domingo, 22 de agosto de 2010

VIVIR AFUERA...




"Quién es Azara?! Ah, vos pibe?...Sabès que hoy me pasaron a buscar en una kangoo, viste las kangoo?, esas que subìs de costado, bueno y salì apurado, y me olvide el ipod, las drogas y tu libro."

"Los talleres literarios no sirven para un carajo. Si sos bueno, sos bueno. Me parece que los que van al taller son gente que está al pedo y dice "bueno, qué hago, voy al taller o me quedo en casa haciéndome la paja?", y al final dicen, "bueno voy, total la paja me la puedo hacer mañana”.


Un amigo me da la noticia, vía msn, ayer por la tarde. Hoy abro hotmail y me encuentro un correo electrónico de mi primo con el link de la noticia de La Nación. Murió Fogwill señores. Se fue uno de mi "trío tutelar nacional". Al único que tuve la posibilidad de conocer personalmente. No puedo hacer otra cosa que pensar en ese día. En los mails que intercambiamos, en el poema que me dedicó delante de la clase, en la explicación desopilante que me dio sobre su olvido del libro que me había prometido ("para Azara este poema, que olvidé su libro").
Me quedan sus libros, leídos y por leer, y el inevitable desafío de escribir algo, lo que sea, tan bueno como a lo que me acostumbró el viejo Quique.
Quique escribì lo que quieras, pero por favor no me dejes...




¿Cómo estás?

Fogwill: Creo que bien, hoy es un día malo, pero estoy bien.

¿Por qué malo? La próxima pregunta era: "¿qué tal tu día?".

Fogwill: Me levanté a las seis y media…

Fotógrafo: igual que yo.

Yo a las diez, me hacen dar culpa.

Fogwill: Y me fui a nadar, al gimnasio... y cuando salgo del gimnasio veo que en el bolsillo me habían quedado cinco pesos. Fui al auto, donde tenía la plata y la tarjeta y todo, y estaba la llave del auto adentro. Entonces tuve que hacer una colecta para ir a casa a buscar la otra llave. Y esa ida a casa, más la pasada por el banco para sacar plata para el taxi, me robó la siesta. Y al mediodía tenía una cosa infernal…

Un diálogo con los lectores del diario El País.
Fogwill: Respondí en una hora y media SESENTA preguntas. Están publicadas en la página. Algunas respuestas no las pusieron, porque las preguntas eran medio pesadas.

¿Si? ¿Sin identificarse?

Todos anónimos. Pero fue bien. Lo que pasa es que también me iban a hacer otro reportaje, pero a la portera la llamaron del colegio de la hija porque tenía fiebre, así que tuvo que ir a buscarla. Y entonces no tenía quien les abriera abajo a las periodistas que venían a hacerme la nota, y yo estaba respondiendo lo de El País.

O sea que ésta es la tercera nota que das en el día. Me siento pésimo. ¿A vos no te cansa?

Está bien… Cada vez que salía un libro mío en España con Mondadori era igual. Mondadori tiene uno de esos jefes de prensa eficaces que te hacen “ruedas de prensa”, así que hice 23 periodistas en un día en un hotel. Aparte venían todos: La Razón de Extremadura… la radio bilingüe de Cataluña… el periódico de las Baleares… yo que sé. Ninguno, por supuesto, sabía quién era yo.

¿Y qué preguntan?

"¿En qué se inspira?". Es bastante incómodo.

¿En qué te inspirás?

(Se ríe). Y además tuve otra complicación hoy. Ahora me acuerdo, porque tenía una siesta programada para las cinco de la tarde, y cuando me estoy por ir a la cama suena el teléfono y me agarra un tipo, Joaquín Pichón Riviere, con un laaargo quilombo de marketing…. entonces rebobiné y pasé a mi otro papel.

Y fue la siesta. ¿Y ahora en qué estás?

Yo trabajo mucho, tengo muchas novelas, muchos cuentos, que ninguno me sale. Perdí la facultad de escribir cuentos, la perdí.

¿Cómo se pierde la facultad de escribir cuentos?

Puede ser que la novela se vaya morfando la bronca que uno carga en los cuentos. La vas descargando en la novela y cuando llegás al cuento parece como si fuera un “tema la vaca”. ¿Entendés?

Más o menos.
O autoplagio.

