viernes, 6 de enero de 2012

LAS OLAS Y EL VIENTO...





Primera impresión al bajar del micro: "esto no puede ser mar del plata; hace más calor que en Buenos Aires!"
Sólo al ver el mar -tan imponente como siempre- me quedé tranquilo sobre la veracidad del destino indicado en mi pasaje. Y es que son realmente contados los días en que el calor marplatense resulta tan abrumador como el que conocemos nosotros y del que -justamente- corremos desesperados al mar para escapar.
Una vez en la playa con mi histórico amigo, el calor nos obliga a mantenernos cerca de la orilla. Miro a mi alrededor y recuerdo ese chiste de mafalda que leí de chico y que -cada tanto- vuelve a mi memoria cuando observo a la gente en la playa: mafalda, rodeada de hombres y mujeres en traje de baño que charlan amablemente con su vecino de carpa, que juegan a la paleta en la orilla del mar o que toman sol mientras leen una revista con un ojo y con el otro prestan atención a los cuerpos esbeltos que se pasean a su lado, reflexiona: "es curioso, pero viendo cómo se comporta la gente en la playa, pareciera que nadie tiene la culpa de nada de lo que pasa". Excelente.
Con la pequeña diferencia de que mafalda reflexiona desde una superinteligencia para analizar sostenida por una superinocencia de niña que la exime de cualquier salpicón que se produzca de revolver la cacerola en la que, a fuego lento, se funden en una única salsa los adultos que la rodean.
Será cuestión de ir probando el tuco entonces...y de asumir responsabilidades incluso estando de vacaciones, no sólo a la hora no solo de comer -fundamental- sino también a la hora de condimentar el plato nuestro de cada día.

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