sábado, 15 de noviembre de 2014

ENTRE HOMBRES...








 


"Vos deberías jugar para el Colegio de Abogados de Lomas, no para el de Lanùs", me dice el juez en ejercicio de la presidencia del tribunal en el que trabajo. Me lo dice porque trabajo en los tribunales de Lomas y no en los futuros tribunales de Lanùs, que ya tienen  colegio propio pero todavía no tienen departamento judicial. "Además no voy a permitir que alguien que trabaja conmigo vaya a representar a los camporistas" me dice con ese tono jocoso que -en mi lugar de trabajo- tanto prendió como forma de comunicarse y tanto daño provoco en nuestras relaciones interpersonales.
Jóvenes abogados conocidos con los que juego a la pelota los viernes a la tarde -que ejercer la profesión en forma independiente y que forman parte del grupo que va a representar al colegio de lanùs- pretendían que yo viajara a Mar del Plata a jugar con ellos las finales de las olimpìadas intercolegiales.
El problema no es, parece ser, un problema de domicilios laborales, sino de afiliaciones políticas. El inconveniente con mi juez es que, al no reconocerse en ningún partido o tendencia política, sino más bien despreciar a todos por igual, no hay forma de negociar nada con él.
Es verdad, yo tampoco me moría de ganas por ir. Me motivaba más la fe que veía depositada en mi que otra cosa. Sucede que, desde que terminé el secundario, que no volví a jugar en una cancha de once; en todos estos años me dediqué a jugar en papi (a razón de una vez por semana) y siempre por diversiòn. Nunca más volvì a jugar un "partido oficial". Cero presión a la hora de jugar, entonces; absoluta libertad que no tendría para jugar en estas finales.
Aùn asì lo manifestè. La persona que màs quiere que estè es, tambièn, la que me puede dar una mano para pasarme al futuro departamento. "Al departamento de los camporistas".
Vuelvo a pensar, como desde hace tiempo lo hago, en el cinismo.
Me doy cuenta que a mayor poder, mayor grado de ese componente quìmico. Aprendì a tener mi propia cuota de cinismo -acorde con el poquìsimo poder que administro- para poder manejarme "entre hombres" y pude comprobar (estas lìneas exhiben un ejemplo màs de ello) que esa pequeña cuotita que administro me obliga a hacerlo con un enorme esfuerzo intelectual (esfuerzo que mi interlocutor, desde el lugar que ocupa, no tiene que hacer para nada).
Porque debo reconocer que, estando en desventaja, desde hace tiempo, muchas veces tropecè en el barro del cinismo.
Cuando tomo un poco de perspectiva, me cae un mensaje màs claro acerca de ese barro ("que hacès ahì!, salì de ahì, boludo!)
Pasò que, en determinado momento, las concentraciones quìmicas en la sangre subieron como sube el mar por las noches, y me dejè llevar por ese mar crecido: tirè algunos dardos envenenados a diestra y siniestra. Y parecè que acertè ("el ùnico que puede hacer quilombo sos vos" me habìa dicho una vez -con el tono de niño/adulto de siempre- el mismo juez que ahora me dice que no puedo ir a jugar.) Y, al acertar, me enlodè.
A pesar de todo estoy contento. No jugarè a la pelota para "los camporistas", pero sigo aprendiendo poco a poco.
Y aprendiendo, el futuro (como el cinismo que me rodea y que a veces me hace resbalar) se volverà otra cosa.

 



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