viernes, 27 de enero de 2012

LAS COSAS POR SU NOMBRE...(4ta. ENTREGA)




RELATO

"La palabra relato es antigua, pero fueron lo teóricos de la posmodernidad los que empezaron a usarla para insistir en que la percepción y consideración de cada momento histórico depende de cómo se lo describe y que esas descripciones son variables; que el sector que considere imponer su relato sobre los otros relatos posibles obtiene una ventaja decisiva: que la mayoría leerá los acontecimientos a través del prisma de esa manera de ver el mundo. Ese gran relato, a su vez, estaría formado por una multitud de relatos pequeños o fragmentarios: la forma en que se cuenta la realidad todos los días.
Los kirchner siempre creyeron que la pelea fundamental se da menos en los hechos que en la forma en que se ordenan y enuncian esos hechos: su relato. Por eso mostraron desde el principio que creían, como ningún gobernante anterior, en los medios de comunicación: que creían en esas usinas de relato como otros -y ellos mismos- creían en la fuerza de un dios, las armas, el dinero.
Tan confiados en la potencia del relato, necesitaban y temían a sus productores; por eso mantuvieron, durante cinco años, su alianza con el más poderoso: el grupo Clarín, que todavía no era el monopolio.
Luego vino la pelea, y -de pronto- esa pelea contra el monopolio se transformó en la causa nacional y popular. Y la causa de la pelea, por supuesto, fue explicada por los principios sacrosantos: de pronto, el gobierno nacional descubrió que Clarín había apoyado a los militares de 1976. Les tomó su tiempo -aunque los elementos en los que se apoyaron para afirmarlo no eran del todo secretos: se trataba, más que nada, de las tapas de los diarios de esos años. Lo difícil es suponer que esas tapas de 1976 hayan cambiado mucho entre 2003 y 2008. Es más fácil pensar que los férreros principios de los Kirchner son tan maleables y acomodaticios como todo el resto.
678, la usina televisiva principal desde la que se produce el relato kirchnerista, tiene muchos problemas: algunos palenlistas cuya trayectoria sinuosa y siempre oficialista los hace poco creíbles cuando se lanzan a pontificar revoluciones; alguna tendencia a la cita manipulada y a la repetición machacona, a la burla laboriosa, a la injuria fácil y a la homogeneidad extrema; el recurso sistemático al prontuario de sus enemigos cuando los de sus amigos no resisten un examen semejante, el reemplazo de la reflexión por una repetición sistemática y tenaz de slogans efectistas y subrayados absurdos, como si quienes hablan no creyeran en la capacidad e inteligencia de sus espectadores: como si hablaran para bobos.
Lo malo de 678 no es -como muchos piensan- que exista, sino que no existan más. Para que ese programa tuviera sentido tendría que haber muchos, uno por cada fuerza política significativa en la Argentina.
Para profundizar las libertades democráticas, cada sector con representación parlamentaria debería tener su programa periodístico en los medios públicos, donde pueda ejercer su opinión y su mirada - y que la importancia de ese programa sea proporcional a su peso electoral: finalmente son los votos los que dan derechos en nuestro sistema de representación."

MODELO

Si hay una frase que ha caracterizado a este gobierno es la proclama de que quieren redistribuir la riqueza. En su momento Kirchner explicó que lo haría cambiando el sistema impositivo claramente injusto. Tenía cierta razón: si no piensa producir cambios en la forma de la propiedad ni en el modo de producir, la modesta posibilidad que le quedaba al Estado para intervenir sobre la repartición de la riqueza es su política tributaria. Pero, ocho años después, el sistema fiscal sigue exactamente igual: la incidencia del IVA, el impuesto más injusto, por el que ricos y pobres pagan los mismo -y, por lo tanto, los pobres pagan mucho más en proporción a sus ingresos- fue, en 2010, del 28 % del total recaudado: lo mismo que en 2003.
Modelo es una palabra que describe una construcción teórica, no una realidad. Pero, aún así, el modelo es, en última instancia, la clave de todo.
La reactivación de 2003-2007 fue un período de crecimiento espectacular. La crisis de 2001había producido las condiciones para su propia superación: mucha mano de obra desocupada, la salida (forzada) de la convertibilidad y la gran demanda de alimentos en el extranjero posibilitaron el aumento de la producción, el empleo y el consumo para ir reconstruyendo, poco a poco, el mercado interno que volvió a consumir. De ahí en más, la cuestión era decidir qué se hacía con ese impulso, hacia dónde se dirigía el crecimiento. De eso se trata todo esto, el famoso modelo.

En octubre de 2009, por decreto presidencial, entró en vigencia la Asignación Universal por Hijo. Era una gran red de contención social que otorgaba 180 pesos a unos 3.500.000 chicos. Los 8.000 millones de pesos de la Asignación salen de los fondos de la Anses -que sigue pagando a los jubilados menos de lo que debería. O sea que ese dinero no viene de nuevos impuestos u otros orígenes redistributivos: es la plata de los jubilados.

La lógica de la desigualdad es el núcleo del sistema capitalista de mercado. En la Argentina actual funcionan 400.000 empresas de todos los tamaños. Pero las 500 empresas más grandes controlan un cuarto de la economía del país. Y la extranjerización: de esas 500 empresas más poderosas, 338 son extranjeras y sólo 162 argentinas. Lo mismo pasa si se mira por actividad: las mayores automotrices son extranjeras; igual que las mayores petroleras, las mayores telecomunicaciones, las mayores vendedores por menor, y siguen las firmas...

