Una delivery de incongruencias al servicio de la dama que cuelga del hombro de la cartera o de la billetera en la que duerme, junto a roca y belgrano prensados, el caballero suburbano.
sábado, 29 de mayo de 2010
PARTES DEL TODO...
Peter Altenberg
Cavilaciones de un revolucionario (fragmento)
"Los debilitamientos trágicos: comer cuando no se tiene hambre. Beber cuando no se tiene sed. Moverse cuando se necesita descanso. Copular cuando se carece de amor. ¡Sabiamente nos conduce la naturaleza! Cuando tenemos hambre, al pan. Cuando tenemos sed, al agua. Cuando estamos cansados, al sueño. Cuando estamos llenos de amor, a la mujer. No tomarse la propia vida más en serio que una pieza de Shakespeare! ¡Pero tampoco menos! Dejar que la vida se apodere de uno como en el teatro. El teatro de la vida. ¡Ser el espectador ideal de uno mismo! ¡Estar del todo concentrado y, sin embargo, saber salir luego de los embrollos e intrigas al aire fresco de la noche! ¡Haber vivido lo que no se ha vivido y no haber vivido lo que se ha vivido! ¡Así te purificas de ti mismo! Y tus "propias tragedias" te proporcionan la sonrisa…de la sabiduría."
Roland Barthes
Fragmentos de un discurso amoroso (fragmento)
"Cuando imagino suicidarme por una llamada telefónica que no llega, se produce una obscenidad tan grande como cuando, en Sade, el papa sodomiza a un pavo. Pero la obscenidad sentimental es menos extraña, y eso es lo que la hace más abyecta; nada puede superar el inconveniente de un sujeto que se hunde porque su otro adopta un aire ausente, mientras existen todavía tantos hombres en el mundo que mueren de hambre, mientras tantos pueblos luchan duramente por su liberación..."
William Burroughs
Yonqui (fragmento)
"La morfina pega primero en la parte de atrás de las piernas, luego en la nuca, y después se extiende una gran relajación que despega los músculos de los huesos y parece que uno flota sin límites, como si estuviera tendido sobre agua salada caliente. cuando esta relajación se extendió por mis tejidos, experimenté un fuerte sentimiento de miedo. tenía la sensación de que una imagen horrible estaba allí, más allá de mi campo de visión, moviéndose en cuanto volvía la cabeza de modo que nunca podía verla. sentí náuseas; me tumbé y cerré los ojos. pasaron una serie de imágenes, como si estuviera viendo una película: un enorme bar con luces de neón que se hacía más y más grande hasta que calles y tráfico quedaron incluidos en él; una camarera traía una calavera en una bandeja; estrellas en el cielo claro. el impacto físico del miedo a la muerte; el corte de la respiración; la detención de la sangre."
EL MAR EN PRIMAVERA...
"El sueño de un sol y de un mar...
y una vida peligrosa...
cambiando lo amargo por miel...
y la gris ciudad por rosas...
te hace bien, tanto como hace mal...
te hace odiar, tanto como querer y más...
Y cierras los ojos y ves todo el mar en primavera..."
Su objetivo era concreto y brutal: matar a todos, limpiar al mundo de sus propios desechos humanos y conservar, inmaculada, su inocencia. Lo primero que hizo fue buscar el arma, guardada en el último bajón del placard. Solía dejarla sobre la mesa de luz, pero era peligroso; alguien de su familia la vería, y entraría en crisis al darse cuenta del monstruo que habitaba en la casa. En sus sueños, en cambio, rara vez aparecía algún familiar; sí aparecían, con ferocidad, monstruos de todo tipo. Lo perseguían a través de ese magma espeso que son los sueños, y él, incapaz de encontrar su arma, tan sólo podía evitar que lo atraparan saliendo del sueño; escapando, sudoroso y conmovido, a la realidad. Mientras contaba las balas, imaginó, una a una, a su futuras víctimas suplicando, pidiendo perdón (¿perdón por qué?, tratando de evitar lo inevitable. Al pensar en toda la gente que iba a matar se iluminaba su mirada. Seguro disfrutaría de ese momento. Su necesidad de matar era muy fuerte; lo desbordaba por completo.
Al cargar el arma, se vio invadido por una hermosa sensación de poder, que lo hizo reír silenciosamente. Estaba listo. Sólo restaba elegir a la primera víctima, apuntar y disparar. Y es que, lo sabía, la única forma de vencer es aplastando al enemigo. Y él estaba dispuesto a hacerlo.
Salió a la calle. De pronto reconoció a un enemigo. Le apuntó y disparó sin pensarlo. Tan fácil como eso. Se trataba de su primera víctima. Después de todo, quizá matar no sea algo tan grave como parece. Vemos muertes todos los días, y el mundo sigue girando como si nada hubiera pasado. Los diarios y la televisión nos ofrecen sangre fresca todos los días, y nosotros la consumimos con absoluta tranquilidad y hasta con un dejo de placer. ¿Por qué no experimentar ese placer en carne propia?
Mucho se habla de la experiencia única que significa dar vida a un ser humano. ¿Por qué no se habla de la experiencia igualmente placentera (aunque diametralmente opuesta) de terminar con esa vida, con ese ser?
Dar vida, más allá de ser algo hermoso, es un acto sublime de poder. Es un acto poderoso; y dar muerte lo mismo: es una expresión de poder, del poder que se tiene para decidir sobre a vida de los demás.
Debía seguir adelante con el plan. Eligió una nueva víctima. Esta vez tampoco le tembló el pulso. Hizo fuego. Una, dos, tres veces.
Al caer la noche, volvió a su casa. Guardó el arma en el placard, se desvistió, y se metió en la cama. Tenía en mente a su próxima víctima; quería vivir una emoción distinta. Quería saber qué se sentía matar a un ser querido; decidió matar a su madre. La imagen del crimen dio vueltas por su cabeza toda la noche. La escena se repetía una y otra vez, una y otra vez.