¿Y disfrutás de escribir? ¿O te cuesta sentarte a escribir? ¿Dónde está el placer de escribir? ¿Existe? ¿O el placer está en leer después?

Yo no entiendo a los pescadores. Es como los cazadores, que tampoco los entiendo. Yo nunca cacé, ni voy a cazar.

Justo en ese momento, JUSTO en ese momento, pasan por la calle unas chicas. Van apareciendo intermitentemente por las ventanas que dan a Guatemala, y luego doblan en Oro, así que las seguimos viendo. Ellas miran hacia adentro y sonríen.

“¿Qué les pasa, chicas?” dice Fogwill. “Pasaron dos veces ya, y miran”.

“Se ríen…”
Si vuelven a pasar… te aviso que salgo.

Ok, pero yo lo cuento en la nota. Sigamos mientras con los cazadores.
Es como en la caza… El placer es atrapar la cosa que está en estado naciente. Es muy difícil de explicar.

¿Y en cuanto a la disciplina de escribir?

Pará pará pará… yo no tengo disciplina. Tengo “rituales” en la vida. Hace ya años que, salvo cuando estoy viajando, que viajo mucho, mucho más de lo que debiera y que me gustaría, voy todas las mañanas a la misma hora a nadar. Voy al gimnasio un rato antes, tomo un poquito de sol, si hay sol. Y nado. Y después me como todo, ¿no? Tengo hábitos establecidos.

Claro, pero con respecto a la escritura digo.

No, ninguno. Solamente sé que hay un momento, por la mañana, en el que yo cuando me instalo en mi escritorio, me pongo ahí, leo los diarios, en media hora nomás...

¿Diarios de acá o de afuera?

De afuera leo El Mercurio, La Tercera, y recibo el resumen del New York Times. Y de El País leo la parte de cultura. Y después de eso me busco en Google.

¿Todos los días?

Claro, porque lo tengo cargado en el Google, en “búsqueda avanzada”. Fogwill en las últimas 24 horas.

¿Y qué encontrás?

De cincuenta menciones veinte son de blogs boludos de Argentina, cuatro son de blogs boludos de España, y el resto son todos los demás Fogwill del mundo que descollan en alguna boludez.

¿Y te has encontrado con cosas desagradables?

Las desagradables me encantan. Hay una que se puso de moda: “Viagra Fogwill”. Me llaman “Viagra”. A mí me indigna. Nunca usé ni voy a usar Viagra. Si yo no lo necesito. Si no se me para no cojo, y listo. Si me divierto igual, ¿no?

Ajá, pero digamos que son cosas más bien en tono de joda.

Como agresión. Que soy un escritor en decadencia, que estoy terminado, etc. Lo lanzó un tarado argentino, Omar Genovese, que es un mediocre que tiene un blog. El blog no es mediocre, él es mediocre.

Bueno pero sigamos en la rutina.

Después de todo eso miro el correo, que no lo contesto hasta la tarde, y me queda más o menos una hora y media para escribir. Así que abro, y agarro lo último que estuve escribiendo y lo miro. Si me da ganas sigo escribiendo arriba de eso, o corrijo eso. Generalmente no me da ganas, me da ganas de quemar todo.

(Llega el vino).

Fogwil dice: "No sé juzgar vino blanco".

Yo menos, sirva nomás. Pero entonces hay cierta disciplina

No, no es disciplina. Es un recurso económico. Para poder producir elijo lo que tengo mejor. Y listo. Todo eso lo hago tomando té verde. Y ahí me preparo mi desayuno, que depende de si están o no los chicos en casa.

¿Cuántos hijos tenés?

Cinco. Pero chiquitos dos.

¿Qué edades?

Bah, chiquitos. Tremendo pelotudo de trece y tremenda conchuda de once... es una mina ya. Si no están los chicos me hago el desayuno. Si están los chicos, primero les hago el desayuno a ellos. Es que son muy exigentes... tengo que calarles los pomelos.

Ah, pero es un laburazo.

Hasta tengo un cuchillo especial. Y después hago el huevo frito “a la Quique”.

¿Eso todo de desayuno?

Es el desayuno de los chicos. Mi desayuno es algún fiambre que sobre, si no hay fiambre pesceto de anoche o asado de antes de ayer, y una fuentecita de granola. Hecha por mí. Mi granola.

