domingo, 5 de febrero de 2012

EL FUTURO...





"El Pasado" de Alan Pauls, es una novela extensa (550 páginas) que gira en torno a una ruptura afectiva después de casi trece años de relación, y cómo ella -Sofía- se convierte en una especie de espectro del amor, y sigue rondando en el presente de él -Rímini-, quien intenta, sin lograrlo, seguir adelante con su vida.
Suministrada en muchas páginas diarias, la lectura de la novela puede ser nociva para la salud del lector, no por su mala calidad; justamente por lo contrario: está tan bien escrita, todo tan perfectamente construido, que el narrador (y en consecuencia el lector que lo sigue) termina siendo, él mismo -su propia voz-, una prolongación del amor enfermo que retrata en el texto.
En la tarde del sábado, entonces, cambio esa dosis de veneno dulce (que pronto habré consumido en su totalidad), por una sustancia que no tiene contraindicaciones: ver jugar al Barcelona.
El partido no resultó lo brillante a lo que nos tiene acostumbrados el equipo dirigido por Guardiola, lo cual me permitió pequeñas fugas mentales; pequeñas elucubraciones.
Entre otras cosas, algo en relación al fútbol. Pensando en lo que estaba viendo (no ese partido puntual, sino -básicamente- ese grupo de jugadores con ese técnico en el banco), algo vino a mi mente con la velocidad de un rayo y, al mismo tiempo, con la artrosis de lo evidente: la discusión sobre si un jugador como Riquelme es fundamental para tener un gran equipo de fútbol deviene algo totalmente absurdo y fuera de sentido al aparecer un equipo como Barcelona. Lo que es absolutamente insoslayable es tener al menos un jugador con su gran visión de juego y su exquisita pegada. El Barcelona está plagado de jugadores con estas condiciones: Iniesta, Xavi, el propio Messi. Sin embargo, el mismo Riquelme pasó sin pena ni gloria por el equipo catalán hace ya varios años. En ese momento, muchos de sus defensores a capa y espada, al ver que Román debía volver a Boca luego de un paso agridulce por Europa, decían que el fútbol de Román no se "entendía" en el viejo continente, que allá sólo buscaban jugadores que corrieran como locos (que jugaban para correr y no corrían para jugar según la máxima menottista) y ninguno que hiciera la pausa y manejara los hilos del partido. Tema aparte es su falta de compromiso a la hora de recuperar la pelota.
Confieso que Riquelme dividió mis aguas mentales durante mucho tiempo. Hasta ayer. Ayer lo vi con claridad, vi que es (¿fue?) un jugador con algunas condiciones excepcionales, pero que -no tengo dudas- no son suficientes para hacer de un partido de fútbol una verdadera fiesta colectiva.
Las diferencias son abismales. Mientras que Riquelme recibe la pelota, la para, la pisa, va para el costado, vuelve y da un pase (que no es todo lo que hace pero lo hace mucho), en ese mismo tiempo,Iniesta, Xavi y Messi ya están festejando con los hinchas el gol que acaban de armar entre los tres.
¿Alguien se imagina que sucedería si en ese engranaje perfecto se cambiara una pieza para poner a Riquelme?
Y no sólo eso...el barcelona mantiene el mismo ritmo, la misma forma de juego, estando perdiendo, empatando o ganando 5 a 0. Riquelme, en cambio, claramente siempre "reguló" los partidos que ya estaban ganados, jugando más para el costado que de costumbre, haciendo del resto del tiempo para terminar el encuentro un aburrimiento atroz.

¿Qué se puede decir ahora? Ahora que sabemos -todos sabemos- dos cosas indiscutibles:

a) que el Barcelona juega, desde hace años, el mejor fútbol que hayamos visto en mucho tiempo.

b) que Riquelme -aún en su mejor versión, y no en la actualidad en la que llueve y se desgarra- no podría tener cabida en ese equipo.

Y ese equipo -este equipo del Barcelona- es el modelo de juego a seguir.
El fútbol progresa; Riquelme ya no.

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