Amaneció. Se levantó de un salto, tomó el arma y bajó las escaleras sin hacer ruido. La madre estaba sentada en la cocina, tomando te, de espaldas a él. Se acercó lentamente hasta apoyar la punta del arma en la cabeza de la mujer. Ella quedó petrificada. Temió lo peor. Sólo al escuchar la voz que le anunciaba su muerte, sintió como el alma le volvía al cuerpo. Entonces se dio vuelta, respiró aliviada, y miró fijamente al supuesto asesino para decirle:
-Gastón, ¡que hacès con eso! No hay caso con vos. ¿No hay forma de que entiendas que no me tenès que dar estos sustos? ¿Te olvidaste de lo que le pasó a papá?-
-Yo sé lo que le pasó a papá.-
-Bueno, entonces nunca más hagas esto.-
-Está bien mamá, perdoname.-
-Te perdono. Ahora apurate a tomar el café con leche, que se me hace tarde y vas a llegar tarde al colegio.-
El chico tomó asiento, dejó su arma sobre la mesa, bajó la cabeza y tomó un sorbo del café con leche tibio que lo esperaba junto al pan con manteca.
Estaba compungido. Ya no podía seguir matando........................................................................................................................................................................................................................................................
(13 de Julio de 1993:"¡Qué algún maldito quiera oírme! Se necesita sinceridad, coraje para afrontar a la muerte. Una muerte que se avecina cada vez más y más profundo. Entonces el mundo es economía. La codicia y el dinero están en un primer plano en esta desagradable vida. Y la ignorancia se precipita sobre este tema. Todos disimulan, auque realmente los come el pánico y, sobre todo, la angustia. Una angustia que se queda en el corazón de todos para siempre. Sangre, muerte, son sin dudas palabras estremecedoras. Son humanas, duelen, pero son reales. Este relato muestra casos de muerte reales, muestra la vida humana. Una vida con un rey llamado Verdugo y una reina llamada Sangre. Nos estamos envolviendo en un mundo sin paz ni felicidad, sino en un infierno de crueldad y traición. Discúlpenme; una inspiración tan honda en tan sólo un chico de 10 años, de verdad perdón por ser vinculado a descifrar unos acontecimientos escalofriantes, que ni siquiera los adultos quieren expresarse correctamente")...........................................................................................................................................................
Yo era un chico de diez años entonces. Un chico de diez años como cualquier otro, que iba al colegio, que jugaba a la pelota, que miraba televisión, que relataba historias de monstruos a su tío abuelo antes de la hora de la siesta, que iba de vacaciones a Mar del Plata, y que, cada tanto, se iba de su casa, a dar vueltas por ahí, para después volver, varias horas después, pensando (sin pensarlo) que el plan había funcionado, y que el mar azul estaba màs cerca.
miércoles, 26 de mayo de 2010
LA SANGRE BROTA...
Me gusta mucho el cine de Trapero. Junto con Lucrecia Martel, Daniel Burman y Adrián Caetano, es uno de los directores del cine nacional que más me atrae. "Carancho", sexto film, resulta contundente (aunque inferior a "El Bonaerense"). La sangre brota, y la sangre, lo percibimos con total nitidez durante la proyección, es sangre de verdad. No deja, sin embargo, de haber un dejo hollywoodense en algunos aspectos; a saber: a)- la elección de Darìn como personaje principal. b)- la construcción que hace Trapero del personaje.
A diferencia del personaje de Martina Gusman, el Sosa del actor fetiche del cine nacional me hace un poco de ruido. Debe ser cosa mía evidentemente: ni en Clarín, ni en los Inrockuptibles, ni en la revista de cine "El amante", los críticos hacen algún tipo de señalamiento sobre dicho personaje.
Trapero sigue llevando adelante un sistema de "denuncia contenida". La violencia -el mismo director lo reconoce- es algo presente en todas sus películas. Violencia entendida como el desacople entre lo que se quiere y lo que se puede. Y para ello, nada mejor que una forma precisa y feroz de construir las diferencias abismales entre aquello que se quiere (el yo movido por el ello) y aquello que se puede (el superyò fundante de la neurosis vital)
Trapero cuenta pero nunca se desboca. Ve y hace ver. Direcciona nuestra mirada sin pretender encorsetarla (hay acaso, algo mas difícil?). Y su película -sus películas-a diferencia de las de Martel (en donde brilla un intelectualismo puro), permite el disfrute a una audiencia más amplia, sin clausurar por ello la posibilidad de lecturas sofisticadas. Y es que, para no caer en snobismos, la buscada "profundidad" debe estar tanto en el objeto como en el sujeto, no?
A Sosa y a Luján no los une el amor, sino el espanto. Trabajan con el espanto desde puntos diametralmente opuestos. Ella desde el lado del bien: conteniéndolo, apaciguándolo; él desde el lado del mal: generándolo, lucrándolo, convirtiéndose en ese mismo espanto que genera, para luego pedir una sutura en la herida que le sangra sobre el asfalto de su ruta.
En la ruta también estamos nosotros, casuales espectadores de un accidente en la calle, de una sala de espera colmada y desangelada en un hospital, de pequeños campos de acción, con sus propias leyes. Un campo en donde, qué duda cabe, habrá más penas y olvidos.
martes, 25 de mayo de 2010
AMIGOS SON LOS AMIGOS...
Lunes por la tarde. Mi amigo, llegado de Mar del plata por el fin de semana largo del bicentenario, me pide que lo lleve a las librerías de Corrientes. Ingeniero en informática devenido estudiante de filosofía, quiere comprar algunos libros que, sin bien no son clásicos en el sentido riguroso del término, igualmente le aseguro que va a conseguir. Allí vamos, visiblemente cansado yo (salimos viernes, sábado y domingo) y visiblemente entusiasmado él (si mi amigo tiene 30 años es porque está conformado por tres chicos de 10), rumbo a la calle que nunca duerme.
