sábado, 17 de julio de 2010

EL SUEÑO DE LOS HÈROES...



Una voz (la de vedder, como siempre) me lleva "hacia rutas salvajes". Me enamoro mientras la veo y al mismo tiempo me digo: "si la pienso un poco cuando la termine, la hago mierda en 5 minutos". Pero termina y no lo hago ( es que, en este invierno solitario, prefiero conservar los abrigados instantes de enamoramiento que se me van presentando aisladamente)
Curiosidades temáticas: el domingo pasado fui al cine con un amigo y sra. a ver The Road. Estas dos películas, esta ruta y esta carretera, conducen al mismo lugar: el fin de los tiempos. En una, The road, el mundo es una mancha gris sobre la que pululan, apestados por el hambre y la desolación, un padre y su hijo; en la otra, Into the Wild, el mundo funciona tal cual lo conocemos (mal), por lo que su protagonista, el romántico "supertramp", decide dejar su vida de confort para internarse en la naturaleza, totalmente desprovisto de bienes materiales/familiares.
Mientras que en una se añora un mundo perdido (el nuestro); en la otra, una conciencia alocada se aleja de este mundo para fundirse en su propio ser.
El fin de los tiempos está presente: el de los tiempos sociales en un caso y el de los tiempos individuales en el otro. Un mundo acabado materialmente para todos por un lado; un mundo acabado simbòlicamente para un corazòn entrañable por el otro; una familia, pero tambièn una sociedad e, incluso, un estado, tràgicamente ausentes en una, pero locamente sublimados en la otra.
¿Para qué vivir juntos? ¿Porqué reproducirnos? ¿Què es la verdad? ¿Què es un hombre? La desolación mundial/personal que muestran estas películas gira en torno este tipo de preguntas.
Pero también, no podría ser de otra forma, invitan a una mínima ilusión. En la película de Mortensen, muerto el padre, será el hijo el que deberá seguir en la carretera, buscando gente, tratando de reconstruir el mundo. En rutas salvajes, el joven idealista, luego de estar alejado de la civilización durante unos dos años, escribe, a modo de revelación final: "no hay otra felicidad, que la felicidad compartida", lo cual, claro, exhorta a la mencionada reconstrucciòn.
Ilusiones fílmicas que invitan a una reflexiòn de lo que, se supone, son las ruinas que atraviesan nuestra modernidad.

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