Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
miércoles, 4 de agosto de 2010
LA INDUSTRIA CULTURAL...
Vuelvo al cinematógrafo con mi amigo y sra. Vemos "El origen"; su director, el caballero de la noche Nolan, se tomó 10 años para escribir un guión que, adelanto veredicto, resulta un desperdicio. Vamos al grano: la forma de la película, la temática, es lo que me empuja al cine a verla. Y es que todo gira en torno a los sueños, territorio sensible si los hay, sea que se trate de los sueños de un grupo de jóvenes anodinos ("pesadilla en elm street") o, como es el caso que nos ocupa, de los sueños de un empresario y del grupo de "expertos" que deben implantar una idea en su "inconsciente militarizado" (la mejor frase de la película, lejos!)
Militarizada, yankirizada, resulta la película. Y con eso, mis queridos, no hay sueño que se mantenga en pie. La tensión que tenía al comenzar la proyección se fue diluyendo minuto a minuto. Al llegar a la media hora ya estaba completamente relajado, con atención flotante, desarmado el método crítico-paranoico de interpretación.
Después de verla, camino a casa en el auto, me cierra un poco más todo. ¿Qué pasa en la película? Un experto en robar secretos del inconsciente (Di Caprio), debe, esta vez, implantar una idea (deberíamos hablar de una impresión en el mejor de los casos caso) que haga que el heredero de una empresa desista de seguir adelante con la misma. ¿Suena interesante, no?...
¿Pero qué pasa con la película? Pasa que la produce la Warner, con un presupuesto de 200 millones de dólares, y que, obvio, a nadie le gusta empapelar el aire con plata. Hay que recaudar. No hay dudas de que Di Caprio (un buen actor, vamos a decirlo) es uno de los hombres de la industria más indicado para hacerlo. ¿Cuál sería el problema del guión? Resulta extremadamente complejo, arduo de seguir, lleno de recovecos, dado que, básicamente, la película es un cúmulo de sueños que se entrelazan.
¿Qué haría David Lynch con esa masa?: Una obra de arte surrealista ("El camino de los sueños", "Imperio"); ¿qué hace, en cambio, nuestro amigo Nolan, teniendo en cuenta los 200 millones de la Warner que le soplan en la nuca?: una obra de entretenimiento de la industria cultural capitalista. La masa de sueños entrelazados puede abrumar hasta el hartazgo al espectador, hasta hacerlo abandonar su butaca. ¿Qué hacemos entonces? Lo mejor que se puede hacer: efectos especiales, choques de autos, tiroteos, peleas al estilo "matrix". Puro dinamismo visual.
Bajo un soporte hiperintelectual, aparece lo que Adorno y Horkheimer llamaron "la eterna reproducción de lo mismo"; cambiar algo para que nada cambie. Parece ser, según vemos en el film, que nuestros sueños son los sueños que nos quieren vender como reproducción de la realidad en el prototipo de película yanki.
Los integrantes del panel de notables comandados por Di Caprio no fallan en su misión; la película de Nolan con el espectador atento sí.
La forma entusiasma; el fondo aplasta.
Y es que el lobo, por más que se disfrace de cordero...
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