El tránsito está cortado sobre Corrientes. Las masas avanzan rumbo al obelisco, donde, en pantallas gigantes, se transmite el partido amistoso de Argentina. Se nos suma una amiga, de avellaneda ella, maestra jardinera, también integrante del grupo marplatense. Los tres vamos de librería en librería. Mi amigo no consigue lo que quiere. Luego de fracasar en varios intentos, conseguimos, vía Internet, la dirección de una librería en la calle Florida a la que mi amigo tiene fe. Allí vamos, atravesando mares de gente bicentenaria, bajo un cielo enteramente teñido de gris oscuro. La librería en cuestión está cerrada. Mi amigo abandona la búsqueda originaria y termina comprando "Peleando a la Contra", compilado de poemas y relatos breves del gran Charles Bukowski.
Luego de una merienda breve, emprendemos el camino de regreso al sur. Decidimos ir a cenar a un restauran en la estación Lanùs.
Durante la cena, hablamos de los 30 (que se vienen al galope), de nuestras posibilidades económicas en el corto y mediano plazo, del sexo pago (ay chicos!!!) ("si lo pensàs en términos sanitarios, o en términos de narcisismo, o incluso en términos morales, no lo hacès. Si sucede, sucede cuando estás en otra parte, perdido, viajando hacia otro lado")
Hablamos del matrimonio gay: ("Creo que deben poder casarse, no sé si adoptar") ("No creo que sea algo bueno para los chicos tener dos padres o dos madres") ("Lo que creo es que hay funciones que cumple una padre y una madre. El padre, supuestamente, debe cortar el cordón que una a la madre del hijo para poner al chico en relación con la cultura, pero no creo que sea algo fundamental que ese padre tenga barba o que tenga que depilarse las piernas con cera") ("No es que uno no sea ni un poco conservador. El tema es que me parece que lo que está en juego son nuevas formas de familia. Eso asusta a mucha gente. A mi no me inquieta, y no por ultra-progresista, sino porque, en principio, los gays son minoría. ¿Cuántos gays conocen ustedes? Se trata de legitimar derechos de minorías, no creo que implique, por lo menos en el mediano plazo, una gran transformación social. Obvio que para los chicos que se adopten sí vendría a ser algo de impacto, y habrá que ver como se ensamblan, en sus vínculos cotidianos, con los chicos provenientes de familias tradicionales. En todo caso, todo cambio cultural entró a nuestra casa por la ventana, no? Y de lo que se trata, en toda casa, es que, dentro de lo posible, haya lugar para la comodidad de todos.")
A la hora del postre, con los fuegos artificiales bicentenarios como banda de sonido, decidimos seguir la noche en un canto bar de la zona. Vamos entonces a Peyote, ex-casa vieja, actualmente casa vieja con barra improvisada y cantores improvisados de temas de Calamaro y Sabina. Tomamos unos tragos. De a poco el lugar (apenas más grande que la cocina de casa) se empieza a llenar. El cansancio me empieza a pesar. Aflojan mis ganas de socializar. Mis amigos lo perciben y se ríen del tema. Mi amigo, sin embargo, saca un as de la manga; hace brotar a uno de sus chicos de 10 años, que salta sobre la barra y se posa sobre el hombro de una chica que habla animadamente con una amiga. La cosa parece funcionar; en pocos minutos estamos los 4 hablando animadamente. Nuestra amiga se ríe y permanece en la casita. (Evidentemente nos tiene poca fe, y lo bien que hace). Pasa el tiempo, pasan los tragos, falta el cariño fugaz de la noche estéril. Bukowski nos golpearía con una botella si nos viera en semejante pose burguesa. Con el baile la cosa no mejora, y nuestras acompañantes nos abandonan, sin emitir palabra alguna, por vecinos bailanteros.
Abatidos, abandonamos el lugar, acompañando a nuestra amiga ( a esa altura de la noche una bruja de la peor especie) a tomar un remis. Volvemos caminando a casa. "Esta fue la película de mi vida durante muchos años: volver así, solo, de espaldas al sonido idiota de la felicidad nocturna, ensayando en voz alta la deconstrucciòn de una imposibilidad".
Termina el bicentenario. Mi amigo se vuelve a Mar del Plata, a sus cursos y a sus clases. Yo vuelvo a Lomas Town, a trabajar y estudiar en el campo. Pendiente queda nuestro viaje a Europa (en el transcurso del año), esperando, con ansias, una feliz deconstrucciòn de nuestras noches madrileñas.
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LANÙS Y MADRID BAJO EL CIELO DEL BICENTENARIO
lunes, 24 de mayo de 2010
COSA DE NEGROS...
Llego a la facultad. La profesora de Estudios Culturales (esta sí una vieja horrorosa) nos avisa que la clase terminará una hora antes debido a la presencia de un escritor -gente rara si las hay- en nuestra casa de estudios. Se trata de Washington Cucurto; lo conozco pero no leí nada de el. La charla es en el aula 110, primer piso. Llego con unos compañeros y tomamos asiento por la mitad de la clase. De a poco se van ocupando todos los asientos. Entonces entra una mujer con un bebé en brazos y atrás entra él, Cucurto: negro, grandote, labios finitos, zapatillas y buzo deportivo; las profesoras lo miran y se miran entre sí. No saben si lo más atinado es preguntarle por Borges o darle una moneda. Cucurto no fue a la facultad. No tiene ni idea de los autores y las corrientes literarias que se enseñan en la carrera de letras. Tuvo, sí, trabajos, varios, en Once y Constitución: repositor de supermercado, delivery de pizzería.
Cucurto (Santiago Vega ) habla poco de literatura, de lo que "se debe" habar de literatura en el marco de una charla para alumnos universitarios ( la importancia de la crítica, el uso apropiado de la primera o tercera persona, el respeto por la gramática, Aira y Fogwill o Saer y Puig, literatura de mercado vs. literatura de verdad, etc) y habla mucho de su experiencia personal en cuanto a la publicación de libros. Habla del 2001, de sus ganas de difundir sus trabajos y los trabajos de aquellos que despertaban su interés y de la imposibilidad económica de hacerlo. Cuenta, entonces, la creación de una cooperativa de trabajo, destinada a editar libros hechos con...cartón. "Eloísa Cartonera", que trabaja a pulmón, con escasa difusión, pero con la satisfacción de impulsar un proyecto independiente de las grandes editoriales (planeta, sudamericana).
