Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
martes, 25 de mayo de 2010
AMIGOS SON LOS AMIGOS...
Lunes por la tarde. Mi amigo, llegado de Mar del plata por el fin de semana largo del bicentenario, me pide que lo lleve a las librerías de Corrientes. Ingeniero en informática devenido estudiante de filosofía, quiere comprar algunos libros que, sin bien no son clásicos en el sentido riguroso del término, igualmente le aseguro que va a conseguir. Allí vamos, visiblemente cansado yo (salimos viernes, sábado y domingo) y visiblemente entusiasmado él (si mi amigo tiene 30 años es porque está conformado por tres chicos de 10), rumbo a la calle que nunca duerme.
El tránsito está cortado sobre Corrientes. Las masas avanzan rumbo al obelisco, donde, en pantallas gigantes, se transmite el partido amistoso de Argentina. Se nos suma una amiga, de avellaneda ella, maestra jardinera, también integrante del grupo marplatense. Los tres vamos de librería en librería. Mi amigo no consigue lo que quiere. Luego de fracasar en varios intentos, conseguimos, vía Internet, la dirección de una librería en la calle Florida a la que mi amigo tiene fe. Allí vamos, atravesando mares de gente bicentenaria, bajo un cielo enteramente teñido de gris oscuro. La librería en cuestión está cerrada. Mi amigo abandona la búsqueda originaria y termina comprando "Peleando a la Contra", compilado de poemas y relatos breves del gran Charles Bukowski.
Luego de una merienda breve, emprendemos el camino de regreso al sur. Decidimos ir a cenar a un restauran en la estación Lanùs.
Durante la cena, hablamos de los 30 (que se vienen al galope), de nuestras posibilidades económicas en el corto y mediano plazo, del sexo pago (ay chicos!!!) ("si lo pensàs en términos sanitarios, o en términos de narcisismo, o incluso en términos morales, no lo hacès. Si sucede, sucede cuando estás en otra parte, perdido, viajando hacia otro lado")
Hablamos del matrimonio gay: ("Creo que deben poder casarse, no sé si adoptar") ("No creo que sea algo bueno para los chicos tener dos padres o dos madres") ("Lo que creo es que hay funciones que cumple una padre y una madre. El padre, supuestamente, debe cortar el cordón que una a la madre del hijo para poner al chico en relación con la cultura, pero no creo que sea algo fundamental que ese padre tenga barba o que tenga que depilarse las piernas con cera") ("No es que uno no sea ni un poco conservador. El tema es que me parece que lo que está en juego son nuevas formas de familia. Eso asusta a mucha gente. A mi no me inquieta, y no por ultra-progresista, sino porque, en principio, los gays son minoría. ¿Cuántos gays conocen ustedes? Se trata de legitimar derechos de minorías, no creo que implique, por lo menos en el mediano plazo, una gran transformación social. Obvio que para los chicos que se adopten sí vendría a ser algo de impacto, y habrá que ver como se ensamblan, en sus vínculos cotidianos, con los chicos provenientes de familias tradicionales. En todo caso, todo cambio cultural entró a nuestra casa por la ventana, no? Y de lo que se trata, en toda casa, es que, dentro de lo posible, haya lugar para la comodidad de todos.")
A la hora del postre, con los fuegos artificiales bicentenarios como banda de sonido, decidimos seguir la noche en un canto bar de la zona. Vamos entonces a Peyote, ex-casa vieja, actualmente casa vieja con barra improvisada y cantores improvisados de temas de Calamaro y Sabina. Tomamos unos tragos. De a poco el lugar (apenas más grande que la cocina de casa) se empieza a llenar. El cansancio me empieza a pesar. Aflojan mis ganas de socializar. Mis amigos lo perciben y se ríen del tema. Mi amigo, sin embargo, saca un as de la manga; hace brotar a uno de sus chicos de 10 años, que salta sobre la barra y se posa sobre el hombro de una chica que habla animadamente con una amiga. La cosa parece funcionar; en pocos minutos estamos los 4 hablando animadamente. Nuestra amiga se ríe y permanece en la casita. (Evidentemente nos tiene poca fe, y lo bien que hace). Pasa el tiempo, pasan los tragos, falta el cariño fugaz de la noche estéril. Bukowski nos golpearía con una botella si nos viera en semejante pose burguesa. Con el baile la cosa no mejora, y nuestras acompañantes nos abandonan, sin emitir palabra alguna, por vecinos bailanteros.
Abatidos, abandonamos el lugar, acompañando a nuestra amiga ( a esa altura de la noche una bruja de la peor especie) a tomar un remis. Volvemos caminando a casa. "Esta fue la película de mi vida durante muchos años: volver así, solo, de espaldas al sonido idiota de la felicidad nocturna, ensayando en voz alta la deconstrucciòn de una imposibilidad".
Termina el bicentenario. Mi amigo se vuelve a Mar del Plata, a sus cursos y a sus clases. Yo vuelvo a Lomas Town, a trabajar y estudiar en el campo. Pendiente queda nuestro viaje a Europa (en el transcurso del año), esperando, con ansias, una feliz deconstrucciòn de nuestras noches madrileñas.
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Excelente Deny! gracias por hacerme conocer al amigo Bukowski, de seguro aprenderemos de él algunas cosillas...nos seguimos leyendo!
ResponderEliminarSaludos!
El Gran Randy "The Ram"