Bien. Saludable. Y al gimnasio y la pileta vas todos los días.

Todos los putos días.

Pero volviendo al tema de la escritura… una disciplina ¿no puede ser útil?
No, no sirve para nada. Mata la voz interior. Hay que dejar que aparezca la voz interior.

Y esta frase que siempre dicen, que escribir es 95% laburo y 5% inspiración… ¿dónde queda?

Lo importante es que uno pueda captar la cosa.

¿Y corregís mucho?

Sí. Corrijo, corrijo, corrijo. Miles de veces. Yo escribo muy rápido.

¿Sí?

Este librito chiquitito que te di está escrito en seis horas, ocho.

Así que confiás mucho en ese impulso, pero después hacés un trabajo de corrección importante…

El ideal es tener una jornada de dos horas sin interrupciones en la que no te deje de sonar la voz, la voz que te dicta el texto.

Claro, ahí entiendo.
Hay técnicas.

¿Sí? ¿Cuáles por ejemplo?
¿Por ejemplo? Caminar.

¿Pero caminás y estás con el cuadernito, o con el grabador?
No. Con el iPod, pero no graba. Yo antes iba a caminar y luego escribía, entonces llegaba a escribir con el ritmo de la caminata. Pero ahora voy al gimnasio, y la música del gimnasio y el ruido y el chungui chungui...

La música de los gimnasios es horrible, justo me acuerdo que charlamos eso con Soledad Villamil.


Es un atentado. Viene la foto, vamos a fingir que le miro el busto…

Por favor… me da vergüenza. Sigamos con los métodos.
Caminar es un buen método. Otro es la meditación, alguna forma de meditación trascendental o algo así... yoga, eso también.

Pero, ¿por qué? ¿porque te conecta con esa voz que decías?
Limpia toda la boludez del mundo. “¿Se murió tu mamá? Bueno, no importa, más tarde vas al velorio. Ahora escribí”.

O sea que a vos lo que te sirve es tener esas ocho, doce horas, sacarlo todo, y luego corregir mucho.
Sí, pero ahora condenso todo en una hora matutina. No tengo más tiempo libre a la tarde ni a la noche. Porque a la tarde empieza mi vida de reparto de chicos, de trabajo, a veces tengo una reunión. Hoy por ejemplo me llamó este chico Joaquín Pichón Rivere, por un lío que hay en una empresa, para que nos reunamos. Cuando me dijo de la reunión ya me cayó una bomba.

Y esos días que no avanzás, ¿qué es lo que te para?
El estrés pelotudo.

Porque vos decís una hora, pero quizás en esa hora no te sale nada, o si tenés reuniones a la tarde, o si estás pensando que tenés que ir a buscar a tu pibe al colegio...
La miseria. Cuando te quedás cero guita te ponés. Voy al banco, saco algo, vendo los últimos dólares...

(Llega la comida).

Hablemos de comida ya que vino la comida, ¿qué te gusta comer habitualmente?
Soy totalmente aburrido para comer.

¿Aburrido?
El 80 por ciento de mis calorías viene de cuatro o cinco cosas.

¿Qué son?
Yo virtualmente todos los días, en el almuerzo, o en la cena, como los “fideos Quique”. A mí me llaman Quique. Son los mismos fideos que uso hace 29 años. Todos los días la misma marca de fideos: los Creizy de morrón. Son secos. Se vendían en dos o tres lugares a los cuales yo me habitué, después los tipos dejaron de distribuir. Ahora los compro en la fábrica, en la calle Venezuela de Villa Martelli.

¿Y qué es lo que te gusta tanto de esos fideos?
Son fideos de gluten de morrón. Estuve en la fábrica y vi como los hacen. No me interesó. Pero me encanta el color de esos fideos. Me compro 75 paquetes cada vez que voy. Pago 3 pesos el paquete, un paquete es una comida para mí y los chicos.

¿Y esos fideos cómo los preparás? ¿con una salsita?
Siempre lo mismo. A veces hago una salsa de tres generaciones de tomate, cada diez días la hago, y me guardo mucha en el congelador. Hago primero un filetto denso, después quemo esa salsa de tomates con azúcar, y después le agrego tomates cherry, de modo que queden levemente chamuscados.

