sábado, 15 de noviembre de 2014

EL AMOR: UN SISTEMA AUTORITARIO (SEGUNDA ENTREGA)


 

"Existen dos fuerzas opuestas en cada uno de nosotros. No me atrevería  a denominarlas, como en la ficción de Stevenson, naturaleza del mal o del bien, porque no encierran en sì mismas la idea de maldad o de bondad. Son las fuerzas de la dominación y del sometimiento. Su continua fluctuación perpetua las relaciones amorosas.Podemos comparar este mecanismo a otro análogo, presente en la biología humana y que tal vez sea otra expresión de lo mismo. Me estoy refiriendo al sistema inmunològico que con sus fluctuaciones provoca salud o enfermedad. Un organismo sano logra hacer frente, gracias a su sistema inmunològico, los  embates de doxas externas. Por el contrario, cuando las barreras defensivas se desmoronan diezmadas por la virulencia del agente agresor, se produce la enfermedad o la muerte.
Ahora debemos plantearnos si es posible comparar al amor con la enfermedad. Creo que más que la enfermedad lo que cuenta es el mecanismo es si. Lo maravilloso es al existencia de esa balanza en perpetuo equilibrio. Siempre una de las fuerzas es superior a la otra. No hay simetría en el cuerpo, ni en la psiquis, ni en el alma; todo espíritu es desequilibrio. Como enfermedad, entonces, entonces, el amor solo puede compararse a una dolencia crónica que atraviesa periodos asintomàticos alternados con otros de reagudizaciòn del proceso.
En principio es necesario saber que para el desarrollo de cualquier enfermedad se necesitan de la concurrencia de una serie de factores que se distribuyen en tres grupos: hereditarios, congènitos y adquiridos.
Estos factores determinan el estado del sistema inmunològico en un momento dado. De igual forma existen factores semejantes que condicionan las fuerzas de dominio o sometimiento en una relación. Se dirá que esta comparaciòn adolece del grave error de pretender equiparar un mecanismo biològico, como el sistema inmunològico, a uno de naturaleza psíquica, el amor; pero bien vista esta contradicciòn es solo aparente. El hecho es demostrable si se tiene en cuenta el borramiento que se produce entre los eventos biològicos y psìquicos y lo orgànico (o el apuntalamiento de lo primero en lo segundo) están tan intrincados que resulta difícil separar ambas dimensiones. Los casos típicos de pacientes psìquicamente deprimidos que padecen todo tipo de patologìas orgànicas son un ejemplo de lo anterior. El sistema inmunològico se deprime por una caída de las barreras  
psìquicas que contienen al individuo en salud.
El individuo enamorado, sometido por el amor, es aquel que padece un estado sintomàtico de amor. El otro, el que ejerce el dominio en la relaciòn, si bien posee el "germen" del amor, no manifiesta los sìntomas del enamoramiento. Este es el que actùa como agonista sobre el primero, desencadenando el estado sintomàtico. Entendiendo por sintomàtico la sensaciòn desagradable de incertidumbre y ansiedad que experimenta frente a su relaciòn y al desarrollo de un sìndrome delirante paranoide leve.
Analizar el mecanismo de desgaste de una relaciòn es materia interesante para desentrañar la autèntica naturaleza del amor. Cuando la tensiòn por alternancia que sufre la relaciòn amorosa se desequilibra, termina por cortarse "la cuerda tensa del amor". La ruptura que nace de dicha inestabilidad suele provocar resentimiento y odio en las partes sufrientes. El grado de sufrimiento, tanto como la intensidad de amor, no son iguales en los miembros de una relaciòn y es este desfasaje emocional el responsable de las secuelas que deja el amor.
Los sentimientos oscuros que engendran las rupturas amorosas traumàticas pueden terminar en hechos aberrantes como el caso renombrado de una mujer que, en el paroxismo del sufrimiento cercenò los genitales a su ex pareja. La castraciòn fue la ùnica forma que encontrò la mujer para aliviar el dolor, pensando quizà que si aquel hombre no podìa ser suyo no serìa de nadie màs."

 

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