Cucurto habla tranquilo, sin gestos ampulosos. Frases cortas, casi sin mover los labios, levantando la cabeza cada tanto para mirar a sus interlocutores. "Me parece que los libros son el mejor instrumento de intercambio social, de circulación de las culturas, no podemos dejar que sólo puedan expresarse unos pocos afortunados".
Las profesoras se miran. Una finalmente rompe su silencio: "Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo, dos instituciones de la crítica, hicieron buenas reseñas de tus libros. Beatriz Sarlo se refirió tu narrador como un "narrador sumergido". Me gustaría saber que opinión te merece tal señalamiento."
Cucurto la mira y abre un poco los ojos. Nos mira a nosotros. Se produce un silencio incómodo, seguido de algunas risas. Finalmente, el escritor sale del mutismo para decir: "sí, sí, me gusta". Silencio otra vez. Más risas. La profesora "sumergida" intenta individualizar a los alumnos que ríen. Soy uno de ellos. Desaprueba las risas con un gesto y, mirando fijamente al cartonero de las letras, vuelve a la carga con mayor vehemencia: "no me entendiste. La academia, y cuando digo la academia no me refiero a racing, empezó a fijarse particularmente en tus libros, a analizarlos en profundad, a criticarlos. ¿Te interesa mucho, poco, nada? ¿Qué marca te deja la crítica elogiosa de Beatriz Sarlo?
Otra vez silencio. Cucurto revolea los ojos. Otra vez risas. "si, me interesa, que me dediquen tiempo. Claro. ¡Cómo no me va a gustar!. Pero me parece que usted busca una respuesta medio psicoanalítica. Más risas, y, esta vez, la profesora sumergida reconoce en silencio su derrota.
Termina la charla. El escritor sale, sonriendo, moviendo lentamente su cuerpo de jugador de rugby por los pasillos de la facultad, hablando con alumnos, tomando un café.
Las profesoras también saben, tomando café, preguntándose, tal vez, cómo es que en pleno siglo XXI, la barbarie puede irrumpir en el centro mismo del lugar donde se cocina la tan añorada civilidad.
domingo, 23 de mayo de 2010
DE HOMBRES, MUJERES Y NIÑOS...
Mi amiga me pasa a buscar a la salida del trabajo. Luego de una breve estadía en la famosa casa de comidas rápidas, vamos a su casa. Vemos los tres (ella, su hija que en poco más de un mes estará entre nosotros, y yo) el video del casamiento. Ahí estamos en la pantalla; la mesa de tribunales, tomando vino, bailando, conversando animadamente, en pleno día.
Termina el video. Tengo clase en la facultad. Cuando nos despedimos en la estación me pregunto si la volveré a ver antes que todo haya cambiado. "Este último mes ya no voy a manejar" me dice. Y hace bien.
Me tomo el colectivo. En el asiento de adelante iba una mujer con un nene en brazos. El chico (tendría unos dos años) se daba vuelta y me miraba sonriendo, extendiéndome una mano. Lo miro y me río, y el se ríe más. Durante varias cuadras seguimos así, hasta que la mujer bajó del colectivo. Entonces pensé en la paternidad, en la maternidad, y en la posibilidad de abortar esas ideas, esos chicos. Y pensé, como pienso, que la libertad de los cuerpos tiene mucho que ver con la programación del canal venus y poco que ver con tirar fetos a la basura en bolsitas de coto.
Todo lo que ellos necesitan, todo lo que ellos y sus pensamientos necesitan, es una casa.
Y nosotros, los que habilitamos su existencia, no solo necesitamos de sus vidas para prolongar la nuestra en el tiempo y el espacio, sino que, fundamentalmente, necesitamos de su existencia, del valor y del cuidado de sus vidas, para confirmarnos (secretamente) que, efectivamente, nuestra vida es valiosa. Que somos personas realmente valiosas.
En lo que vale ella, mi amiga, es en todo lo que puedo pensar mientras bajo del colectivo, en su valor y en que no creo que haya en esta sociedad (ni en este mundo) hombres de verdad, ni mujeres de verdad, sin ser padres de verdad ni madres de verdad
domingo, 16 de mayo de 2010
NUNCA DORMIRÀS...
Jueves por la noche. Llamo a mi viejo para pedirle el auto. La tentación es tan grande como loca: tengo la necesidad de ir al cine a ver "Nueva Pesadilla en Elm Street" (remake de la pesadilla original... que ya pasó el cuarto de siglo!). Necesidad loca digo, porque, de antemano, sabía que iba a ver terrible porquería: efectivamente lo es. No hay, en esta pésima versión, más que una o dos buenas escenas: el resto, en especial el casting, apesta. Sin embargo, tenía que ir. No podía no ir. Freddy representa demasiado para mí. Recuerdo, teniendo unos diez años, la vez que, en Space, un viernes a la medianoche, estando sólo, empecé a ver la película de un tipo quemado, con cuchillas en lugar de dedos, que ataca a un grupo de adolescentes en sus sueños. Quedé impresionado; no por escenas particularmente sangrientas (de eso ya encontraba bastante en Martes 13 o Noche de Brujas), sino por el eje temático de la película: la idea de que el sueño no es un lugar de reposo, sino de lucha contra el mal, y más te vale un buen resultado en esa lucha en territorio inhóspito, sin leyes, porque, de lo contrario, las pérdidas se verán una vez que abras los ojos y despiertes a la dulce realidad. Si es que tal cosa pasa.
Aterrado y fascinado al mismo tiempo. Y enamorado de la chica protagonista. Juro que fue la única vez, la única, la única, la única, en toda mi vida, que realmente mis cinco sentidos quedaron suspendidos por una actriz: la hoy ignota Heather Langenkamp. Tenía 20 años, hace 25, cuando interpretó a la sufrida Nancy Thompson. Desde ese momento asocié ese nombre (“Nancy”) a su cara, y cuando me decían que una chica se llamaba Nancy (no conocí más de 2 o 3 en toda mi vida), inmediatamente pensaba en ella ("¿qué estará haciendo?", "¿tendrá novio?", "¿será su novio Jhonny Depp como lo era en la película?").