¿Te gusta cocinar?
No tengo lugar. Mi cocina es muy chica, no caben más cosas. El otro día quería comprarme una cazuela de barro para hacer pollo, pero ¿dónde la meto? Bueno también mucha ensalada, que tiene su metodología.

¿Por qué?
Estoy con una tragedia con las ensaladas, porque desapareció del mercado mi aceto.

Estás con mucho problema para conseguir productos veo.
Sí, tendría que escribir una carta a La Nación. Desapareció del mercado el aceto que me salvaba las ensaladas. El aceto Mutti. Es un aceto italiano. No sabés lo que es, te salva los tomates de mierda que hay ahora en Buenos Aires, ¿viste? Y la lechuga chota. Después de eso yo consumo mucho chocolate por mes, seis veces más que el suizo promedio.

¿Cuánto es eso?
200 gramos diarios. De un solo chocolate además: Águila Costa de Marfil. Cuando se enteró la gerenta de Águila me mandó 444 chocolates. Ahora se me están acabando. No digiero si no tengo chocolate.

Es bueno el Águila.
Tiene un problema de manufactura. Si hay burbujeo mientras se hace después eso produce un cosquilleo en la boca, se siente algo áspero. Si vos ves el chocolate Lindt con el microscopio no ves nada, es el mar Caribe un día sin viento. Y en otros ves la luna, están llenos de cráteres.

¿Y cómo sabés tanto de chocolate?
Porque yo trabajé 20 años en la industria de golosinas.

¿Vos fumabas, no?
Yo fumo, no puedo parar. Soy adicto y tengo enfisema pulmonar. Si me agarra la gripe del chancho me muero.

Y no podés parar, ¿cuánto fumás por día?
Seis, siete, pero ya está. Equivale a fumar 60. Soy como los alcohólicos terminales, que huelen un corcho y se maman.

Yo lo dejé para siempre. Sé que agarro un solo Marlboro y vuelvo.
Vas a caer, ya vas a caer, vas a ver. Con una angustia, una emoción, un quilombo. Hay una predisposición. El tabaco es una planta que no es tonta. Igual que la coca, trabaja sobre ciertos recursos químicos del cerebro, los opera muy bien. Igual que el chocolate, que tiene un alcaloide que opera en el centro justo del placer. Hace bien.

Algunos dicen que el chocolate es un buen sustituto del sexo.
(Pone cara). Teobromina de llama ese alcaloide. Viene de "teo brotos", comida de los dioses. Así llamaron al cacao los primeros botánicos que lo analizaron. Tiene un efecto impresionante.

¿Y trataste de dejar?
Seis meses. Ahora no fumo delante de mis hijos. Igual saben que fumo, te revisan si tenés marihuana, si tenés cocaína. Y el tabaco también lo ven, pero no se habla del tema.

Yo cuando dejé estaba imbancable.
Uh… la agresividad. Yo perdía las cosas.

¿Y me decías que estás en contra del alcohol?
Sí, totalmente. Pero el alcohol de este nivel de precio no es problema. El problema es el Fernet de 6 pesos. La cerveza. Eso está matando pibes. Los destroza. Además... es la manera de tomar. Yo aprendí a beber. Me emborraché muchas veces en mi vida. Yo era un chico raro, y mis amigos eran todos muy grandes, de 35 años. Yo tenía 12, ó 13…

¿Pero por qué se daba esa situación?
Porque tenía algunas ideas políticas compartidas con esas personas que eran artistas anarquistas. Y nos juntábamos a comer una vez por semana. Y la comida se interrumpía para tomar.

¿Y dónde era eso? ¿Acá en Argentina?
Sí, en Quilmes.

¿Vos te criaste en Quilmes?
Sí. Los alemanes de Quilmes también hacían lo mismo: cantaban y tomaban cerveza, y alguna copita de alguna otra cosa fuerte. Entonces éramos 20 ponele en la mesa, en una cantina.