Se habla mucho, últimamente, de la primarización para discutir si la economía argentina actual -el modelo- está más orientada a la producción de materias primas o de valor agregado. Entre los diez productos que más se exportan sólo uno es industrial: los vehículos, que tienen una balanza comercial negativa porque cuestan más las piezas que se compran para ensamblarlos en el país que lo que entra por las exportaciones. El resto so productor primarios o muy escasamente procesados: granos, aceites, minerales, etc.

La argentina es uno de los pocos países productores de petróleo que no tiene una compañia estatal hegemónica: sí la hay en México, Venezuela, Brasil. Aquí, en cambio, el peronismo de los 90 vendió por unos pesos YPF -con gran beneficio para varios de sus jefes, entre ellos Calos Menem y Néstor Kirchner, y el peronismo de los dosmil no hizo nada para recuperarlo. Al contrario, extendió licencias de explotación y consolidó el sistema. Así que la actividad está en manos de empresas multinacionales que no sólo reparten miles de millones de dólares de utilidades antre accionistas extranjeros, sino que, además, dedicaron todos estos años a llevarse todo lo que pueden sin invertir en la búsqueda de nuevos yacimientos.

Las actividades extractivas -agrarias, mineras, petroleras- como base de la economía explican varias cosas; ente ellas, el peso que han tomado el transporte y los transportistas en la vida nacional. Con otro tipo de esquema económico - de modelo- donde los sectores industriales se hubiran desarrollado realmente, habría sido impensable que el sindicato más poderoso del país fueran los camioneros -con su jefe Moyano a la cabeza- porque los viejos gremios predominantes -metalúrgicos, mecánicos- ya no tienen el peso económico suficiente para dominar la CGT.
Que ahora los privilegiados sean Moyano y sus camioneros es, en última instancia, un dato secundario: lo que los encumbró sigue siendo el clásico mecanismo peronista que consiste en dar privilegios a un sector de los trabajadores y, sobre todo, a sus jefes, como forma de consolidar un grupo que los ayude a manejar el movimiento sindical y que contenga, sobre todo, cualquier desborde por izquierda.

Son matices para un hecho básico: que la concentración y la extranjerización de la economía no sólo no se detuvo sino que aumentó durante los ocho años del gobierno peronista de los Kirchner, durante la vigencia del actual modelo.

El tema de los subsidios es otra de la patas del modelo. Lo que importa no es tanto la cantidad, sino el destino. En 2009, por ejemplo, las 500 empresas más ricas recibieron, entre subsidios y desgravaciones, 15.000 millones de pesos del gobierno, es decir un 20 % del total de sus utilidades y el doble del costo total de la Asignación Universal.
O sea que, en última instancia, el Estado está subvencionando la actividad de empresas tan rentables como las petroleras -que cobran por su producto, en el mercado local, más de cuatro veces su costo de producción.

Otro aspecto decisivo del modelo es el famoso desendeudamiento. Es otro efecto de relato: no se habla de pagar deuda, se habla de desendeudar. Lo cierto es que el gobierno de los kirchner pagó, en sus ocho años, casi 25.000 millones de dólares a los organismos internacionales, y otro tanto a los acreedores privados: más que ningún otro gobierno en toda nuestra historia.
Estuvieron, por un lado, los diversos pagos a los acreedors privados: la renegociación de los títulos de deuda. La quita solicitada, originalmente, era del 75 %, que quedó reducida al 50. Pero nueve meses después anunciaron la verdad: pagarían casi el doble de lo que habían dicho: el doble, dos veces más, un presupuesto nacional más.
Y también estuvieron los pagos a los organismos internacionales. En un primer momento, los pagos al Fondo Monetario Internacional, al Banco Mundial y al Banco Interamericano de Desarrollo se presentaron como una maniobra genial que nos permitía librarnos de su tutela. Lo cual sucedió, pero a un precio que dejó bastante satisfechos a los acreedores. Era una opción posible. Otra, que siempre fue defendida por la izquierda, era la revisión de la deuda para establecer qué parte era legítima y cuál no; el gobierno de los kirchner nunca quiso revisar nada. Pagó, desendeudó.

Si hubiera que hablar de una sola cosa para hablar del modelo, la idea de argentinos con hambre (que aún hay, y muchos) en un país que exporta millones de dólares en comida, la idea de un país donde alcanzaría con redistribuir el 1,5 % del PBI para acabar con ese mal y no se hace, me parece suficiente para pegar un grito y terminar con la conversa.
O para insistir en que todo se basa en la falacia de que las desigualdades y la pobreza se pueden eliminar dentro del sistema de delegación como éste, donde la mayor parte del poder está en manos de los ricos que serían los más afectados por el cambio. O que se puede eliminar la desigualdad haciendo que los pobres dejen de serlo sin que los ricos sufran por eso: que alcanza con aumentar la producción de riqueza de un país para que todos reciban parte suficiente de esa riqueza. Otro efecto de relato, que repetimos sin pensar demasiado, sin querer pensarlo."

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