Googleo a Nancy ahora. No hay caso; el tiempo es un tirano sin rostro. Una porquería lo que le hace a la gente. Entonces busco fotos de mi inmortal y ahí está Nancy, la Nancy de mis pesadillas (de mis sueños), pura luminosidad, y entiendo mi enamoramiento y lo sostengo de forma tal que Barthes se pueda apropiar de él.
Y entiendo mi enamoramiento por los sueños, mi enamoramiento por manejar de noche solo para ir al cine a ver terrible porquería de la que saldré decepcionado.
Y entonces me voy a dormir. Y si tengo una pesadilla pienso en ustedes, y los llamo en el sueño para que me ayuden. Y ustedes, soñando su propio sueño, me ven aparecer, o se ven aparecer ustedes mismos, metidos en mi propio sueño, en mi propia pesadilla, y me ayudan a salir –y se ayudan-, a respirar, a ver la luz, la dulce realidad.
Por favor, no me dejen caer.
Uno, dos, Freddy viene por ti...
Tres, cuatro, cierra la puerta...
Cinco, seis, mira el crucifijo...
Siete, ocho, no duermas ahora...
Nueve, diez, nunca dormirás...
lunes, 10 de mayo de 2010
BELLEZA QUE LASTIMA..(OTRA DE MASSACHUSET!!!)
Afirman que las mujeres lindas son perjudiciales para la salud de los hombres:
Un estudio señala que, frente a ellas, los varones liberan una hormona relacionada con el estrés por la presión que les genera intentar conquistarla.
Las chicas lindas son perjudiciales para la salud de los hombres? Puede resultar curioso, pero una investigación realizada en la Universidad de Valencia , con colaboración de la de Griningen, de los Países Bajos señala que contemplar a una mujer hermosa durante sólo cinco minutos dispara en los varones los niveles de cortisol, una hormona relacionada con el estrés, que altera su metabolismo celular.
El estudio fue realizado después de medir los niveles de cortisol de 84 hombres mientras intentaban resolver un sudoku en una sala donde se encontraban también un hombre y una mujer desconocidos.
Los científicos descubrieron que si la mujer que se encontraba con el hombre en la habitación era atractiva, los niveles de cortisol en sangre del sujeto de estudio aumentaban considerablemente hasta que ésta salía de la sala, cuando recuperaban los valores iniciales.
Los autores del estudio, publicado en el diario Telegraph , concluyeron entonces que los hombres, en presencia de una mujer hermosa, piensan que deben intentar conquistarla, lo que genera una situación estresante para ellos.
LA CAJA BOBA...
Al regreso a la pantalla chica del, ahora, cincuentón Tinelli, (que había sido precedido por la paleozoica Mirta), se sumó anoche el regreso de la diva total. Si con esto fuera poco, el próximo domingo vuelve el ruso, con sus manzanas podridas de siberia, en una nueva temporada de su calamitoso show nocturno.
Si tengo en cuenta que este pòker rutilante se suma a las bombas de hidrógeno que forman parte del coro estable de voces que componen la televisión de aire (Rial, Viviana Canosa, las novelas extranjeras, el chavo, las películas yankis de los fines de semana, pasión tropical, las ficciones refritas de Suar, los programas de los pastores de medianoche, Majul y su cornisa de la que lamentablemente nunca termina de caer, policías en acción y siguen las firmas), y dado que mi antena de tv está rota, tengo dos opciones: resignarme a que el aparato siga funcionando como uno más de los muebles de la casa o contratar un servicio de televisión por cable.
Le tengo miedo al cable. A las rondas interminables de zapping. Sin embargo, algunas cosas sólo están en el cable: buenas series (Sonny, Warner), buenas entrevistas y documentales (canal a, films & arts, encuentro), goles de Messi en vivo, los partidos de Ginòbili, un revés paralelo de Nalbandiàn, alguna que otra película perdida en la madrugada de Space o I-sat...guste o no, hay que pagar para ver todo eso.
Más allá de todo, y mientras resuelvo si me quedo viendo la pantalla en negro o no, sigo esperando el "buen programa" del año 2010 en la pantalla chica. El año pasado fue "Tratame Bien". Años anteriores hubo otros (Okupas, Tumberos, Tiempo Final, Historias de sexo de gente común, Vientos de Agua, Los simuladores). El promedio es ese: uno por año.
Mientras espero la buena nueva en pequeño, planifico la visión de algunas películas en grande: Carancho, Rompecabezas, Un hombre solo. Todas en cartelera. Los invito a acompañarme, especialmente a aquellos que tengan su antena (o su paciencia) rota.
domingo, 9 de mayo de 2010
DESAPRENDER A MORIR...
Raúl Brandao
(Portugal, 1867-1930)
Memorias (fragmento)
"Soy un simple espectador de la vida, que no intenta explicarla. No afirmo ni niego. Hace mucho que huyo de juzgar a los hombres, y, a cada hora que pasa, la vida me parece o muy complicada y misteriosa o muy simple y profunda. No aprendo a morir, desaprendo a morir. No sé nada, no sé nada, y no saldré de este mundo con la convicción de que no es la razón ni la verdad las que nos guían: solamente la pasión y la utopía nos llevan a conclusiones definitivas. El papel de los locos es el más importante en este desconsolado planeta, aunque los demás intenten corregirlos y canalizarlos… Por eso comprendo que es tan difícil aseverar la precisión en un hecho cómo juzgar a un hombre con justicia. Todos los días cambiamos de opinión. Todos los días somos empujados a kilómetros de distancia por cualquier cosa delirante, que nos lleva a lugares desconocidos. Siempre sucede que, pasados unos meses desde lo escrito, me llega la duda y el vacío. Siento que ya no me pertenece. Es por ésta razón que no condeno ni explico nada, y huyo antes de descender a mi interior, para que no reconozcan con asombro que soy irracional – de esa forma no discrimino lo que creo y lo que no, y compruebo lo que me pertenece y lo que pertenece a los muertos."
sábado, 8 de mayo de 2010
PRESO EN MI CIUDAD...