Y se cantaba:
“Y esta es la costumbre del roto chileno, empinar el codo y tomarse el vaso lleno”.
Eso lo cantábamos todos. Y después uno solo cantaba:
“Que lo beba compañero, si no lo mataremos”.
Y con una mano lo amenazaba, y con la otra servía el vino.
Y el otro respondía:
“no me mate compañero, que todo lo he de beber”.
Y cuando el tipo se ponía el vaso en la boca el coro entero le cantaba:
“la bomba va, la bomba va, la bomba va, la bomba fueee…”.
Y él tenía que pararse y cantar:
“me lo he bebido todo y no me hace mal”.
Y el grupo le dice:
“el agua hace mal”
Y él responde:
“¡¡el vino hace cantar!!”.
Y sigue la ronda:
“y esta es la costumbre…”

Pero ese tipo de consumo ritual no genera alcoholismo. Al día siguiente nadie quiere tomar vino. Los pibes de ahora, especialmente las pibas, se matan, están buscando el síncope blanco.

El otro día escuché a Lanata decir esto: “la vida duele menos cuando estás drogado o borracho”.
La droga es diferente, es otra cosa. Pero también pasa con la droga barata.

Bueno, sigamos con la comida. Fideos, ensaladas, chocolates...
Eso es el 90 por ciento de mis calorías.

¿Y luego?
La granola que yo mismo me preparo, que fui sacando por ensayo y error. Una vez me tomé el trabajo de desparramar la granola en una fuente y separar sus componentes con una tarjeta de crédito. Lo que me indigna es el precio absurdo que tiene, porque el grueso de la granola es avena, que es la cosa más barata que hay.

Estás súper atento al producto.
Es que es básico. Una granola muy buena es la que hace Granix, que los falsos negocios naturistas refaccionan y venden como "de la casa". Yo me tomé el trabajo de desparramarla en una fuente. Debe estar en Internet. Tres notas publiqué en Perfil. Una no la querían publicar porque decía: “yo me la hago tres veces por semana”.

Ja ja ja ja ja ja
Mentira… me la hago una vez cada quince días… la granola.

Ja ja ja ja ja
Lo que me indigna es el precio absurdo, porque el grueso de la granola, en las buenas, es avena, que es la cosa más barata que existe, 30 centavos el kilo.

Claro, tirada.
Me tomé el trabajo en una fuente de separar los componentes con una tarjeta de crédito.

Un laburo chino.
Más que chino napolitano, porque lo hacía con odio. Decía: “¡cómo me están garchando!”. Y ahora encima le están agregando de todo, una cosa que parece cagadita de canario.

Ah sí, ya sé: el All Bran.
Es horrible. Aparte esos soretitos son industriales, los hacen con las máquinas que procesan los restos de la molienda del trigo. Y después dos veces por semana hago asado para los chicos, y voy comiendo algo, y me guardo lo que sobra y por tres días me lo voy comiendo. Yo pago el asado al triple de lo que vale en Disco.

En qué carnicería.
Antonito, una que es muy linda. Es del año 1898, queda en Soler y Serrano. A la mañana los tipos sacan una bañera y arman ahí un bouquet de frutas y verduras hermosísima. Ahora sí: te rompen el culo.

¿Qué lugar del mundo te gusta para ir a comer, ya que has viajado tanto?
Yo nunca aprendí a comer fuera de la Argentina. Los editores españoles, cuando quieren que les firmes el contrato al precio que ellos fijan, te llevan a comer a los mejores lugares de Barcelona o de Madrid. Y la verdad no los distingo, no me parecen buenos. La comida es buena, pero no tiene el nivel de los dos que para mí son los mejores: el Oviedo y el Museo Renault.

El Oviedo es mi prefe también.
Ah cierto: en Londres de los setenta me llevaban a comer a suburbios del culo del mundo... que después se volvían manejando mamados, y yo cagado de miedo. Quedaban por las montañitas, las colinas que rodean Londres, y había un señor, que parece un lord, que es un forro, que te atiende, y una familia, que ves a la mujer y a los hijos cocinando… muy rico. Pero no llega al nivel de Oviedo ni por casualidad.

Es un gran lugar.
Además tiene una dignidad Oviedo, que es que vos podés ir a comer y nadie te mira a ver quién sos. A mí me gusta comer árabe por ejemplo, pero el caos que hay en Sarkis entonces me voy a... ¿conocés Chef Iusef?

Sí sí, ahí en Malabia...
Es la misma cocina, 40 por ciento más barato, y no hay pelotudos de cine. Mi nene de 13 tiene un gusto excepcional para la comida. A los once quería ser sushi man. ¿Conocés La huella, en José Ignacio?

No.
Ahí hay buen sushi también. La sushi man, que es mujer, cosa que está prohibida en Japón.

