sábado, 3 de julio de 2010

CORRER PARA JUGAR...




Sábado 3 de Julio. 5.40 am. Doy vueltas en la cama. Faltan horas para el partido con Alemania. No me gusta nada Alemania, sobre todo teniendo en cuenta la alta efectividad de su delantera y la baja efectividad de Heinze para cualquier otra actividad que no sea reptar la cancha como buen anfibio que es.
Heinze, Di Marìa, Jonas Gutierrez...por qué? para qué?
Menotti decía: hay que correr para jugar y no jugar para correr.
Afuera en primera ronda Italia y Francia por su decadencia, Alemania, Holanda y España (los últimos mohicanos del viejo continente) tienen en común un sistema de juego muy aceitado: despliegue físico, presión en toda la cancha sobre el rival, orden defensivo, precisión en el manejo de la pelota, y, lo más importante, efectividad en el ataque. Sus derrotan vendrán, como la de hoy, necesariamente por virtudes del adversario.
Si se "juega como se vive" (según la tontona consigna de 6-7-8), habría que preguntarse, como bien hizo Pablo Alabarces, COMO VIVE QUIÈN?
A horas del partido, no hay que hacer preguntas. Pero estoy ansioso, no puedo dormir. Entonces las hago y no las contesto. Y me sigo preguntando: ¿qué cosas ponemos en juego a la hora de ver el mundial? ¿Qué es ese espíritu? ¿Es pura ilusión de argentinidad?
La pregunta que más me inquieta, sin embargo, es: ¿por qué siempre, siempre, la alegría por la victoria no tiene la misma intensidad ni la misma duración que la tristeza ante la derrota? ¿Son cosas mías?
No sé si sirve de algo hacer esas preguntas, que son del orden de lo social, como tampoco sé si sirve de algo hacer preguntas del orden de lo estrictamente futbolístico: preguntarse si nuestro equipo y el alemán son mejores o no a los del 2006, y, en tal caso, si ambos incrementaron su nivel en forma directamente proporcional al otro.
Los dos eran buenos equipos en el 2006 y, mas allá de esos pocos nombres dolorosos, lo siguen siendo ahora.
He aquí una respuesta Tal vez, la única que tenga.
Lo que sea. Ya lo he dicho aquí no hace mucho: todos creemos. Y el que cree no pregunta; sólo goza y/o sufre.

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