Pienso, como habitualmente lo hago, en mi trío nacional tutelar: Urdapilleta-Fogwill-Indio. Pude disfrutar de verlos en un escenario, de leerlos, de escucharlos. Justamente el mes pasado, el 15 de Abril, mientras este blog estaba por salir a la luz, se cumplieron 10 años de la única vez que fui a ver a los Redondos. Lo recuerdo: éramos un grupo (Facundo, Daniel, Pato, Erni, Cari y quien escribe estas líneas), todos compañeros de secundaria. Estábamos en quinto año, teníamos 17 años y nos encontrábamos en la cresta de la ola, en la cresta de nuestra módica anarquía juvenil. Ninguno los había visto antes. Recuerdo a otro amigo del curso, Marcos, financiando mi entrada y la de Facundo. (en ese momento la entrada a un concierto no pasaba de los $ 25!!!).
Mis viejos, obvio, no sabían nada. Nunca me hubieran dejado; bah, nunca me hubiera dejado. Recuerdo la ansiedad en la previa. La sensación de estar a punto de participar de un evento único. Recuerdo evitar mirar directamente a los ojos a muchos de los que viajaban con nosotros en el tren a Constitución (nunca en mi vida percibí tan nítidamente la dureza de las miradas como las que se encuentran viajando a un recital). Son ojos que lastiman, que voltean.
Al llegar al estadio, la sensación era intensa: uno ya formaba parte de otro mundo; un mundo paralelo, rodeado por gente que "no existe" en la vida real, que sólo existe para un recital de Los Redondos, gente que emerge (vaya a saber uno de qué profundidades), para afirmarse sobre una tierra sin códigos ni leyes, más que el propio código de su propia felicidad de ricota. Recuerdo que, después de haber pasado varios cacheos, poco antes de pasar la última valla, ya con nuestras entradas en la mano, una horda de karatekas del rock, iracunda y feroz, arrasó con todo, dejando el libre acceso al resto de los mortales que estaban con su entradita idiota en la mano, incluido el grupo de seis adolescentes vírgenes venido de zona sur. Recuerdo mi primera impresión una vez dentro del estadio. Nunca había estado en medio de tanta gente enloquecida. Nunca había sentido tan vívidamente que mi cuerpo se disolvía en una masa humana, que todos éramos parte de uno, y que ese uno tenía una potencia, una energía, una fuerza tal que, si hubiéramos formado una ola, al reventar contra las paredes de esta gran ciudad, hubiéramos barrido con la provincia entera.
Pasaron los años. 10. Pasaron en mi vida, en nuestras vidas, muchas cosas de variado menú: separación de padres, carreras universitarias, trabajos ingratos, veranos en la costa, terapias, novias, un título, fragmentos de una vida, o de varias, en el marco de un país que empezaba a vislumbrar el daño irreversible de los 90: esa década de eficacia demoledora, en la que, todavía, éramos inocentes e inmortales.
"El hombre ilustrado", de Gloria Guerrero, retrata aspectos de la vida del Indio, algunas de sus mejores declaraciones, y algunos aspectos históricos de esa banda de fuego que, 10 años después, nos sigue cautivado como ayer, incluso habiéndose apagado su llama, tal vez, para siempre.
INDIO SOLARI:
"Nosotros somos muy ambiciosos. Nuestra ambición pasa por no tener límites. Cuando sos medianamente ambicioso tu culo tiene tantos ceros en el cheque. Cuando sos un ambicioso estelar y cósmico, no hay guita que compre tu vida. Yo no podría vivir de otra manera. Por más que venga un tipo y me diga;" cuánto querés, un palo verde? La vida de uno, con mucha menos guita, ya está. Mientras no tengas la zozobra de la miseria, ya está. El premio mayor no es la guita. Es la libertad."
"A mí lo único que me fatiga es que uno es una sola personita para atender las voluntades de cariño de muchos. Uno no tiene una personalidad potable para eso, pero evidentemente ante toda la riqueza de cosas que se acercan a mi vida, ese es un valor despreciable. Hay gente que se maneja mejor con la fama. También están los que tienen el temperamento para mandar a la mierda a los cholulos. En el caso nuestro, creo que sinceramente no tenemos ningún derecho de hacer destemplanza con chicos que han propiciado que uno esté haciendo música en semejante estado de libertad."
"Respetamos a Luca, pero a mí me parece que uno debe estar definido por la obra en sí, no por demoler hoteles o por lo que carajo fuere. Yo creo que esas son características de la personalidad de cada uno. Bienvenido sea, pero no me gustan los artistas existenciales, en general. Yo lo prefiero a Luca vivo, haciendo canciones. A mí lo que me interesaba eran sus canciones. No que me contara su dolor matándose."
"Hace un montón de años pensaba que Patricio Rey era un personaje impresionante, alguien que podía brindar un techo conceptual y dar una prédica determinada a través de un canal como es el rock. Con el tiempo he llegado a pensar que es un pobre tipo que carga sobre sus espaldas todo aquello que nosotros no nos bancamos del circo del rock. Yo no lo he visto nunca. El manda mensajes y aparentemente se comunica mediante testaferros que juegan de Patricio Rey. Así ocurre que a veces es un calvo con un cigarro, otras veces un gordo tramposo, otras un pobre nene necesitado de afecto."
"Cualquier proyecto existencial trae problemas. Lo único que no trae problemas es una vida prolija, rutinaria y obediente a todas las consignas del sistema. Así no tenés problemas. Pero, sinceramente, eso para mí no es vida. Vida es tener problemas. Además, problemas son los que uno puede resolver. Cuando uno no los puede resolver, ni siquiera se imagina esos problemas. Los problemas son, finalmente, esas cosas que uno cree."