Terrible… ¿me lo decís en serio?
Es lo peor que puede haber, una mujer que haga sushi.

¿Pero por qué?????
Porque el japonés sabe, yo no lo sabía eso, que la mujer tiene la mano mucho más caliente que el hombre. Y dicen que la mano caliente descomponía el pescado.

Mirá, jamás había escuchado ese dato.
Y bueno esta suhi man se llama Cocó Waserman. Es buenísima. Y mi hijo se quedaba horas mirándola. Y se hizo amigo, le enseñaron algunas cosas elementales.

En síntesis: comida simple, pero apuntando al buen producto.
Digámoslo en música: uno puede reconocer la capacidad sinfónica de Mahler, pero yo prefiero Bach en clave, o Bethoven en cuarteto. Una sinfonía ya me rompe las pelotas. Aparte siempre algún hijo de puta desafina.

El tema de las drogas… ¿no?... y la literatura. ¿Sirven para escribir las drogas?
Yo a vos como mujer te preguntaría. Sexo y drogas: ¿inspiran para coger las drogas?

Digamos que desinhiben.
¿Viste? Exactamente.

Bueno… pero esa desinhibición…
Bueno, no para escribir… pero para leerse. ¿Conocés el cuento del jefe de ventas?

No.
Era el mejor jefe de ventas de la compañía, se daba con todo. Entonces el gerente le dice “mire Martínez, me han dado la noticia, me voy a hacer cargo de la sucursal nuestra en Francia, así que mi puesto queda vacante. Quiero decirle que hemos acordado acá con los compañeros que si usted deja de tomar cocaína lo nombramos gerente comercial de la empresa”. Y el tipo le responde: “¿Y a mí qué mierda me importa, si yo cuando tomo dos gramos de cocaína me siento presidente del directorio?”. ¿Entendés? Es para leerse, para gustarse.

Es famosa tu frase de los 12 gramos de merca para escribir Los Pichiciegos….
Hubiera necesitado un poco más, porque a mitad del libro me falló el dealer y no apareció nunca más. Se fue con mi guita.

Pero volviendo al tema, ¿la droga no te desbloquea, no te conecta con esa voz de la que hablábamos al principio?
Lo que pasa que te desconecta de la otra voz, que es la voz de tu control, que es la voz que maneja la ecuanimidad. Y al desconectarte de esa voz quedan muchos más liberadas las otras, pero adulteradas completamente. Para escribir hay drogas mejores que la cocaína.

¿Por ejemplo?
La morfina.

¿Por qué?
Porque la morfina no te cambia las percepciones salvo en una cosa: anula la percepción del dolor. Por eso no hay que probar nunca la morfina. Yo compré en Londres un maletín de emergencia para el barco y tenía dos o tres cápsulas de morfina: venían con la jeringa. Pero el tipo que me la dio me dijo que nunca la probara. La segunda vez quedás pegado. La vez que te picás por deseo de picarte… ya al día siguiente saliste a buscar y no pensás en otra cosa que en la morfina. Porque la primera vez desaparece todo el dolor, y entonces aprendés algo espantoso. ¿Vos viste por ejemplo tu camisa, que tiene una manga con un botón? Bueno, te vas a enterar que ese botón te estaba doliendo toda la vida. Porque desapareció ese dolor, y tu brazo se transformó en una estatua. Y el culo… no sabés como duele el culo de estar sentado. Y también desaparece el dolor del culo. La garganta, que te dolía de tragar saliva, no te duele más. Y quedás en disponibilidad de hacer cualquier cosa. Eso al principio, pero el morfinómano ya no puede, porque se va debilitando. Además no podés comer, y si comés algo lo vomitás inmediatamente. Es una mierda.

Pero para escribir…
Sería súper ideal. Muchos escritores eran morfinómanos. Horacio Quiroga era morfinómano, este chico Poe era morfinómano, Cocteau, muchos. Gran morfinómano Jünger, a pesar de su longevidad.

¿Vos has usado a la cocaína para escribir?
Yo la he usado para todo. Cuando empecé a tomar cocaína tomaba con cierto cuidado, cuando te agarra la depresión del fumador, a las cuatro o cinco de la tarde que estás palmado en el trabajo... ahí tomaba un poquito, y después seguía tomando hasta las siete u ocho de la noche, y después no tomaba más. Y nunca la mezclé con alcohol ni nada. Bueh. Pero ahí viene el crescendo, y llegaba a tomar 3 gramos diarios, ya perdiste el control de todo, se va a la mierda todo...

