Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
sábado, 1 de mayo de 2010
TIEMPOS DE LIQUIDEZ...
Sábado por la mañana. Otoño pero primavera. A las 8.45 una llave repiquetea, cual garra exhumada del parque jurasico, en la puerta de calle. Es Lulu, la mujer "que hace" la limpieza en casa, deshonrando el día del trabajador con su intento (fallido como siempre) de performance laboral. Puedo percibir las mínimas sonrisas de los microorganismos hogareños cuando la doña me dice "empiezo por la cocina danilo". "Empiece tranquila" le digo, y, después de encontrarme lo primero que encuentro (jogging y remera), revisa Ñ y librito en mano, bajo la escalera rumbo a la Esso a tomar un cortado con medialunas. Mi visitante matutina de los sábados me detiene cuando estoy por salir: "tenès filtraciones nene!". "Claro que tengo filtraciones" pienso y salgo. Al pasar por la esquina, en la puerta de la farmacia, siempre, SIEMPRE, hay un viejo flaco, de barba, igual a Bukowsky. Hoy no es la excepción. Está ahí, desgarbado bajo el sol tibio de la mañana, y al pasar a su lado sólo puedo pensar en una cosa: "te detesto con todo mi corazón". Desde que abrió la farmacia, hace más de dos años, que el viejo vive ahí. Supongo que la hija o el hijo trabajarán en el local o el tipo será adicto a los fármacos. Lo que sea. El tema es que lo odié sin ninguna explicación más que el hecho de verlo a cualquier hora, cualquier día, siempre parado ahí. Siempre vistiendo jean y pullover harapiento, siempre requisando aquí y allá (la estación de servicio, los autos de la avenida, el puesto de diarios) con ojitos claros bañados de cataratas.
Pero tengo pocas horas de sueño encima. Estoy de mal humor, el cortado no me levanta, y no llego a leer la segunda nota de la revista que ya pienso en volver a casa, interrumpir el partido de truco entre Lulu y el polvo de los muebles, y acostarme por el resto de la mañana, y, si fuera posible, por el resto de la semana. Entregarme al sueño, resbalar suavemente hacia lo oscuro hasta desaparecer por completo. Que un mar enloquecido se lleve todo, que se lleve toda la humedad (para mi terror pero también para mi fascinación), y despertar en otra época, despertar en un mundo guionado por Charlie Kauffman, con jirafas corriendo por la calle y psicoanalistas expresando un leve malestar, un mínimo quejido, si algún paciente les apagara un cigarrillo en la nuca.
Uno de lo clientes hace un movimiento brusco con su bandeja y riega mi mesa con gotas de cindor. "Son sólo gotas, gotas como la de casa y nada más" me dije, buscando no entrar en pánico. De pronto, flotando entre el sueño, la vigilia y la áurea realidad, entiendo que ya no puedo permanecer ahí. Entonces vuelvo, cruzo Pavón casi corriendo, casi sin ver la luz amarrilla del semáforo por la que un auto por poco me deja reducido a cenizas listas para tirar al océano. Y el viejo ésta ahí, también húmedo, mirando desde su esquina. ("es la humedad propia de la vejez", me digo y no me lo creo). "Todo esto es tu culpa" pienso mientras lo miro al pasar.
Subo la escalera fastidiado. Las paredes se resquebrajaron un poco de ayer a hoy. Me siento pegajoso. Quiero que Lulù se vaya. Que se tome el primer barco. Que vuelva a su tierra: "No clean land". Pero tengo que esperar: terminada la limpieza de la casa, se está dando un baño de inmersión.
Entonces resbalo. Todo se disuelve, algo se aclara en la noche de los días y los tiempos se funden en un solo lugar. Y llega el agua...mis manos se arrugan, estoy solo y tengo miedo. Soy un chico de 10 años que encuentra un papel perdido en el fondo del mar. Cuando vuelva, cuando respire en la superficie, ese viejo de ojos acuosos me estará esperando, desafiante, en la esquina, en la farmacia. Lulu estará mojada; no me podrá ayudar.
Tendré que evitarlo. Tendré que secarme las manos, tomar el diario amarillento de ayer, y ver los avisos clasificados.
Tengo que mudarme urgentemente. Y es que lo que mata es la humedad.
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Estimado Danillo:
ResponderEliminarEs interesante que después de “Violencia es mentir… se” y un 1º de Mayo traces este bello relato, con tres personajes que arrastran su existencia como pueden: La querida Lulu que decide conmemorar (sin un ápice de alegría imagino) “su día” yendo a jugar al truco con los perezosos microorganismos que pululan por tus muebles y surfeando por las húmedas filtraciones de tu vivienda; por otro lado el viejo harapiento y desgarbado que alterna estancia entre la farmacia, la estación de servicio y la avenida, con lo cual puestos a especular y asociar libremente, no sabemos si en el primer lugar quiere drogas o que lo curen de algo, si en el segundo quiere tomarse un buen sorbo de nafta super o que el muchacho del kiosco le ofrezca algo para embutir, y si en el tercero desea que lo lleven a algún lado (cualquiera con tal de que no sea allí!) o prefiere que el 51 (sea del ramal que fuere) haga un trabajo eficaz y profese una muerte rápida… o quizás simplemente, aquí y allá, no desee absolutamente nada, lo cual complica más aún las cosas; y por supuesto en este relato también te tenemos a ti, molesto e incómodo en todos los escenarios, furibundo.
Imagino una fusión de guiones de Kauffman y novelas de Murakami: jirafas correteando por las calles, pájaros dando cuerda al mundo con su chirrido, personas sin sombra, ser por un rato John Malkovich… pero cuando esto se evapora pienso que quizás la tierra de Lulu, la “No clean land” sea la tierra que todos habitamos, y por más mudanzas o cambios de escenografía que se intenten, los personajes se repiten y siguen siendo los mismos. La pregunta es: ¿qué hacer al respecto?
Abrazo!
Gran comentario Lic. Buñuel! Es verdad...todos habitamos "no clean land". Todos tenemos un poco de tierra sobre los pies. Y la locura, probablemente, surge cuando cierto estado de incomodidad se hace latente, toda vez que los interrogantes que secretamente nos acechan se encuentran en un laberinto borgeano en el que no pueden cristalizar en una salida posible, a saber: porqué algo existe, cuáles son las condiciones de posibilidad de que exista en los términos en que existe y no en otros, y cómo participa la propia existencia de uno en aquello que existe por fuera de nuestro ser y cómo afecta a nuestro ser interactuar con aquello que le resulta ajeno.
ResponderEliminar"No clean land"...porque del laberinto sólo se sale por arriba...