"Cuando la gente es pobre, lo único que puede hacer es meter miedo. Y cuando se habla de violencia, hay que tener en cuenta de qué manera está siendo detonada y alimentada desde lugares donde lo único que importa es mantener un coto de privilegio. Una de las cosas que no me canso de decir en los shows es que cada uno debe cuidar su culito. Aunque también me parece innecesario: los pibes saben defenderse mejor que yo, que soy un tipo de clase media."
"Hay gente que se mueve como pez en el agua con la fama. Yo, en cambio, me formé en una cultura en la que el anonimato era lo mejor que te podía pasar, porque la popularidad hace que a uno lo estén vigilando todo el tiempo. La fama es como un purgatorio. En cambio el anonimato es muy recomendable. La gente no sabe casi nada de nosotros, y sin embargo uno es siempre para ellos el más honesto y el que mejor toca."
"El único negocio es que prefiero perder un poco de guita con el perfume que llenarme los bolsillos con el olor a bosta. Ahora bien, Cómo no vas a disfrutar de un buen vino más que de uno malo, de una caricia más que de una patada en el orto? Lo que me arruinaría sería tener que ser un miserable para poder disfrutar del confort. Pero yo no he tenido guita para pagar el alquiler, y sin embargo en mi casa había champagne. Sí, yo tomé champagne toda mi vida, porque para mí es mucho más importante que tener un Peugeot. Me gustan más esos vicios que ir sacando el brazo por la ventanilla del mejor auto."
"No puedo imaginarme a los jóvenes con nuestros problemas porque espero que este sistema perezca ante sus ojos."
"Mi cordura, mis amores, mis amigos, el riesgo físico conforman mi vida, para poner todo esto en juego alguien debe decir la palabra mágica y si el talismán es dinero, tendrá que tener muchos ceros para que mis creencias actuales cambien.
Hoy en día no hay mucha gente haciendo su propia experienia. En general en las producciones internacionales se realizan investigaciones de mercado y así se determina lo que hay que imponer. Si resulta la necesidad del new sicodelic, entonces aparecen las camisas búlgaras por un tiempo, aparecen un montón de pibes rubios maquillados de una determinada manera que se los forma para ser buenos agentes de una tecnología muy stándar."
TODAS LAS VIDAS, LA VIDA...
Resfriado, sólo, y sin tener noción de cuánto gana un árbitro de fútbol, voy al cine Lorca a ver "Synecdoche New York", primera película del, hasta ahora, brillante guionista Charlie Kaufman ("Quieres ser John Malkovich?", "Eterno resplandor de una mente sin recuerdos"). Comparo la escritura, la elaboración de las tres películas. Las tres son contundentes. Las tres estratifican los posibles horizontes de percepción y, cuando parece que se van a devorar al espectador, cuando a uno ya no le alcanza el aire para respirar, para evitar ahogarse en su propia incertidumbre, su propia incomodidad frente a lo que ve, simplemente las películas terminan; aparecen los créditos, las luces se encienden, y todo indica que debemos prepararnos para salir a la calle, a la loca realidad.
¿En qué se diferencia este guión a los anteriores de Kaufman? Básicamente en la energía de sus pulsiones. En Malkovich y en Eterno Resplandor la pulsión dominante es la pulsión de vida, la pulsión de diversificación, el juego de la multiplicación de lo viviente, de las posibilidades del ser frente al hastío propio de la unidimensionalidad de los días. ( de los días sin amor, claro). En Synecdoche, en cambio, lo lùdico adquiere ràpidamente tono tràgico: la pulsión de muerte se hace dueña de la pantalla desde bien temprano.
Opera de telón de fondo sobre la hermosa locura de un hombre que, en su afán por generar algo (una obra de teatro) que lo conmueva todo, que lo diga todo, pone en riesgo a su esposa, su hija, su salud, y hasta su propia vida. La película es sombría, por momentos agotadora, por momentos terriblemente triste.
Potencia de lo imaginario contra potencia de lo real, mundos que se chocan, se mezclan y reverberan con temor y con temblor sobre la subjetividad que lo contempla. Kaufman otra vez nos deja solos bajo la lluvia fría, sin saber bien que hacer. Tal vez lo mejor que nos podía pasar. O no.
LA GUERRA Y LA PAZ..
Se reeditó recientemente "Los pichiciegos" de Fogwill, a casi tres décadas del absurdo de Malvinas y la teatralizaciòn del mentado proyecto de "identidad nacional". Recuerdo una lectura perturbadora de la novela, al punto que durante algunos tramos, no podía seguir leyendo en la misma posición. Si estaba sentado, tenía que pararme y dar algunas vueltas alrededor de la mesa; si estaba acostado, me incorporaba hasta quedar sentado sobre la cama, encorvado hacia el velador. Pocas veces cambié tanto de postura leyendo un libro. Pocas veces, también, me pasó de salir a la calle y encontrar, durante días, las voces de los personajes de un libro, inoculadas en mi cotidianeidad: ver sus cuerpos desplegándose y movièndose frente a mis ojos, ya sea en la facultad, el trabajo o el colectivo. Acompañándome, susurrándome, inquietándome. "Los pichiciegos" de Fogwill, como "Piquito de Oro" de Gustavo Ferreyra (que hace unos dìas terminè de leer), son de ese tipo de novelas.
Fragmentos "Los Pichiciegos"
"Se siente el frío, se lo sufre, tarda en acostumbrarse: el frío duele, el aire es como vidrio y si uno quiere respirar, parece que no entrara. Pero el que ha pasado un día entero al frío sabe que los que vienen del calor pueden andar, moverse y trepar a la sierra cuando él no puede más, porque el que estuvo al frío mucho tiempo quiere estar quieto, quedarse al frió temblando y dejarse enfriar hasta que todo termina de doler y se muere."
"Sobraba el tiempo entre los turnos de cavar. Cavaban de mañana, para que el viento tapase el ruido de las rocas. Hablaban:
-¿Qué querrías vos?