¿Y cómo hiciste para dejarla?
Es muy fácil dejar la cocaína. Ya dejé como diez veces. El primer aterrizaje fue el nacimiento de mi hijo, que ahora tiene 22 años. Que entonces un periodista, Miguel Briante, dijo: “Fogwill tuvo otro huerfanito”. Fue así.

Puf, durísimo.
Y yo estaba para morirme. Ahí pegué una primera bajada. Bajé de la cantidad infernal al medio gramo diario. Y después empecé a laburar, empecé a poner las cosas en orden, me normalicé y me mantuve y cuando nació mi última nena dije: “nunca más”. Estaba para morirme. Ya muchas veces me había pasado de pararme y caerme al suelo porque no sentía las piernas. O dormirme y despertarme con la pierna toda acalambrada, las piernas duras como una piedra y un dolor infernal.

¿Y la marihuana?
Dejé de fumar en el 71, ni me acuerdo. Me gustaba el hash. Porque cuando yo empecé a fumar no había marihuana, no se conseguía, había hash. Y el hash no se vendía eh. Ningún tipo que fumaba hash te vendía, se regalaba. Un poronguito así me duró como dos meses. Yo me di cuenta que raspándolo y haciéndolo un coso como un grano de sal gruesa armaba dos cigarrillos con ese grano. Hacía un cigarrillo finito y largo con mucho tabaco. Qué lindo. Y fumaba laburando. Era asesor del directorio de una empresa de tabaco, y fumaba, y “¿qué es eso?”, me preguntaban, y yo decía que eran unos cigarrillos suizos. “¿Tenés uno?”. "No, no, se me acabaron". Pero el perfume no es como el de la marihuana.

No es baranda: es perfume.
Yo sentía que los muslos iban para arriba, flotaban. Pero en el 71 lo dejé. Aparte me empezó a hacer mal. A veces duermo con alguien que fuma marihuana y tengo unos sueños de colores… pero me dormí una hora y me da un ataque de hambre.

El bajón.
Y voy derecho a la cocina al frasco de miel. Y me quedo todo empalagoso, y después agarro todo el jamón crudo que había.

No me sirve una sola línea de esto para mi nota.
Y otro tema es que chupo además. Me dan ganas de tomar vino. Porque el vino lo distinguís…

Eso, hablemos de vino, eso se puede.
Vino en el que distinguís cuatro capas. Cuatro capas de sabor… con marihuana. ¿No sentís eso vos?

¿Capas?
Yo lo descubrí con el ketchup en una fumada. La dueña de casa, muy hacendosa, trajo una fuente de ketchup, con esas cucharas chinas de porcelana, y yo agarré una cucharada y empecé: "mmm, tomate, mmm, ají…mmm azúcar". Y me tomé toda la fuente.

¿De ketchup? ¿Toda la fuente de ketchup?
Como si fuera una sopa rusa, como el borsch. Después me pasé una semana cagando fuego.

Y esta costumbre actual de comer así, tan ordenadito, ¿viene de hace mucho? ¿antes comías cualquier cosa?
Antes comía cualquier cosa. Pero cocinaba también, aunque muy chanchamente. Y en una época, carrera de cocainómano, me quedé sin nada. Se llevaron hasta la última casa que tenía, que era donde vivía. Me quedé en bolas. Me fui a vivir a la pieza de servicio de la casa de un amigo, y tenía una novia rica. Año ’81. Ahí por Santa Fe y Pueyrredón. Y me invitó a vivir con ella. Y ella era saibábica. Había sido drogadicta total -por supuesto, si no no le hubiera dado bola yo- y me enseñó a cocinar su arroz, sus lentejas, sus salsitas de cebolla y berenjena, y me ordenó el sistema alimentario. Nos levantábamos a las seis de la mañana y poníamos esa música de Sai Baba…

Para bajar un cambio total.
Es hermosísima. Y aprendí todo y fui vegetariano hasta el invierno siguiente, más de un año. Yo pesaba 84 kilos y bajé a 65. Y era una luz, corría como una gacela, había dejado la droga, una de mis dejadas. No hacía nada, era un perfecto vegetal. Me llamaban de un trabajo y decía “bueno, no sé si voy a ir…”. Había perdido la voluntad de todo. Estaba feliz. Pero cuando empezó el invierno, sería al año de eso... ¡el frío!, mamá. Porque yo había ido adelgazando, y entonces me moría, no había abrigo posible. Lo cuento en Vivir afuera, en un personaje. Me acuerdo que el primer día me tomé un café con leche con submarino, pero doble.

