borre mi cuenta, harta de la cantidad de informacion que no necesitaba y ya ni me interesaba ver.

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  3. Muy buen texto. Yo lo tuve durante unos años y hace tiempo que salí por patas y volví a respirar en paz. Parece que mis días volvieron a perfilarse en un espacio-tiempo concreto, y parece que mi mundo se hizo enormemente chiquito, tangible, después del "éxodo" de personas cibernéticas que desaparecieron porque quizás nunca estuvieron ahí. Y de pronto me sentí más yo. No lo cambio por nada.

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