-Culear.
-Dormir.
-Bañarme.
-Estar en casa.
-Dormir en cama blanca, limpio.
-Culear.
-Comer bien… ¡Te imaginàs un asadito!...
-Ver a mis viejos.
-No lo podían creer. Verificaron:
-¿A tus viejos?
-Sí, y culear y bañarme -dijo el de los viejos, seguro que para no pasar vergüenza.
-Vos, Tano?
-Dormir en cama limpia.
-¿Y vos?
-Yo estar bien, lejos, con calor.
En el calor todos estuvieron de acuerdo.
Uno dijo:
-Culear y ser brasileño.
-¡Qué!, ¿negro?
-Cualquier cosa. ¡Pero brasileño!
"Si hay algo peor que la mierda de uno o de los otros, es el dolor. El dolor de los otros. Eso no lo aguantaba ningún pichi. Sin médico, sin alguien que sepa medicina ahí abajo, sin insumos, era inútil guardar a los heridos. Lo sabían los pichis: herido es muerto. Escaldados, quemados un poco, enfermos de las muelas, se puede. Heridos no. Herido es como ser un muerto."
“El miedo: el miedo no es igual. El miedo cambia. Hay miedos y miedos. Una cosa es el miedo a algo -a una patrulla que te puede cruzar, a una bala perdida-, y otra distinta es el miedo de siempre, que está ahí, atrás de todo. Vas con ese miedo, natural, constante, medio ahogado, sin aire, cargado de bidones y se aparece una patrulla, y encima del miedo que traes aparece otro miedo, un miedo fuerte pero chico, como un clavito que te entró en el medio de la lastimadura. Hay dos miedos: el miedo a algo, y el miedo al miedo, ese que siempre llevas y que nunca vas poder sacarte desde el momento en que empezó."
sábado, 1 de mayo de 2010
TIEMPOS DE LIQUIDEZ...
Sábado por la mañana. Otoño pero primavera. A las 8.45 una llave repiquetea, cual garra exhumada del parque jurasico, en la puerta de calle. Es Lulu, la mujer "que hace" la limpieza en casa, deshonrando el día del trabajador con su intento (fallido como siempre) de performance laboral. Puedo percibir las mínimas sonrisas de los microorganismos hogareños cuando la doña me dice "empiezo por la cocina danilo". "Empiece tranquila" le digo, y, después de encontrarme lo primero que encuentro (jogging y remera), revisa Ñ y librito en mano, bajo la escalera rumbo a la Esso a tomar un cortado con medialunas. Mi visitante matutina de los sábados me detiene cuando estoy por salir: "tenès filtraciones nene!". "Claro que tengo filtraciones" pienso y salgo. Al pasar por la esquina, en la puerta de la farmacia, siempre, SIEMPRE, hay un viejo flaco, de barba, igual a Bukowsky. Hoy no es la excepción. Está ahí, desgarbado bajo el sol tibio de la mañana, y al pasar a su lado sólo puedo pensar en una cosa: "te detesto con todo mi corazón". Desde que abrió la farmacia, hace más de dos años, que el viejo vive ahí. Supongo que la hija o el hijo trabajarán en el local o el tipo será adicto a los fármacos. Lo que sea. El tema es que lo odié sin ninguna explicación más que el hecho de verlo a cualquier hora, cualquier día, siempre parado ahí. Siempre vistiendo jean y pullover harapiento, siempre requisando aquí y allá (la estación de servicio, los autos de la avenida, el puesto de diarios) con ojitos claros bañados de cataratas.
Pero tengo pocas horas de sueño encima. Estoy de mal humor, el cortado no me levanta, y no llego a leer la segunda nota de la revista que ya pienso en volver a casa, interrumpir el partido de truco entre Lulu y el polvo de los muebles, y acostarme por el resto de la mañana, y, si fuera posible, por el resto de la semana. Entregarme al sueño, resbalar suavemente hacia lo oscuro hasta desaparecer por completo. Que un mar enloquecido se lleve todo, que se lleve toda la humedad (para mi terror pero también para mi fascinación), y despertar en otra época, despertar en un mundo guionado por Charlie Kauffman, con jirafas corriendo por la calle y psicoanalistas expresando un leve malestar, un mínimo quejido, si algún paciente les apagara un cigarrillo en la nuca.
Uno de lo clientes hace un movimiento brusco con su bandeja y riega mi mesa con gotas de cindor. "Son sólo gotas, gotas como la de casa y nada más" me dije, buscando no entrar en pánico. De pronto, flotando entre el sueño, la vigilia y la áurea realidad, entiendo que ya no puedo permanecer ahí. Entonces vuelvo, cruzo Pavón casi corriendo, casi sin ver la luz amarrilla del semáforo por la que un auto por poco me deja reducido a cenizas listas para tirar al océano. Y el viejo ésta ahí, también húmedo, mirando desde su esquina. ("es la humedad propia de la vejez", me digo y no me lo creo). "Todo esto es tu culpa" pienso mientras lo miro al pasar.
Subo la escalera fastidiado. Las paredes se resquebrajaron un poco de ayer a hoy. Me siento pegajoso. Quiero que Lulù se vaya. Que se tome el primer barco. Que vuelva a su tierra: "No clean land". Pero tengo que esperar: terminada la limpieza de la casa, se está dando un baño de inmersión.
Entonces resbalo. Todo se disuelve, algo se aclara en la noche de los días y los tiempos se funden en un solo lugar. Y llega el agua...mis manos se arrugan, estoy solo y tengo miedo. Soy un chico de 10 años que encuentra un papel perdido en el fondo del mar. Cuando vuelva, cuando respire en la superficie, ese viejo de ojos acuosos me estará esperando, desafiante, en la esquina, en la farmacia. Lulu estará mojada; no me podrá ayudar.
Tendré que evitarlo. Tendré que secarme las manos, tomar el diario amarillento de ayer, y ver los avisos clasificados.
Tengo que mudarme urgentemente. Y es que lo que mata es la humedad.
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