domingo, 6 de octubre de 2013

ICH WILL...





Del mismo modo en que no puedo dejar de pensar "Entre los Muros" sin pensar -en forma simultánea- en "Elefante", no puedo dejar de pensar en "La Ola" como el lado B de "Pendejos", la película experimental de Perrone. Es verdad: las vi en la misma semana, por lo que la comparación resulta prácticamente inevitable.
Todas tienen en común que sus protagonistas son adolescentes. Todas, desde diferentes enfoques, intentan problematizar esa etapa de la vida (ya de por sí bastante problematizada).
La película alemana es interesante en su planteo (la idea de que -en el siglo XXI- es posible el surgimiento de algún tipo de colectivo que busque emular al nazismo) e impactante en su resolución final, aunque pierde un poco de verosimilitud en el hecho de que sólo transcurre una semana entre el inicio del "proyecto" y su desenlace fatal.
Lo de Perrone, en cambio, es un desafío brutal para el espectador. Su película genera estados de lo más diversos. En casi tres horas, uno va y viene entre la curiosidad, el aburrimiento vuelto hastío, y -finalmente- un sentimiento liberador. Al salir de la sala se tiene -o por lo menos yo tuve- la impresión de haber atravesado una experiencia absolutamente necesaria. Si el arte no debe ser "mero entretenimiento", Perrone acepta el desafío y lo lleva hasta el límite. La incomodidad (¿el sufrimiento?) que genera su película es el que se debe asimilar si se busca algún tipo de expansión intelectual (si el arte no está para eso, para qué está?).
Los que permanecimos esa noche en la sala, entonces, debimos asimilar  una película  en la que, en su extensísima duración- no se escuchaba una sola voz humana. Ni una. Los poquísimos diálogos eran subtitulados, mientras escuchábamos de fondo una mezcla de cumbia con ópera. Así tres horas.
La experimentación con la "ausencia" de voz humana está clara. La metáfora de que esos chicos crecen en un mundo sin voz, también.
Lo que cada espectador pudo experimentar es una pregunta interesantísima que deja planteado el film: ¿cuánto tiempo podemos soportar sin escuchar una sola voz humana?
Pensemos en nuestra vida cotidiana. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, son escasos los momentos en los que no escuchamos una voz. La única situación sostenida en la que sucede tal situación es en los casos de los lectores entrenados a leer en la soledad más absoluta (sin siquiera una radio de fondo).
 Los que quedamos en el cine -muchos para mi sorpresa- aceptamos el desafío del director. Y salimos "lastimados" pero -a la vez- airosos. Tomamos la película como un combate del que no podíamos bajarnos. Y es que, como dijo el santo padre en alguna vieja canción, "el que abandona, no tiene premio"


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