Te vuelve el alma al cuerpo.
Y al día siguiente empecé a comer carne, ¡que mal me hacía! El primer medio bife me mató.

Cambiando de tema: de la camada nueva de escritores argentinos, ¿te interesa alguno?
Bueno, se murió Rafael Pinedo. Pero este año salieron dos libros interesantísimos: Bajo este sol tremendo, de Carlos Busqued, y En la pausa, de este pibe Diego Meret. También me interesa mucho Pablo Ramos, me parece que es de lo mejor que hay. Es muy salvaje, pero está bien. Tampoco lo quiero para ganar el Nobel, lo quiero para leerlo. Y en poesía está lleno.

Es más difícil editar poesía, ¿no?
No, es muy barato. Escuchame una cosa: cualquier minita de veinte años que se dedique a la gimnasia deportiva, entre la cuota de la federación, las mallas, los yoguins, los abrigos, los viajes y la cuota de su propio club, tiene no menos de diez mil pesos por año. Una poetisa con cuatro mil mangos se edita un libro lindo de ver. Entonces no me vengan a hinchar las pelotas.

Los poetas se quejan.
Eligieron ser poetas para poder quejarse de algo, y no de ellos mismos que tendrían que ser su principal motivo de queja.

Vos empezaste a publicar a los 40, ¿pero antes escribías?
Todo el mundo escribe.

Todo el mundo no escribe.
Sí, más o menos.

¿Y la primera novela cómo salió?
Si uno tiene ganas de escribir una novela escribe una novela. No es necesario escribir novelas. Si uno es un gran poeta no necesita escribir novelas. Es un tema industrial, un tema de formato. Yo soy un caso raro. Soy un mediocre en los tres géneros: novela, poesía y cuento.

Vos pensás que sos mediocre.
Si me comparo con los que quiero compararme. No me quiero comparar con Rodrigo Fresán, ni con Abelardo Castillo. Me quiero comparar en poesía con Nicanor Parra, en cuento con Borges y en novela con Vargas Llosa. Cagué. Soy un mediocre absoluto. Paráaaaa.

Fotógrafo: yo tengo que hacer mi laburo, después de la editorial me dicen: "¿qué onda?". Después viene cualquier boludo con la digital y te hace fotos. Hay que hacer un buen laburo. Igual ya termino.

¿Qué tenés en ese iPod?
Schubert, Schumann, Bethoven. Tengo Bach, mucho Bach. Canzoneta napolitana. Chamamé, acá hay más chamamé que en cualquier radio de la Argentina. Tengo poesía: Shakespeare, Budelaire, Mallarmé, Pessoa. Marta Argerich tocando Ginastera. Todo Gardel. Ada Falcón. Cuartetos de Beethoven. Música rusa, brasilero. Cartola, casi todo Cartola. Tengo los valses por Rubinstein. Tengo música antigua inglesa, músicos japoneses, mucho de Marlene Dietrich.

Y estás todo el día con ese aparato de acá para allá.
Tengo otro igual replicado y otro chiquitito, más barato. Muchas cosas de las que hay acá son de mi vieja discoteca y fueron copiadas analógicamente con un micrófono desde el parlante. A cinta primero, de esa cinta pasó a casette y del casette a digital. Y suena eh. Todavía suena bien.

(Terminamos la nota, pero el grabador queda prendido y sobró en la botella un culo de vino, así que lo compartimos).

Cómo está este tema de la gripe.
Y vos que no sos riesgo, yo que soy riesgo, imaginate.

(Tose)

¿Estás preocupado?
Yo me voy a morir igual. Tengo motivos mayores de preocupación. Que me mate un marido, un novio... Además tengo muchas pálidas de salud que mejor ni contar para no dar tanta pena.

¿Y no te da miedo eso?
No miedo. Miedo de haber vivido mal… sí. Pero bueno: la cagada está hecha, ¿no?

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